“Derechos humanos” totalitarios

Max Silva Abbott | Sección: Política, Sociedad, Vida

El debate que se está produciendo con motivo de la regulación de la objeción de conciencia institucional a propósito de la reciente ley de aborto, es una buena muestra de la polarización que están sufriendo nuestras sociedades y del intento de ciertos sectores por imponer su visión de las cosas de una manera que se acerca peligrosamente al totalitarismo.

En efecto, a pesar que el Tribunal Constitucional reconoció la legítima posibilidad de objetar a las personas jurídicas, la Contraloría primero y luego el gobierno, pretenden negar este derecho. Ahora bien, más allá de los argumentos técnicos, a nuestro juicio la clave para entender lo anterior, radica en que los defensores del aborto lo presentan como un “derecho humano”, pese a que ningún tratado internacional vinculante ni nuestro ordenamiento interno lo consideran como tal. De esta manera, al arroparlo con este prestigioso concepto, se sacraliza esta pretensión y se busca eliminar cualquier objeción a su respecto, puesto que al ser un “derecho humano”, nadie debiera poder oponerse al mismo, al menos racionalmente.

De este modo, generada artificialmente una especie de “opinión pública”, en buena medida gracias a los medios de comunicación, automáticamente se coloca en el terreno de los “malos” a quienes piensan distinto, por muchos argumentos que tengan, precisamente por estar en contra de algo tan evidente, valioso e indudable como los “derechos humanos”.

Sin embargo, poco o nada tienen que ver estas pretensiones con los auténticos derechos humanos, que surgieron como fruto de la toma de conciencia de la dignidad intrínseca y universal de todos y cada uno de los miembros de la especie humana, al margen de sus diferencias accidentales (como es el hecho de haber nacido o no), lo que obliga a proteger en particular a los más débiles, sobre todo si ellos no pueden hacerlo por sí mismos.

Nada de eso ocurre hoy con lo que podrían llamarse los “nuevos derechos humanos”, pues lejos de ser una realidad que en el fondo hay que descubrir, se han convertido en un concepto antojadizo y manipulable, que es utilizado estratégicamente por diversos grupos, incluso minoritarios, para imponer su modo de pensar sobre todos los demás, abusando del prestigio que aún le queda a este vocablo. Así,  asumiendo una posición dogmática, buscan evitar el diálogo y el debate propios de toda sociedad democrática e imponer su visión sin más, de un modo que se acerca, según se ha dicho, peligrosamente al totalitarismo.

En consecuencia, al estar desprovistos de todo fundamento objetivo, estos “nuevos derechos” se han ido convirtiendo en un arma para sojuzgar posturas contrarias y en el fondo, en un vil instrumento de dominación, contrariando así su verdadero sentido y razón de ser. Es por eso que estos derechos van cambiando a una velocidad impresionante, a fin de servir a quienes los utilizan para imponer su agenda con visos de legitimidad.

Sin embargo, sospechosos “derechos humanos” son estos, que además de olvidar e incluso destruir a los más débiles, impiden también toda disidencia, pretendiendo así homogeneizar a sociedades enteras, curiosamente en nombre de la libertad que esos “derechos” dicen defender.

Por eso, tal como no todo lo que brilla es oro, tampoco todas las pretensiones que dicen serlo son realmente derechos humanos.