Proyectarse

Adolfo Ibáñez | Sección: Política, Sociedad

Las acciones del gobierno que se inicia están orientadas, fundamentalmente, a demostrar su capacidad y ejecutividad para remediar los males que aquejan al país, y cuya denuncia dio el triunfo al actual Presidente. Frente a este empeño demostrativo cabe preguntarse si no será políticamente más procedente una labor de convicción. Me pregunto esto porque el proceso de demostrar recurre a procedimientos racionales para llegar a una conclusión. El problema radica en que nuestro pueblo parece ser más sensible a lo emotivo que a los raciocinios, por lo que, para lograr su adhesión, parece ser mejor camino exaltar sentimientos.

Los caminos racionales son de por sí fríos y están referidos a una autoridad superior, que es la ciencia o la experiencia. En todo caso, apuntan al saber hacer las cosas del mejor modo y con los menores recursos posibles y, además, destacan a los que dominan esos recursos. Sin embargo, bien sabemos que normalmente las personas respondemos mejor a la incitación cálida, al despliegue de colorido exuberante, a la sensiblería de las rancheras cantadas a voz en cuello, marco dentro del cual parecen desaparecer las jerarquías fundidas en prolongados abrazos etílicos. Es nuestra alma mestizo-barroca, con todas sus peculiaridades.

Pero, además, el actuar del Gobierno está guiado por un vocabulario que pertenece completamente a sus opositores, lo que lleva en muchos casos a confusiones y dificultades para diferenciar los caminos de unos y de otros. En efecto, el Gobierno necesita un lenguaje propio, que lo identifique y, por ese camino, lograr una adhesión que, yendo más allá de lo racional, capture la emotividad popular. Como las palabras revelan el interior de las personas, comunicándolas con el mundo que las rodea, es indispensable que ellas expresen con claridad el alma de los gobernantes como requisito fundamental para pretender la adhesión de las mayorías.

El Gobierno no debe poner la seguridad que tiene en sus raciocinios y métodos como primer argumento, sino que debe orientar su acción a lograr la adhesión popular y, por ese camino, lograr su convencimiento y apoyo perdurable. Mucho se ha hablado de la necesidad de un «relato«: este también es un camino racional acuñado por la izquierda. Lo verdaderamente trascendente es tener presente el colorido de nuestra cultura mestizo-barroca y apuntar a conquistar el alma popular para proyectarse más allá de este período, aprovechando la buena disposición de ánimo que existe.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio.