Te lo dije

Gastón Escudero Poblete | Sección: Política, Sociedad

El pasado lunes 15 de enero, en el programa de Radio Agricultura “Punto de Encuentro”, la conductora Pilar Molina conversó con Juan Pablo Hermosilla y José Miguel Insulza, quienes atribuyeron el deterioro de la economía chilena en los últimos cuatro años a… ¿se imagina a quién estimado lector? ¡Los empresarios! “Tengo la impresión de que el 90% de los empresarios chilenos son de derecha, son pinochetistas… y están usando el poder que tienen frenando inversiones… en Chile uno veía cosas raras el año pasado, que la economía seguía frenada y subía la venta de autos de lujo”, afirmaba Hermosilla mientras Insulza agregaba comentarios que reforzaban lo anterior. Es decir, el bajo crecimiento de nuestra economía y la disminución de la inversión con la consiguiente pérdida de empleos se deberían a una conspiración de los empresarios con el fin de perjudicar las reformas del gobierno de Bachelet.

¿Tiene asidero esta suposición? En abril de 2014, en esta misma tribuna, expliqué algunas de las consecuencias que generaría la reforma tributara y específicamente la eliminación –mejor dicho “modificación”− del FUT (Fondo de Utilidades Tributables). Expliqué que este es un sistema cuyo fundamento es que los socios o dueños de una empresa pagan impuesto no por las utilidades que ésta genera sino sólo por las utilidades que retiran. Precisando: la empresa paga un impuesto (llamado “de primera categoría”) de tasa fija, y luego el empresario paga un impuesto (llamado “global complementario”) de tasa variable sobre las ganancias que retire, pudiendo usar como crédito el impuesto de primera categoría pagado por la empresa en la proporción que corresponda a su porcentaje en el capital. Las ganancias que el empresario no retire conforman un fondo acumulativo –llamado precisamente FUT− que pueden ser retiradas a medida que los socios deseen. De esta forma el empresario tiene un incentivo para demorar el retiro de las ganancias o, a la inversa, reinvertirlas en la propia empresa.

Por ejemplo, si una empresa genera 100 millones de utilidad un año determinado pero el empresario retira la mitad (4 millones ciento sesenta mil al mes), la empresa pagaba un impuesto de primera categoría de 20 millones (la tasa antes de la reforma era 20%). A continuación, como el ingreso del empresario fueron los 50 millones que retiró, su impuesto personal se determina aplicando sobre este monto la tasa que corresponda según la tabla del global complementario, y luego se descuenta el impuesto de primera categoría en la proporción que le corresponda (si es dueño del 50% del capital de la sociedad, su crédito será el 50% de los 20 millones que pagó la empresa); si queda con saldo a favor el Estado le devuelve. Al no existir el FUT, el impuesto personal del empresario se determina aplicando la tasa que corresponda en la tabla del global complementario a las utilidades de la empresa, es decir, 100 millones en vez de los 50 millones que retiró. (Cabe agregar que en el Congreso la oposición logró suavizar la reforma estableciendo un sistema alternativo que permite, en algunos casos, la subsistencia del FUT pero aprovechando como crédito no el total del impuesto de primera categoría pagado por la empresa sino el 65%).

En conclusión, la modificación del FUT hizo menos atractiva la reinversión de las ganancias de la empresa o, a la inversa, hizo más atractivo el retiro de las mismas. Al mismo tiempo hubo otras reformas y anuncios que también desincentivaron la realización de negocios: la amenaza de cambio de la Constitución, la reforma laboral (mejor dicho “sindical”), el proyecto de reforma del código de aguas que debilita los derechos de propiedad sobre el uso de las mismas. El resultado fue el que tenía que ser: como afirmé hace casi cuatro años, “aumentará el gasto en ‘tonteras’. Claro, porque si el monto del impuesto no dependerá de los retiros (o, que es lo mismo, el empresario pagará impuestos no por sus ganancias sino por las de su empresa) habrá menos incentivo para invertir y más para gastar: comprará un auto más caro, una casa más grande, irá de vacaciones a Nueva York en vez de Maitencillo… En el fondo, buena parte del dinero que hoy se destina a la reinversión haciendo crecer las empresas y fructificar el emprendimiento irá a consumo”.

Hubo otro aspecto de la reforma tributaria que contribuyó a disminuir la inversión y a aumentar el gasto: permitió que los socios retirasen el FUT pagando un impuesto menor que el que correspondía de acuerdo con las reglas generales, lo cual podía hacerse efectivo hasta fines de 2015 (después se extendió el plazo a 2016). ¿Por qué el gobierno permitió esto? Obviamente no por favorecer a los empresarios sino porque con el tiempo las empresas fueron acumulando un FUT con varios ceros a la derecha y, por supuesto, el gobierno quiso echarle mano a esas platas.

Imagine usted, estimado lector, lo que pasó con muchos empresarios (y no estoy pensando en los grandes, aquellos que tienen “el poder para frenar la economía” como dice Hermosilla): por un lado, la reforma tributaria los incentivó a retirar las ganancias de sus empresas; por otro, las demás reformas los asustaron para seguir haciendo negocios. ¿Qué hicieron con los excedentes de sus empresas? Simple: los retiraron y se refugiaron en bienes raíces (contribuyendo a aumentar la demanda por ellos y subir su precio) y gastaron… en tonteras, como autos de lujo.

Sé que es de mal gusto decir “te lo dije” pero he querido hacerlo para refutar la teoría conspirativa de los eximios representantes de la izquierda que mencioné al principio. ¿Por qué ellos no ven lo que es obvio y terminan atribuyendo a fantasmas decisiones que son de sentido común? En parte, porque no son empresarios; en parte, por su afán de eximir a su gobierno de la culpa por el daño que le ha hecho a la economía del país; pero sobre todo, porque la estrechez del pensamiento de izquierda no puede captar esa parte la realidad constituida por los empresarios y sus decisiones.

Y para terminar de darme el gusto, como dije en abril de 2014: “En resumen, la economía crecerá menos, disminuirá la recaudación tributaria (paradojalmente), disminuirá el empleo, disminuirá el emprendimiento y las empresas pequeñas crecerán menos. Y en algunos años más tendré que explicarle a mi hijo cómo fue que los chilenos, un mal día, desconocieron a sus empresarios y terminaron disparándose un balazo en el pie”.