Abdón Cifuentes: lecciones de su vida y época para el Chile actual

Diego Oliva A. | Sección: Educación, Historia, Política

La influencia cristiana en la política de nuestro país está siendo fuertemente amenazada en la actualidad. En estos momentos, solamente el Tribunal Constitucional puede detener la aprobación de la ley que permitirá el aborto en nuestro país, habiendo sido aprobada tanto por la Cámara de Diputados como por el Senado; además, el lobby LGTB está impulsando leyes que permitirían el matrimonio homosexual y el adoctrinamiento de los jóvenes en la ideología de género. Por otra parte, no podemos confiar que los partidos que dicen tener “inspiración cristiana” legislen y voten en conformidad con lo que plantean los preceptos de la Iglesia. Los tiempos actuales desalientan a quienes nos consideramos creyentes, y muchos creen que no existe solución más allá de ceder terreno; sin embargo, un hombre que vivió tiempos particularmente difíciles para la Iglesia en Chile nos puede dar luces sobre cómo actuar: me refiero a Abdón Cifuentes.

Antes de que el Partido Liberal llegase al poder, el Partido Conservador trajo estabilidad y prosperidad mientras estuvo; sin embargo, eso se logró con un control férreo por parte del gobierno, que marginó a los liberales con éxito hasta el final del gobierno de Manuel Bulnes. Este control comenzó a ser cuestionado desde el inicio del gobierno de Manuel Montt, quien se vio obligado a reforzar el autoritarismo de su gobierno. Debido a la Cuestión del Sacristán, una parte de los conservadores, los ultramontanos, decide quitar su apoyo a Montt y a su candidato a sucesor, Antonio Varas, y unirse a los liberales para llevar a la presidencia a un candidato propio, esfuerzo que resultó exitoso. Aunque el gobierno podía entrometerse en asuntos eclesiásticos, moralmente no le correspondía, y aquel era un precedente demasiado peligroso para ser pasado por alto. Sin embargo, pronto se verían las fracturas dentro de la Fusión Liberal-Conservadora y lo inconveniente que resultaría ser aquella unión para los ultramontanos: los liberales comprendieron pronto que tener el control total del gobierno –cuya fortaleza estaba garantizada por la Constitución de 1833– y la enseñanza pública era la clave para impulsar todo lo que no pudieron hacer estando los conservadores en el poder.

En ese contexto, la figura de Don Abdón cobra importancia. Él logró comprender antes que nadie que el statu quo favorecía al grupo que estuviese en el poder. Habiendo alcanzado el poder los liberales, se corría el riesgo de que los valores católicos, que tradicionalmente habían guiado a nuestro país desde que éramos parte de España, fuesen reemplazados por los laicos. Frente a este problema, la solución planteada por él pasaba por destruir el “monopolio del Estado docente”: así, lo que se enseñase en los colegios no sería contingente a los designios del gobierno de turno, sino a una verdad trascendente. Además, consideró que los católicos debían tener una voz para oponerse a los planes que tramaban los liberales y asociarse en aras de ese objetivo; por esa razón, fundó el diario El Independiente y ayudó a crear la Sociedad de Amigos del País. Ya como ministro de Federico Errázuriz Zañartu, realizó una serie de adelantos que redundaron positivamente en la educación de las clases más humildes y en la libertad de enseñanza; pero, lo que lo llevó a los libros de historia, fue el decreto de 1872 que ordenaba que los exámenes de los colegios estatales y particulares se rindiese en los mismos colegios, quitando la exclusividad de esa tarea al Instituto Nacional. Varios años antes de aquel decreto, los colegios estatales se habían convertido en bastiones del laicismo, en especial el Instituto Nacional; el hecho de que el Instituto planificase los exámenes de ingreso a la universidad le permitía tener control sobre los conocimientos que, estimaban, debían tener los futuros profesionales. La pérdida de aquel privilegio fue la gota que rebalsó el vaso: la pelea resultante entre Diego Barros Arana, rector del Instituto Nacional, con Don Abdón por motivo del decreto, significó la renuncia de ambos de sus respectivos cargos, y la desaparición de toda influencia católica en el gobierno hasta la República Parlamentaria. Desde aquel momento, los liberales no tuvieron ningún contrapeso para ejercer el poder.

El escenario era, a todas luces, desfavorable: diez años después de aquel decreto, se aprobaron las leyes laicas y se rompieron relaciones diplomáticas con la Santa Sede. Sin embargo, había una pequeña esperanza para los conservadores en el hecho de que no se hubiese derogado el decreto sobre exámenes libres que había significado su expulsión del gobierno: en el futuro, la posibilidad de contar con políticos de auténticos valores católicos era real. Consciente de aquello, Abdón Cifuentes aunó esfuerzos con eclesiásticos y personas que compartían su visión para fundar la que sería la segunda universidad fundada en Chile: la Universidad Católica (el epíteto “Pontificia” sería otorgado recién en la década de los 30 del siglo pasado). En consecuencia, la Pontificia Universidad Católica de Chile nació para ser el contrapeso de la laica Universidad de Chile. Después de la fundación de esta universidad, Don Abdón fue uno de los muchos políticos que ayudó al surgimiento de la República Parlamentaria, tomando juramento a quienes firmaron el acta de deposición del presidente Balmaceda; de este modo, el sistema político portaliano, que dio muchos dolores de cabeza a los católicos tras haber sido cooptado por los liberales, llegaba a su fin de facto: a partir de aquel momento, ni laicos ni católicos detentaron el poder absoluto en nuestro país. Los esfuerzos de Don Abdón fueron reconocidos por la Santa Sede, quien lo nombró caballero gran cruz de la Orden de San Gregorio Magno en 1919.

De la época vivida por Abdón Cifuentes y su ejemplo, podemos obtener tres grandes lecciones. En primer lugar, pese a quedar sólo meses para dejar de sufrir el actual gobierno y sus infames leyes, los cristianos no tenemos asegurada una influencia decisiva en las posteriores leyes que se promulguen. Aun cuando es altamente probable que quien resulte electo sea Sebastián Piñera, la existencia en la derecha de grupos abiertamente liberales puede dar un escenario en que leyes que vayan en contra de la doctrina de la Iglesia sean promulgadas por políticos electos por creyentes; creyentes que los eligieron, amparados en la creencia que ser de derecha equivale a ser cristiano, para que justamente no hiciesen eso. Considerando lo anterior, independiente del color político del gobierno que suceda al actual, si los políticos que dicen ser cristianos siguen siendo comparsa de lo que los progresistas declaran correcto, no es descabellado que el año 2022 llegue al poder un gobierno que amenace las bases mismas de la institucionalidad chilena. Por esa razón debemos prescindir, en el futuro, de alianzas que pueden resultar nefastas y evitar que lleguen al poder políticos “cristianos” que actúen como quinta columna. En segundo lugar, hay que tener claro que los enemigos de la Iglesia en nuestro país buscan infiltrar todos los cuerpos intermedios: el ejemplo más notable está en la misma institución que ayudó a fundar Abdón Cifuentes, la Pontificia Universidad Católica, donde la actual Federación de Estudiantes no entiende el propósito por el cual fue fundada esta universidad y pretende que la misma actúe de acuerdo con sus intereses. Debemos proteger los espacios, y ayudar a crear otros nuevos, donde se están formando los líderes con auténticos valores católicos que van a influir en las grandes decisiones del país y en los cuerpos intermedios que afectan a la mayoría de los chilenos; además, debemos asegurarnos de que esos espacios no cedan terreno a las ideas de moda que puedan conducir a error a quienes se están formando en ellos. Por último, no hay que desanimarse por la situación actual: hay muchas personas en nuestro país que desean un gobierno respetuoso de los valores cristianos; sin embargo, por diversas circunstancias, aún no han logrado unirse en un esfuerzo común y coordinado por alcanzar este objetivo. Que el ejemplo de Don Abdón nos haga vislumbrar esperanza donde vemos oscuridad, y nos anime a trabajar con devoción para que en Chile vuelva a reinar Nuestro Señor.