Benedicto XVI habla de nuevo

Cristóbal Orrego | Sección: Historia, Religión

El Papa Emérito, en reciente entrevista, insiste en un diagnóstico terrible de nuestra situación cultural y eclesial. Se ha producido una completa inversión de las convicciones fundamentales de los cristianos sobre la necesidad de la fe y de la Iglesia para la salvación. Con eso, se elimina el impulso misionero, y la crisis de la Iglesia se hace profunda y casi irreversible.

Benedicto XVI, por primera vez hasta donde recuerdo, vincula la doble crisis de la Iglesia con el mismo Concilio Vaticano II y con un cambio en el dogma de la Iglesia (“una profunda evolución del dogma”). La doble crisis consiste en que si es tan fácil salvarse sin la Iglesia como con ella, porque de lo contrario Dios sería injusto y nada misericordioso, entonces, lógicamente: (a) no se ve necesaria la misión para convertir a los paganos, que igual se pueden salvar; y (b) no se ve necesario perseverar en la fe y en la moral de la Iglesia, que son más exigentes, si uno podría vivir como un pagano, aparentemente más fácilmente y más placenteramente, e igual el Dios justo y misericordioso lo salvaría.

He aquí toda la crisis de la Iglesia. Por cierto, los católicos sabemos que solamente vale una mejor comprensión de la fe recibida que vaya en el mismo sentido y no la contradiga. Por lo tanto, si esta “profunda evolución” se ha producido y la Iglesia ha abandonado definitivamente una convicción de siempre, son los católicos de hoy, los que comparten esa evolución y han abandonado esas convicciones, los que se equivocan. Los santos, también los más recientes, hablaban de los miles de almas que se perdían en el Infierno. Así también las revelaciones de Fátima, con visiones incluidas.

Por lo tanto, lo que Benedicto XVI afirma ha de atribuirse a las convicciones de la Iglesia de hoy en sentido sociológico. En sí mismas, esas convicciones contrarias a la Tradición y al sentir unánime de los santos de ayer y de hoy, incluidos los Padres de la Iglesia, son errores que están costando la condenación eterna de millares de almas. Son inaceptables, como lo es cualquier profunda evolución del dogma.

Debemos seguir con el empeño de encontrar interpretaciones católicas para el Concilio Vaticano II, pero con el realismo del Papa Emérito: encontrar en ese evento la raíz de los grandes males —esa doble crisis— que ahora nos afectan. El Papa Emérito refuta brevemente dos intentos de salvar compatibilizar con el cristianismo la salvación fuera de él: la tesis de los cristianos anónimos, de Karl Rahner, y la ideología del pluralismo religioso que iguala el valor salvífico de todas las religiones. En el fondo, se trata de dos formas de articular la convicción nueva generalizada desde el Concilio Vaticano II: que prácticamente todos se salvan, con o sin fe y con o sin vida moral acorde con la fe. Pero eso destruye la necesidad intrínseca de la Iglesia católica. Es la autodemolición de la Iglesia.

El intento de proponer una reflexión ulterior, por parte del Papa Benedicto XVI, es inquietante: da a entender que el cristiano, como Cristo, podría cumplir una función de satisfacción vicaria en su apertura a los demás, de manera que así los cristianos salvaran al resto. sin que el resto adquiriera mediante la fe su “billete de entrada” en el Reino de los Cielos. Esta parte final de la entrevista es confusa, y el mismo Papa Emérito da a entender que exige reflexionar más. Pero, así como está, es inaceptable: sin la fe es imposible agradar a Dios, y aquí no se puede ir más allá de lo que el Magisterio ha dicho (v.gr., sobre la fe mínima presente secretamente en el corazón de los paganos que cumplen la ley natural y sin culpa ignoran el Evangelio). Pero el Bautismo y la fe explícita, con las obras de la caridad que le siguen, son efectivamente el más seguro billete de entrada donado por Cristo mediante su sacrificio propiciatorio en la Cruz.

Y si algunos siguen diciendo que la Iglesia pasa por un gran momento, quiere decir que les gustan los consuelos fáciles. Bailan en el Titanic al son de esa música sentimental que conduce a los fieles a un destino eterno desgraciado.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por el autor en su blog El Santo Oficio, http://infovaticana.com/blog/el-santo-oficio.