¿Cómo surge un partido político?

Josep Miró i Ardèvol | Sección: Política, Sociedad

#05-foto-1La inestabilidad de la política española señala la emergencia de nuevas formaciones y el deterioro de otras, en una dinámica que en ningún caso puede darse por cerrada. En el caso de PSOE, esto es evidente, como lo es en el de CDC en Cataluña. ¿Pueden surgir nuevas opciones políticas que traspasen la barrera decisiva de la representación parlamentaria? La respuesta solo puede ser afirmativa, pero al mismo tiempo la naturaleza de estas formaciones políticas hace que la realidad lo haga muy difícil.

Un partido no surge porque un grupo de personas bien intencionadas estén de acuerdo con unos estatutos, formulen un programa y acuerden un nombre. Esto es solo la fase final de un proceso mucho más largo y complejo. En realidad esto es lo más sencillo.

Para que un partido político tenga una mínima viabilidad requiere de estas condiciones: un liderazgo claro, cuadros que tengan atributos políticos, financiación suficiente y un número adecuado de afiliados, digamos muy a lo bruto algo así como un uno por mil del total de la población

Pero ni tan siquiera estas condiciones aseguran el éxito. Lo decisivo es que el partido es el corolario político de una corriente social que tiene un marco de referencia de ideas y creencias comunes, una cultura política que, a su vez, remiten de una forma más o menos explícita a un trasfondo moral y antropológico. Una corriente social dotada de una moralidad, es decir, que sus miembros comparten en gran medida determinadas formas de pensamiento y acción que consideran correctas. Si esta corriente social no existe o, existiendo, no está suficientemente articulada, el proyecto de partido no tiene ninguna posibilidad.

Naturalmente, el sistema electoral influye mucho. Si se trata de uno mayoritario, la tendencia a reducirse a dos partidos es clara. Entonces estos son grandes contenedores, dentro de los cuales juegan las corrientes sociales. Lo que importa son las condiciones para obtener “un” (el máximo número de ellos, claro) representante en una circunscripción determinada. Los casos de los Estados Unidos y el Reino Unido lo muestran con claridad. Si es proporcional el número de partidos se multiplica en la medida que aquella sea más pura o más limitada. Israel es un ejemplo de un extremo del modelo. Quien saca un 1% de los votos tiene una representación redondeada de este orden en el parlamento. España sería un caso bastante opuesto; el sistema es proporcional, pero regido por la ley de Hondt que dota de una prima a la primera fuerza. Esto, unido a circunscripciones que eligen solo tres o cuatro diputados, lo convierte en gran parte de España en un sistema de minorías o mayorías, que prima a las dos primeras opciones en cada circunscripción. En término de votos totales, y no por distrito electoral, la proporcionalidad es limitada.

Pero, incluso el sistema electoral que tanto puede condicionar no es un límite suficiente si surge una fuerte corriente social y cultural.

Y esa es la cuestión para construir un partido político en serio. Significa olvidarse en primer término del partido y centrarse en la batalla cultural y moral, de representación de intereses y necesidades económicas y sociales. A su articulación y expresión. Solo a partir de esta base cabe pensar en traducirlo en un partido, si es que no existen otras vías para satisfacer aquella cultura y moral, aquellas necesidades e intereses económicos y sociales.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Forum Libertas, www.forumlibertas.com.