No, eso no se hace

Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Educación, Política, Sociedad

Ha llegado el momento de hacer un resumen final y unas breves consideraciones sobre el triste episodio relativo al Tributo de la Universidad de los Andes a los grupos de músicos marxistas.

Es útil, porque deja constancia de lo sucedido en su globalidad, y es de justicia, porque le ofrece una última oportunidad de reflexión a quienes han sostenido desde aquella Universidad una postura que no esperábamos.

 

Primero, el resumen de lo sucedido.

La Dirección de extensión de la Universidad invita a presenciar un Tributo orquestal y coral a Quilapayún, Inti-Illimani, Illapu, Los Jaivas y Congreso; también figura Víctor Jara en el programa, pero no en el afiche. Consultada la Vicerrectoría de Comunicaciones primero, ante mi protesta y anuncio de renuncia, afirma no tener conocimiento del acto, y después, ratifica que el acto no se suspenderá. Se le escribe a unas 50 personas de la Universidad para que protesten también. Recibo unas 10 o 12 respuestas de apoyo. Me contestan rechazando mi postura los profesores Hernán Corral y Braulio Fernández. Después lo harán el Decano Jorge Peña, el profesor Joaquín García-Huidobro y el directo de la camerata, Enrique Browne. Intercambiamos correos con algunos de ellos.

Presento mi renuncia partir del 1º de diciembre de 2015; me es aceptada por el Decano Peña; el Tributo se realiza con éxito según información muy destacada de El Mostrador; poco antes Quilapayún tuitea calificándome de «monstruo«. Solicito a la Universidad, en tres oportunidades sucesivas, un pronunciamiento oficial rechazando esa expresión y en defensa de mi honra. Se me contesta con un correo privado rechazando toda opinión ofensiva, pero la Universidad no emite ninguna declaración pública; el profesor García Huidobro lleva el tema del Tributo a El Mercurio donde intercambiamos un par de cartas.

 

Segundo, dos consideraciones.

La primera, el silencio oficial de la Universidad. Un lector neutral puso el tema en El Mercurio, muchas personas escribieron a diversas autoridades; yo presenté mi renuncia pública e hice más de una docena de referencias al Tributo en diversos medios. La Universidad permaneció en silencio. El mismo silencio relativo al tuit de Quilapayún. Había que bajarle el perfil a un tema obviamente incómodo. No se optó por reconocer un error grave.

La segunda, el empeño de los voceros oficiosos de la Universidad –García-Huidobro y Corral– por tratar de explicar que una Universidad con principios y prácticas cristianas no se contradice a sí misma aunque haga homenajes a grupos que han promovido la lucha de clases, el odio, la violencia y que –algunos de ellos– participaron directamente en el intento por implantar un régimen marxista en Chile. Quienes hayan seguido los argumentos de estos profesores podrán juzgar hasta dónde ha llegado su errónea concepción del arte, de la universidad y de la historia presente del país.

No sé si vamos a ver más de esto mismo. Ojalá que no, porque no se lo merece nadie en la Universidad de los Andes. No se lo merece tampoco toda esa enorme cantidad de gente que ha venido confiando en la Universidad de los Andes.

Sólo sé que en esta oportunidad había que decir: no, eso no se hace. Y habrá que seguir diciéndolo cuando haga falta.