Homenajes, autores y obras

Rodrigo Pablo P. | Sección: Educación, Historia, Política, Sociedad

En las últimas semanas una pequeña trifulca sobre un homenaje a los grupos de música que componen el movimiento denominado “Nueva Canción Chilena” ha derivado en un verdadero conflicto que ha dividido a las tiendas conservadoras de nuestro país. Gonzalo Rojas Sánchez, historiador, profesor universitario, columnista de El Mercurio, miembro del Opus Dei, ha decidido renunciar a la Universidad de Los Andes, también ligada al Opus Dei, por un homenaje que ésta ha decidido realizar a grupos y solistas que forman parte de este movimiento, entre los que se cuentan: Quilapayún, Illapu, Los Jaivas y Víctor Jara.

Rojas ha señalado que al homenajear a estos grupos la Universidad está haciéndose participe de rendir pleitesías y mostrar como buenos a personas e ideas que con su creación y obras han buscado destruir los principios que la Universidad de Los Andes y los conservadores, en general, buscan proteger. Por su parte, los organizadores han señalado que es un homenaje musical, que nada tiene que ver con las ideas políticas y religiosas a las que adhieran los músicos, y que entre las obras seleccionadas no hay ninguna que represente ideas o discursos que puedan entrar en conflicto con los valores de la Universidad.

¿Quién tiene razón: es la música, la literatura, la creación científica, la ley, la filosofía o teología, independiente de los autores o desarrolladores de ellas? No es un tema sencillo y bien se nota, no solo por este pequeño evento, sino por cosas tales como: la imposibilidad de tocar música de Wagner en espectáculos públicos en Israel; la dificultad para homenajear a Le Corbusier; la dificultad de aplicar la ley de seguridad interior del Estado o de sacar a los militares a las calles el “27F”; el que se tilde de ilegítima a la Constitución, y en el reconocer como triste la invención del avión a reacción (inventado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial); entre muchos otros ejemplos.

Sin duda, es difícil separar la creación de su autor y contexto, incluso cuando ésta nos ha hecho avanzar más rápido como humanidad. Y bien sabe, la ciencia del derecho, que el autor puede hacer cambiar radicalmente el sentido de una ley; de ahí que con un texto casi idéntico la definición de propiedad del Código Civil chileno con la del Código Civil soviético se hayan prestado para tan diversos sistemas.

A su vez, el Código Civil chileno, en sus normas de interpretación de la ley, los contratos y el testamento, reconoce esta realidad. Señalando que la letra de cada una de esas expresiones no es otra cosa que una expresión del “sentido” de la ley, de la “voluntad” de las partes o de la “voluntad” del testador, la que excede a las palabras que ellos han usado, y, por ende, siempre se puede investigar, de no ser claro qué es lo que esas palabras, realmente buscaban manifestar.

Bien saben de esto también los historiadores y teólogos, ya que sus funciones son esencialmente interpretativas y buscan reconocer los hechos y enjuiciar sus razones, a través del conocimiento integro de lo que su autor tuvo a la vista. De ahí que se busquen las causas y los grandes panoramas, y no se pueda hacer ni teología de un simple pasaje, ni historia de los puros hechos.

El autor es importante y esencial, y sobre todo en el derecho, las artes plásticas, la música y la literatura, ya que todos ellas no son más que forma de expresión del mismo, y deben entenderse en el contexto suyo. De ahí que los estudiosos de cada una de estas disciplinas, cuando deciden estudiar una obra, deban buscar encarnar en sí al autor de ella, y ver a través de los ojos de él. De lo contrario, lo único que hacen, es interpretar “a su pinta” una creación ajena, con lo que la privan de su más íntimo contenido.

Así, nunca el autor es separable de su creación, la que es parte integral de él, y, por lo demás, bien lo saben los lectores del señor Rojas, quienes nunca han dejado de remarcar el contexto de sus dichos y afirmaciones, incluido el mismo Quilapayún, quien afirmó por twitter a propósito de la renuncia de Rojas a la Universidad de Los Andes: “La Universidad de Los Andes está en deuda con nosotros: la liberamos de un monstruo”.

Visto lo anterior, vale la pena volver sobre la discusión, y ver qué es lo que hace la Universidad de Los Andes: esto es un “homenaje”. La Real Academia Española da dos acepciones, de este término, que pueden servir para este caso: (1) “Acto o serie de actos que se celebran en honor de alguien o de algo”, y (2) “Sumisión, veneración, respeto hacia alguien o de algo”. Es en suma, muestra de veneración hacia alguien o algo, y aquí se da el debate entre ambas posturas: la Universidad, que ve un homenaje a la música en sí y por sí sola, o al movimiento en que ella se encuadra, con independencia de quienes la produjeron y los motivos que tuvieron para hacerlo, y, Rojas, que destaca que en este homenaje no pueden, sino verse incluidos los autores. Y según hemos visto, es evidente que la razón la tiene Rojas: esa música no se entiende sin sus autores y sus motivos, tal como la obra de Wagner no es entendible fuera del marco de la unificación alemana y de ahí su rescate por el nazismo, o el “Va Pensiero” fuera del contexto de la unificación italiana y, de ahí, que esta canción se haya vuelto un himno nacional de hecho.

De no ser las cosas así y si el autor fuera separable de su obra podría pensarse que “Los Prisioneros” son un grupo de “derecha conservadora dura”: no se podría sentir el historiador Bernardino Bravo Lira  identificado con la canción “Latinoamérica es un Pueblo”; los “chicagoboys” con la “Voz de los 80” y con “¿Por qué los ricos?”; o Kylie Bisutt (pastora evangélica del centro de Estados Unidos quien acusa a Victoria Secret de explotación femenina) con “Sexo”. También podría suponerse que el “amor” del que habla Neruda es el mismo al que se refiere San Juan de la Cruz o Gustavo Adolfo Becker.

La Universidad sin quererlo, ha aceptado homenajear grupos y personas que se oponen radicalmente a sus principios y valores. La línea que han decidido seguir es tan absurda como ensalzar a los fariseos, diciendo que Jesús, si bien condenó su hipocresía, llamó a seguir su discurso oficial.

Es que finalmente, como dice Flaubert, “el autor en su obra es como Dios en el Universo, presente en todas partes y en ningún lugar visible”, y así esta no es más que una expresión de él.