Jóvenes que voten bien

Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Política, Sociedad

El déficit que tenemos en la participación política es especialmente grave entre los jóvenes. Tremenda novedad.

Si hoy los menores de 35 compran, surfean, protestan, carretean, construyen mediaguas, twitean o hacen postgrados pero no votan, ¿qué podemos esperar en el 2040? Simplemente, un 18% de participación electoral, una democracia completamente deslegitimada y unas masas de cincuentones y cuarentones disponibles para aventuras populistas de cualquier signo: “que alguien nos dé lo que nosotros no queremos promover mediante nuestros representantes”, nos dirán.

Por eso, al igual que en otras tantas carencias que venimos comentando, la pobreza de la participación política debe ser enfrentada ahora mismo, con acciones tanto clásicas como innovadoras.

Foro Republicano, centrándose en los cuerpos intermedios, puede sugerir nuevas maneras de estimular esa participación.

Por ejemplo: si usted, alumno de la educación superior, vota en las diversas instancias electorales de su institución, por cada sufragio gana puntos para su beca u obtiene mejores condiciones para su intercambio al extranjero. Obviamente, si usted es electo representante estudiantil, también obtiene más beneficios, como la asistencia libre.

Igualmente, si usted estimado estudiante, participa como expositor en mesas redondas, foros, debates o entrega trabajos en concursos de ensayos u oratoria sobre cuestiones de actualidad, su prioridad para tomar ramos aumenta. Y si, además, usted inscribe voluntariamente un curso que otorga créditos de servicio válidos para su carrera, y lo aprueba porque usted ha cumplido un determinado número de horas entregándose a la necesidades concretas de otros, usted queda en mejor posición para la postulación a postgrados, porque usted ha demostrado tener esa sensibilidad que escasea hoy entre tantos sujetos individualistas que sólo exigen gratuidad. Y para qué decir si el servicio prestado ha sido en tareas pedagógicas, de reforzamiento escolar a niños maltratados, por ejemplo.

Ciertamente, iniciativas como aquellas deben ofrecerse a jóvenes que tengan ya desde niños una mejor disposición que la actual. Por eso, un buen plan de formación cívica para grupos selectos de secundarios –sí, selectos, o sea escogidos por sus méritos, en medio de una campaña grosera contra la selección– ayudaría a desarrollar en cientos de muchachos esa imprescindible vocación de servicio público.