Aberrantes contradicciones durante Ordenación Episcopal

CredoChile | Sección: Política, Religión, Sociedad

#07-foto-1 Por primera vez en la historia eclesiástica de Chile un Obispo es recibido por buena parte de sus “fieles” a empujones, insultos y exigencia de su renuncia. El hecho no puede pasar sin un comentario de nuestra parte, pues afecta no sólo al campo eclesiástico sino también al civil.

En efecto, ya desde que se conoció el nombramiento del Obispo Juan Barros para ocupar la diócesis de Osorno, se levantaron voces de la izquierda política y eclesiástica para exigir que éste renunciara a la Ordenación de Obispo.

¿Las razones esgrimidas? El estaría en conocimiento de los abusos cometidos por el sacerdote Karadima y que como tal no era digno de asumir el cargo. Algunos decían que pedían a un Obispo “moralmente intachable”.

En principio, pedir un Obispo de moral intachable, no puede ser más justo. Pero analizando con más profundidad vemos que el tema de la “moral intachable”, era sólo un pretexto.

En primer lugar tanto los políticos, con el ex Presidente Frei a la cabeza y los diputados DC y PS que se sumaron a sus declaraciones contrarias al nombramiento, cuanto las organizaciones eclesiásticas que se manifestaron en el mismo sentido, son favorables a las uniones entre homosexuales.

Si ellos consideran que tales uniones son buenas y dignas para todos los chilenos, al punto que legislaron en su favor, ¿por qué entonces escandalizarse tanto cuando dos particulares adultos la practican? ¿Será que ellos consideran que son dignas y buenas para unos y no para otros? ¿Cuál es el criterio de esta discriminación?

En segundo lugar, los mismos sectores de izquierda sostienen que nadie puede juzgar las conductas de los otros, sean ellas cuales fueren, a no ser que dañen a terceros. En el caso aludido no hubo participación del referido Obispo, él lo niega y no se presentan pruebas en contrario. ¿Dónde queda entonces el principio de que no se puede juzgar o el de que todos son inocentes salvo prueba en contrario?

En tercer lugar, los sectores de la izquierda eclesiástica y civil se han manifestado entusiastas de las declaraciones del Papa Francisco en relación a los homosexuales, “¿Quién soy yo para juzgar a un homosexual que busca a Dios?”. Si ellos parecen estar tan de acuerdo con esa afirmación, por qué este empecinamiento contra un eclesiástico que manifiesta no haber participado ni conocido los hechos que, con justa razón, condenaron al sacerdote Karadima.

Por último, los manifestantes de ambos campos –eclesiástico y civil- se pronuncian en cuanto católicos. ¿No saben ellos que los Obispos son nombrados por el Sucesor de Pedro y le compete a él, en cuanto suprema autoridad de la Iglesia, designar o remover a un Obispo en cualquier parte del mundo?

Todas estas contradicciones dejan ver que las verdaderas razones de las protestas, que no dudamos en calificar de sacrílegas, son bien diversas que las esgrimidas. Ellas son que no les gustó el nombramiento, pues el Obispo viene de la Vicaría Castrense y no se le ha vinculado nunca con los sectores progresistas adeptos a la Teología de la Liberación.

Más aún, su actitud demuestra un deseo de “democratizar” la Iglesia, sentando un precedente que los Obispos deben ser “plebiscitados” popularmente antes de asumir un cargo. Y obviamente que los mismos sectores adeptos a la Teología de la Liberación se encargarán de hacer las campañas para apoyar a uno y denigrar a otro, conforme lo consideren ellos mismos.

Es decir, el ánimo de los manifestantes no podría ser más opuesto a la doctrina imperecedera de la Iglesia y más contradictorio con su mismo discurso permisivo en materia de moral.

La última, y quizá la más dolorosa contradicción, fue la ausencia de los tres Obispos que ocupan los principales cargos en la dirección del Comité Permanente de la  Conferencia Episcopal: su presidente, el Cardenal Ezzati; su Vicepresidente, Monseñor Goic y su secretario, Monseñor Contreras.

#07-foto-2¿Olvidaron ellos las palabras de Nuestro Señor que les indicaba su deber de caridad?: “’porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme’. Los justos le contestarán entonces. ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos a ver?’ Y el rey les dirá: ‘Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron’”.(Mt. 24, 34.36.40)

Todas estas contradicciones dejan un sabor amargo que muestra hasta qué punto la Iglesia está sufriendo un lamentable “proceso de autodemolición” como lo llamó el Papa Paulo VI.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por CredoChile.cl.