Liberar la venta de drogas desde el salón

Mons. Juan Ignacio González E. | Sección: Política, Sociedad

#03-foto-1Semanas atrás leí que un ex parlamentario consumió droga en un programa de TV, que diversos otros representantes del pueblo se ufanan de hacerlo y que la misma OEA promueve la legalización del uso de la droga. Por contraste, debo comprobar los efectos de la droga en nuestras “periferias”, como diría el Papa Francisco. Surge la pregunta. ¿En qué mundo vivirán estos políticos y qué fundamento puede esgrimirse para la despenalización de la droga? Razones deben tener; razón, no. Creo saber una cosa. No conocen el drama humano, personal, familiar y social de los más pobres y desamparados. Son sabios de salón, de números y estadísticas. Pero el mundo real está hecho de hombres y mujeres, más o menos jóvenes de carne y hueso. No de cifras. Les damos de comer todos los días.

Cae en mis manos una carta de una madre: “Hoy, cuando lloraba por mi hijo drogadicto, pensé lo triste que es que para que algunos tengan mucho más, otros lo dan todo, hasta su propia vida. Si solo pudieran oír ustedes, por un instante, el llanto de incontables madres como yo; vislumbrar cómo viven hijos como el mío. ¿Conocen ustedes el infierno tan terrible que venden, tanto para los que usan drogas como para los que sufren por ello? ¿Acaso tienen la más mínima idea del dolor que sienten madres, padres, cónyuges e hijos, al saber que su ser querido está endrogado en algún lugar desconocido quizás, incapaz de ayudarse a sí mismo y ni siquiera de pedir ayuda? Cuando miran a sus propios hijos, a los que colman de tantos bienes materiales y llevan a Europa cada año, ¿no piensan que ellos también quizás podrían ser sus propias víctimas? Ustedes, mercaderes de la muerte, convierten a jóvenes sanos, llenos de vida y esperanza, en pobres guiñapos humanos cuya única esperanza es la próxima dosis de la droga; cuya única familia son los que con ellos se drogan. Los apartan de sus seres queridos, del camino que Dios había trazado para ellos y del disfrute de los bienes inefables de la vida, que son los únicos que de verdad importan. Y todo para saciar la ambición desmedida de unos cuantos”. Duro, pero real.
#03-foto-2En una de nuestras comunas se quiere hacer una intervención para mejorar uno de los barrios más afectados por la droga. Están presentes en el empeño la autoridad municipal, ministerial, la Iglesia y las organizaciones sociales. Hay mucha droga circulando, especialmente cuando cae la noche. Vienen autos de lejos -últimos modelos- a buscarla o traerla. En un edificio hay un departamento desocupado que es una “casa de estudio”, es decir, el lugar donde los drogadictos de la noche van a “recuperarse” durante el día. Los vecinos se quejan y con razón, pero callados. Más allá se ha descubierto un polígono de tiro, sí, de tiro, donde los traficantes prueban las nuevas armas que han conseguido. De noche hay tableteo de metralletas y pistolas nuevas. Son para defenderse de las “mexicanas” que organizan los de otras villas para quitar la droga; hay que defenderse. En días pasados, en una “quitada” los que atacaban sacaron desnudos a todos los de las otras bandas a la calle. La villa en silencio y todos escondidos. Al que alega se le corre bala. Una señora que se asomó a su ventana esquivó el balazo por casualidad. Esto es verdad, no parte de una novela.

#03-foto-3Sigue la madre angustiada. “A pesar del dolor que en este instante embarga mi alma, tengo fe en Dios y ruego no solo por mi hijo, sino por todos los demás que están sufriendo el mismo infierno; por las madres, los padres, las esposas, esposos e hijos que lloran en silencio también. A los gobernantes les pregunto: ¿Cuáles son sus prioridades? ¿Cómo es posible que no existan o se ofrezcan suficientes recursos para ayudar a incontables jóvenes y demás personas que se encuentran en estas circunstancias? En el nombre de Dios y de todos los familiares y amigos angustiados por la pérdida de seres queridos debido a las drogas, los reto a buscar y encontrar soluciones que les permitan ofrecerles la ayuda que tanto necesitan, para poder vivir una vida plena como miembros útiles de nuestra sociedad”.

La mamá sabe, porque conoce a fondo la realidad humana que viven su familia y sus hijos, que el camino correcto no es legalizar la droga, y se escandaliza cuando los que han sido elegidos para guiarnos la usan y promueven su legalización. También faltan muchos políticos con “olor a las ovejas”.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Santiago.