La «verdadera verdad» de las relaciones Chile-Bolivia

Gonzalo Vial Correa | Sección: Historia, Política

06-foto-1-nuevaFidel Castro dijo que la “oligarquía” chilena le había quitado a Bolivia, tras la Guerra del Pacífico, su litoral y sus inmensas riquezas interiores. En nuestro país, el aspirante presidencial del Partido Comunista señaló que la “molestia” por estas declaraciones provenía de que eran “verdad”. “Todos los que están acostumbrados a ocultar la verdad –agregó– se han escandalizado”. Un ex ministro y ex embajador de Chile añadió que la responsabilidad de la ocupación de Antofagasta e inicio de la guerra, en 1879, fue del “gobierno chileno, compuesto por personas que la historia legítimamente denomina como la oligarquía que dominaba el país”. El conflicto, añade, terminó con los pactos que consagraron “los triunfos y conquistas territoriales” de Chile, y garantizaron “los intereses patrimoniales y comerciales de los capitales chilenos (¿oligárquicos?) que operaban en los territorios conquistados” (El Mercurio, 18 de febrero).

Desde luego, no es históricamente claro que el gobierno chileno, durante el conflicto de 1879, fuese oligárquico. El poder de la aristocracia tenía aún como contrapeso una Presidencia de la República autoritaria, dos de cuyos jefes de Estado, inmensamente voluntariosos –Santa María y Balmaceda–, auspiciarían políticas personalísimas y contradictorias para liquidar ese conflicto. La oligarquía plena se dio solamente con el desenlace de la Revolución, en 1891.

Lo anterior aparte, es liviano achacarle a nuestra oligarquía (que ya tiene suficientes pecados encima) la pérdida de litoral, territorio y riquezas experimentada por Bolivia a raíz de la Guerra del Pacífico. De esa pérdida, justa o injusta, responde Chile como país, no una determinada clase suya. Desde 1938 –¡setenta años!– no hemos conocido gobierno calificable de oligárquico, y los de izquierda o centroizquierda que han pasado por La Moneda no han movido un dedo para solucionar la insularidad boliviana. ¿Qué hizo al respecto la centroizquierda Radical/Socialista/Comunista en sus catorce años de poder (1938/1952)? ¿Y la Unidad Popular en 1970/1973, con Salvador Allende Presidente, y el PC tan robusto de aquellos tiempos? ¿Y qué ha hecho la Concertación en casi dos décadas?

De la parte chilena hemos materializado únicamente dos esfuerzos serios para reparar el aislamiento boliviano: l) El Tratado Chile/Bolivia de 1895, siendo Presidente nuestro don Jorge Montt… es decir, en plena, auténtica oligarquía, y 2) El acuerdo de trueque de territorios que, luego del «abrazo de Charaña» (1975), convinieron en principio el Mandatario boliviano Hugo Banzer y el Presidente Augusto Pinochet. Un oligarca de tomo y lomo (Montt), pues, y el demonizado «tirano». Ningún izquierdista ni progresista. Y las dos veces, comprobaremos, fue Bolivia la responsable de que se perdiese la oportunidad.

Anticipado lo que precede, conviene reponer en su sitio la «verdadera verdad» del problema Chile/Bolivia, tan livianamente deformada por Castro y sus adláteres y admiradores chilenos.

Esta «verdadera verdad» presenta tres aspectos, y los tres muy complejos:

  • La ocupación chilena de Antofagasta, como detonante del conflicto armado. ¿Quién “tuvo la culpa”?
  • La renuncia boliviana a su litoral, el año 1904.
  • Las dos veces que, según dijimos, Bolivia tuvo el mar a la mano y no supo cogerlo.

¿Por qué Chile ocupó Antofagasta en 1879?

1. Chile nunca quiso ni menos buscó una guerra por el territorio y riquezas de Bolivia. Estaba completamente desprotegido contra ella. En 1871 había cerrado la Escuela Militar, y en 1876 la Naval. El ’79, YA PLANTEADO EL DIFERENDO CON BOLIVIA, redujo la planta del Ejército a un nivel históricamente bajo, menos de 3.000 hombres. El mismo ’78, apremiados por la crisis económica, intentamos vender los ultramodernos blindados recibidos en 1874/1876 de los astilleros ingleses (el Blanco y el Cochrane). Esas naves, es sabido, habrían de ser la condición precisa de nuestra victoria marítima, el primer año de la guerra. Una de las ventas estuvo casi lista, pero gracias a Dios el comprador se desistió.

2. Chile y Bolivia solucionaron de común acuerdo el tema de sus límites, mediante dos tratados sucesivos, el de 1866 y el de 1874.

El primero estableció como límite el paralelo 24, y un «condominio» de los dos países sobre las riquezas minerales situadas –según se aclararía después– entre los paralelos 23 y 25. Las entonces conocidas eran el guano de covaderas y, todavía secundario, el salitre.

En el Tratado de 1874, el límite definitivo continuó siendo el paralelo 24. Renunciamos sin compensación al «condominio» del salitre (no al del guano); Bolivia duplicó su renta de este origen. Sólo pedimos, y así se pactó, que Bolivia –ahora soberana absoluta sobre la mejor zona salitrera (si se descontaba la peruana de Tarapacá)– no alzara durante 25 años los impuestos a los chilenos que allí la explotaban.

3. Es de notar que TODO en aquella zona era chileno. Desde luego, la sociedad más importante de la región y del rubro calichero, la Compañía del Salitre y Ferrocarril de Antofagasta. Lo mismo, muy mayoritariamente, sus socios. Y también el 80% de los pobladores y trabajadores del litoral ahora definitivamente boliviano. La estabilidad de impuestos constituía una protección mínima a nuestros connacionales, para compensar que ya no tendríamos condominio que los amparase.

4. Es de advertir, también, que mientras así se beneficiaba de nuestro buen espíritu y concesiones, Bolivia tenía celebrado con Perú un tratado secreto, «defensivo» (1873) que los obligaba a actuar de consuno contra Chile, en caso de dificultad entre éste y cualquiera de ellos. Vanamente intentarían que Argentina se incorporase a este pacto tan amistoso para nosotros.

5. Así las cosas, en 1878, el Presidente-dictador de Bolivia, general Hilarión Daza –falto de dinero, como siempre–, alzó en diez centavos por quintal español (46 kilos) el impuesto al salitre exportado por la sociedad chilena.

Pese a que lo hizo en forma arrevesada y tinterillesca, no existe hoy discusión seria de que esta alza violaba el Tratado de 1874.

La compañía se negó a pagar. Daza respondió ordenando la prisión del gerente, el cierre de la planta, su remate y el de los stocks. A la par, canceló las «estacas» (pertenencias salitreras) de la empresa chilena. Esta, en la práctica, dejaba de existir.

Finalmente, se fijó y difundió la fecha del remate: el 14 de febrero de 1879.

6. Chile, y en particular su Presidente, Aníbal Pinto, hicieron los más intensos esfuerzos para evitar una guerra que nos cogía desprevenidos. Incluso aceptaron los «buenos oficios» peruanos, siempre que Lima se declarase neutral… lo que no podía hacer, ligada como estaba por el pacto secreto. Daza, a quien envalentonaba esta alianza, se negó a todo. Aceptaría un arbitraje, dijo, siempre que se respetaran y cumplieran las medidas ya adoptadas. Lo que obviamente no nos era posible aceptar.

7. Se sabe que aquel 14 de febrero una fuerza anfibia de nuestro país ocupó Antofagasta e impidió el remate, detonando ello definitivamente la guerra Chile/Bolivia/Perú.

Algunos autores, reconociendo la ilegalidad internacional e insania de lo actuado por Daza, tachan de exagerada, desmedida, esta decisión de Chile.

No hay tal, era la MINIMA posible.

¿Por qué? Porque ya se hallaban en Antofagasta interesados, posibles postores del remate, y algunos eran extranjeros. Ellos, en caso de adjudicarse bienes en la subasta, tendrían indefectiblemente la protección de sus respectivos países, grandes potencias europeas, quizás los EE.UU. Dificultad gravísima para liquidar la guerra, aunque ésta concluyese en una victoria chilena… la misma traba que tendríamos al concluir y querer cerrar el otro frente del conflicto, el del Perú, forzados a entendernos con sus acreedores externos.

La ocupación de Antofagasta, pues, impidió que la guerra –respecto de Bolivia– se “internacionalizara” y se eternizara.

Quede claro, pues, que en 1879 Bolivia nos arrastró a una guerra que no queríamos, ni preveíamos, ni estábamos preparados para afrontar. Que hicimos lo imposible por evitarla. Y que impedir el injusto e ilícito remate ocupando Antofagasta era indispensable para obtener algún fruto de la futura victoria.

Más «verdades verdaderas»

Ahora quiero abordar la noción de que Chile (olvidándonos de los «oligarcas») le quitó a Bolivia –utilizando la fuerza de su victoria– el terreno y litoral cedidos por la paz de 1904, después de poseerlos veinte años conforme a la “tregua indefinida” de 1884. Esta tregua exigía un aviso de un año para que cualquiera de los dos países reiniciara la guerra. Y mientras no sucediera así, la parte de Bolivia que ocupábamos estaría sujeta “al régimen político y administrativo que establece la ley chilena”. Una virtual soberanía.

Caben sobre esto tres preguntas claves, cuyas respuestas, en conjunto, iluminan la «verdadera verdad» del mar que reivindica Bolivia. Aspiración digna y legítima (creo) del país del altiplano. Y que, siempre en mi criterio, resuelta positivamente beneficiaría no sólo a Bolivia, sino también a Chile. Pero no un DERECHO que tengan los vecinos.

Las preguntas referidas son:

1. ¿Por qué hubo veinte años de «tregua» hasta la paz de 1904?

2. Esta paz, ¿fue impuesta a Bolivia usando Chile la fuerza?

3. ¿Ha negado Chile a Bolivia, siempre, una razonable salida al mar?

Respuestas:

1. La larga tregua se debió a que tanto Chile como Bolivia planeaban que la segunda recibiese del primero, en compensación por el territorio ocupado –el cual así devendría definitivamente chileno–, las provincias peruanas de Tacna y Arica. Estábamos seguros de que en definitiva serían nuestras, por el plebiscito convenido al respecto con Perú, y cuya fecha máxima de celebración era 1893.
Llegó y pasó esa fecha sin plebiscito, pero Bolivia y Chile persistían en el propósito que expliqué, y lo solemnizaron con el Tratado de 18 de mayo de 1895, que veremos de inmediato.

¿Hicimos fuerza en la paz con Bolivia?

2. En 1904, la «fuerza» militar de Chile sobre Bolivia era teórica, ilusoria. ¿Íbamos a reanudar la guerra con un aviso previo de un año, para luego subir al altiplano buscando una victoria que impusiera la entrega jurídica de territorios que ya legítimamente administrábamos y gobernábamos como nuestros? La idea de que los soldados bolivianos, defendiendo su patria, fuesen fácilmente derrotables, era falsa, como lo comprobarían algunos años después los paraguayos en la Guerra del Chaco.

La auténtica «fuerza» de Chile la daba la posesión por veinte años de un territorio cuyas industrias y población ERAN ABRUMADORAMENTE CHILENAS, Y DESDE ANTES DE 1879.

Ya entonces, una vez ocupados esos territorios, Chile no podía devolverlos sin entregarlos, con su población, a la posible revancha y venganza bolivianas. No había gobernante nuestro que pudiese siquiera sugerirlo sin ser aplastado por la opinión pública. Esta composición de lugar de 1879 era, por supuesto, la misma y centuplicada en 1904.

Fue Bolivia la que gestionó secretamente una paz sin mar, a partir de 1902. Se llegó (1903/904), siempre de modo reservado, a un texto de acuerdo prácticamente completo, que aprobaron el canciller (Claudio Pinilla) y el Presidente (José Manuel Pando) de Bolivia. Pero luego cambió el gobierno de nuestro vecino, y el NUEVO Mandatario (Ismael Montes) y el NUEVO canciller (Eliodoro Villazón) igualmente expresaron su conformidad, coronada por la ratificación parlamentaria.

Este es el origen del Tratado de 1904. Largas tratativas con dos gobiernos sucesivos de Bolivia y sus respectivos presidentes. Aprobación del Congreso altiplanense. ¿Presión, fuerza chilena?

¿Por qué renunció Bolivia al mar? Persiguiendo:

A) Compensaciones materiales de todo orden que Chile asumió, y que según un entendido sumaron siete millones de libras oro.

B) Abrirse a concretas inversiones extranjeras, ya habladas, que ponían como requisito un país en paz, no en el limbo de una guerra «suspendida».

C) Eliminar la cláusula de la «tregua indefinida», que daba a los productos chilenos libre entrada a Bolivia, SIN CANCELAR NINGUN IMPUESTO, NI AUN LOS MUNICIPALES. Como la industria del propio altiplano pagaba éstos, la competencia chilena le era ruinosa.

¿Se equivocaron los bolivianos cuando libremente prefirieron estas ventajas a conservar su antiguo litoral? Lo saben ellos mejor que nosotros. Pero «fuerza» chilena no hubo, sino iniciativa de la otra parte, que alcanzó éxito en los términos que ésta planteaba.

No sobra añadir que la paz de 1904 tuvo un fuerte lobby contrario EN CHILE: los «oligarcas» nacionales que exportaban a Bolivia, y que con la paz perderían (y perdieron) los sobredichos beneficios tributarios.

Oportunidades perdidas… ¿por culpa de quién?

3. Dos veces ambos países convinieron un acceso marítimo para Bolivia, y las dos veces no prosperó al no conformarse el vecino con lo firmado, pidiendo NUEVOS beneficios que no lograron nuestra conformidad.

A) En el ya mencionado pacto de 1895, Chile prometió ceder Tacna y Arica a Bolivia si las recibía del Perú. Y de no recibirlas, prometió cederle la caleta de Vitor u otra análoga. De todos modos, Bolivia salía al mar.

Mas, para que su Congreso ratificase el tratado, fue planteando una serie de exigencias adicionales, aceptadas parcialmente por Chile, y cuya solución «definitiva» se plasmó mediante TRES sucesivos protocolos aclaratorios. Ellos y el tratado deberían ratificarse conjuntamente en ambos congresos. Chile lo hizo y promulgó y publicó los documentos. El Parlamento boliviano también ratificó… mas agregando una NUEVA exigencia, que naturalmente no habíamos conocido ni menos aprobado. La ratificación común quedaba incompleta, y en consecuencia inválida (1896).

¿Por qué Bolivia tiraba tanto de la cuerda, y nosotros contemporizábamos? Por el mismo motivo: el conflicto chileno/argentino alrededor de la Puna de Atacama, que podía desembocar en guerra. Ante esa eventualidad la diplomacia argentina cortejaba el apoyo de Bolivia, dándole el arma para presionarnos.

Pero en 1898 el incordio de la Puna se solucionó pacíficamente, perdimos interés en el trajinado pacto de 1895 –nunca se ratificaría debidamente– y Bolivia perdió el puerto que tuviera en la mano. Se había pasado de lista.

B ) El año 1975, el Presidente Pinochet convino en principio con su colega Hugo Banzer, de Bolivia, trocarle un corredor de 3.000 kilómetros cuadrados chilenos, hasta el Pacífico, por una similar superficie boliviana, limítrofe.

Se reanudaron las relaciones diplomáticas y el acuerdo fue simbolizado en «el abrazo de Charaña» (poblado boliviano del límite) Banzer/Pinochet. Bolivia salía al mar.

Pero inmediatamente hará lo mismo que el año 1895: nuevas exigencias, dilatar la concreción de lo preconvenido, etc. En septiembre de 1977, los dos países convienen retomar las conversaciones designando representantes al efecto. Chile nombra los suyos; Bolivia, no. Pinochet escribe a Banzer dos cartas conciliatorias. No hay respuesta. Marzo de 1978: Bolivia rompe relaciones diplomáticas con Chile, sin expresar causa… a la verdad, sin ninguna causa.

¿Qué había sucedido? También lo de 1895: Argentina, al filo de la guerra con Chile por las islas del Beagle, cortejaba el apoyo de Bolivia. Ésta (parece) apostó a esa guerra para mejorar la oferta de Charaña… y nuevamente perdió. Hoy es su bandera lo que entonces admitió y luego no quiso tomar.
Estas conductas han sido propias y soberanas suyas. Pero que no se diga que nunca le hemos hecho ofertas serias –tan serias, que de partida las aceptó– para volver al mar.




(*) Publicado en La Segunda, 3 y 10 de marzo de 2009.