Poderosas

P. Raúl Hasbún | Sección: Familia, Sociedad

04-foto-1-autorLa revista Forbes acaba de publicar su ranking de las 100 mujeres más poderosas del mundo. Acaparan las preferencias aquellas que se desempeñan en la política, en la macroeconomía o en la monarquía. Forbes dice poner en la balanza tres factores de poder: logros profesionales, influencia política e imagen pública.

Más allá del halago personal para las elegidas, y de la sutil egolatría de erigirse, una revista, como árbitro o jurado del poder femenino, cabe formular preguntas elementales: mujeres poderosas ¿en qué? Poderosas ¿respecto de quién? Poderosas ¿sinónimo de exitosas?

El poder es un concepto valóricamente neutro: significa la potestad, facultad o facilidad de hacer algo; o el dominio, imperio o jurisdicción para ordenar hacer algo. En el primer caso, el poder está limitado por los hechos; en el segundo, por el derecho. Decir genéricamente que una mujer es poderosa no significa ni garantiza que haga cosas valiosas ni ordene hacer cosas provechosas.

En un concepto ético, normativo el poder se califica por su aptitud real para servir al bien de otras personas (la palabra auctoritas , en latín, significa hacer crecer, aumentar). En definitiva, poder se identifica con servicio, y servicio con amor. Poderosa es la mujer que se pone al servicio de los demás e impregna su servicio con el hálito, la inspiración, el método y los frutos del amor.

Los criterios de Forbes marginan del ranking a millones de mujeres que no pueden exhibir logros profesionales, carecen de influencia política y no tienen imagen pública. Y sin embargo tienen poder. Su ícono es la dueña de casa. Con razón se llama dueña: acredita dominio, tiene jurisdicción, ordena, prohibe, dispone. Su presencia e influencia gravitan en modo decisivo sobre el bienestar material, sicológico y espiritual de quienes habitan con ella. La fe, la esperanza, la concordia; el orden, la templanza, la recta jerarquía de valores; el cultivo de las relaciones intra y extrafamiliares; la atención inmediata a requerimientos de salud, de escolaridad, de refacción o de administración que no admiten espera; y la conciente, admitida responsabilidad de saberse centro neurálgico, punto de partida y de llegada, fuente de aliento, signo de reconciliación, columna indeclinable que soporta los cimientos del hogar y anuda la convivencia, son hechos y responsabilidades que convierten a la mujer dueña de casa en poderosa por excelencia, dotadas de una facultad de influencia que supera por lejos el escaso rango de afectación atribuible a medidas de la macroempresa o de la alta política.

04-foto-2La mujer es la más eficaz colaboradora de Dios en el poderoso oficio de formar el corazón. Lo hace mediante el servicio, el sacrificio, la misericordia y la súplica. Como María, Madre de Dios. La Iglesia la llama: “omnipotencia suplicante”.




Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Revista Humanitas, www.humanitas.cl.