Hispanidad y Mestizaje

Osvaldo Lira, SS.CC. | Sección: Historia, Política, Recomendados, Sociedad

El ensayo “Hispanidad y Mestizaje” fue escrito por el padre Osvaldo Lira en 1950, durante su estadía en España, y en 1985 fue editado nuevamente, junto a otros dos ensayos que conforman el libro del mismo nombre.

Con la rigurosidad intelectual que lo caracterizó, el padre Osvaldo Lira se hace cargo, en primer lugar, de precisar cuáles son los elementos constitutivos de toda nación. Al igual que toda realidad, posee una esencia, y dicha esencia se va verificando, no de manera sustancial, por carecer la nación de verdadera subsistencia, ni simultánea, sino que de manera sucesiva. Por esta razón, la nación puede hacer más o menos intensa la identidad consigo misma, correspondiendo a sus hijos, bajo pena de lesa patria y de pecado contra la virtud teologal de la caridad, velar por la conservación y el enriquecimiento de las verdaderas esencias nacionales. “Toda otra actitud –exclama- se hallará necesariamente en pugna no sólo con la dignidad humana sino también con el ejemplo de Nuestro Señor, que llora ante la previsión de la ruina política de su patria, así como con las normas más elementales de una auténtica política cristiana”.

En la constitución de las naciones hispanoamericanas, el elemento español se comportó siempre frente al elemento indígena como el principio activo frente al pasivo, como el impulso interior frente al límite exterior, como la forma substancial respecto de la materia prima y, en definitiva, como el alma, principio vital determinante, frente al cuerpo, principio material determinable. Es esta influencia de una cultura superior sobre otra inferior en lo que consiste propiamente el mestizaje.

El autor se hace cargo de las críticas de los “indigenistas”, que intentan negar la influencia española como determinante en el continente americano. Dice el padre Lira, ilustrando este punto: “Inútilmente buscaríamos, en efecto, un solo valor fundamental de la cultura española abandonado por los virreyes o por las demás autoridades establecidas por España en América; en vano buscaríamos también algún valor fundamental y privativo de la cultura azteca o de la de los incas que haya venido a figurar como principio orientador, y no solamente como rémora, en las culturas mexicana o peruana, respectivamente. Limitar no es lo mismo que impulsar. El límite viene de fuera; el impulso viene de dentro. El que limita deja cierto número de posibilidades más o menos amplio; el que impulsa, en el orden y medida mismos en que impulsa, señala –más aún, impone- cierta dirección determinada y única, con exclusión de todas las demás. Ese es el error fundamental de los indigenistas […]: el de no analizar, el de no situar, el de confundirlo todo.”

Con respecto a las influencias de otras naciones europeas en la constitución esencial de las naciones hispanoamericanas, el padre Osvaldo Lira sale al paso de ciertos sectores que sostienen que el concepto de Hispanidad no corresponde a la verdad histórica, y que con igual derecho podría hablarse de galicidad o italidad. Frente a esta objeción, el autor responde lo siguiente: “Nuestra respuesta ha de ser, naturalmente, negativa. […] La razón es obvia. Los valores franceses e italianos no han dispuesto jamás, frente a los valores españoles, del margen de decisiva superioridad de que éstos siempre y por doquiera pudieron disponer frente a los indígenas.”

La influencia de las demás naciones europeas posee un carácter accidental en la constitución de las naciones hispanoamericanas. Los elementos europeos no españoles son análogos, en el análisis del padre Lira, a las formas accidentales que inhieren en la substancia compuesta. “Esto es, en realidad, lo que resume la fisonomía espiritual hispanoamericana: materia prima indígena, forma cuasi-sustancial española, formas cuasi-accidentales europeas extra-españolas. Como conclusión, puesto que la inscripción en una especie, así como las perfecciones privativas de una realidad, arrancan todas de la forma sustancial, podemos formular la homogeneidad esencial de la cultura hispanoamericana con la cultura española diciendo que todas y cada una de las perfecciones que encerrare la cultura hispanoamericana ha de dimanar exclusivamente, como de su primer principio esencial intrínseco, de la cultura española”.

¿Cómo se justifica tal superioridad de la cultura española por sobre las culturas indígenas? El autor responde: “La razón decisiva por la cual la cultura española pudo actuar como elemento determinante o formal de la cultura hispanoamericana fue, en buenas cuentas, su espíritu cristiano. No pretendemos con esto hacer del cristianismo un elemento integrante de ninguna cultura, porque sabemos de sobre que su trascendencia sobrenatural se lo impide […]. Pero si no puede ser elemento integrante de una cultura, puede ser -e incluso debe ser-, respecto de ella, principio determinante trascendente. […] Ninguna forma de cultura extra-cristiana ha llegado a concebir, remotamente siquiera, las verdades especulativas y prácticas del Derecho natural. Esto resulta tan cierto en el caso de la refinadísima civilización grecorromana como en el de la barbarie azteca. Eso fue lo que la Iglesia logró infundir en el seno social del Imperio romano, como lo que los españoles llevaron a América”.

Por último, y conciente del proceso de descristianización que sufren hoy en día las naciones hispanoamericanas, dominadas por ideologías que nada tienen que ver con los principios en que éstas se fundaron, el padre Osvaldo Lira se preocupa de diagnosticar la enfermedad de que adolecen las naciones hispanoamericanas y de recetar el remedio para las mismas.

A pesar de que han pasado 50 años desde que se escribió este ensayo, las circunstancias actuales hacen de este diagnóstico y de la receta para su solución algo de total actualidad.

La enfermedad: la ignorancia sobre nuestros valores raciales, mantenida y robustecida por los enemigos históricos de la Patria y, además, por aquellos que se encuentran dentro de la misma. Mientras no se conozcan dichos valores, no es posible amarlos, pues nadie ama lo que no conoce. De esta misma ignorancia de los valores propios, proviene aquella sobrevaloración desmesurada de los valores extranjeros, tan frecuente en las actuales naciones hispanoamericanas.

El remedio que el autor ve a la crisis de identidad de las naciones hispanoamericanas comienza con “el conocimiento de nuestra historia. Pero no hablemos ahora de ese conocimiento minucioso y detallista que va cogiendo cada hecho concreto para estudiarlo solamente en su pura entidad material, sino de un conocimiento verdaderamente histórico, en el cual cada uno de los fenómenos que van poco a poco estructurando la vida de una nación constituya un punto de referencia para captar el espíritu o la esencia de dicha comunidad nacional. Tal vez en ningún orden de cosas ha de necesitarse limpiar tan cuidadosamente la mirada como en la empresa de aquilatar los aciertos y errores, las grandezas y desventuras, de la marcha histórica de una nación. En ninguna, tampoco, se deja sentir con mayor urgencia la necesidad de rectificar opiniones y, por consiguiente, de proveernos de buenos elementos de juicio.”

JRB

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