Los costos del control de natalidad

Colin Mason | Sección: Recomendados, Sociedad, Vida

La primera frase del más reciente libro de Steven Mosher es muy gráfica. Señala que nuestra generación ha sido criada “con la ponzoñosa dieta de la propaganda de la sobrepoblación”.
Esta publicación titulada “Population Control-Real Costs, Illusory Benefits” (Control Natal, costos reales y beneficios ficticios) es, ante todo, una contundente respuesta a la tesis de que la raza humana se está multiplicando inexorable y descontroladamente, y dirigida hacia un profundo precipicio demográfico como un grupo de lemmings (aquellos personajes de video juegos que se suicidan en masa ante situaciones de peligro). En efecto, las estadísticas actuales muestran que el mundo no está, ni nunca ha estado superpoblado. Ni lo estará tampoco. De hecho, de acuerdo con los expertos internacionales (donde inclusive podemos citar a más de un defensor del control natal), las tasas de fertilidad en todo el mundo están cayendo a un ritmo vertiginoso.
De esta manera, Mosher desbarata completamente aquel escenario del bote salvavidas planteado en la década de 1970, el cual postulaba que para sobrevivir, era absolutamente necesario echar algunos de sus pasajeros por la borda.
No sólo falso, sino altamente nocivo.
El control natal no solamente fue emprendido sobre una serie de tesis muy cuestionables en su época y que la realidad actual se ha encargado de desmentirlas. No obstante, el trabajo de Mosher apunta algo aún más dramático. La historia del movimiento del control natal está repleta de violaciones a los derechos humanos. Son muchas las personas, principalmente mujeres pobres, quienes fueron obligadas a sufrir abortos, esterilizaciones y la anticoncepción. Realizados en nombre de un supuesto bien de la humanidad (y quizás por ello aún más ominosos), todas estas personas tienen algunas terribles historias que contar.
Los primeros capítulos del libro describen la historia del movimiento de control natal y muestran cómo nunca fue el fenómeno cultural, científico e inteligente, que sus defensores dicen que fue. Al contrario, este movimiento encuentra sus raíces idelógicas en figuras como Thomas Malthus, Margaret Sanger, John D. Rockefeller y Hugh Moore quienes lideraron un movimiento dominado por las ideas del elitismo cultural y del racismo radical, tesis lejanas de un nivel científico aceptable y más cercanas al nivel panfletario.
“Los derechos humanos no son negociables, de lo contrario no serían derechos en modo alguno”, señala enfáticamente Mosher. “Las violaciones a los derechos más básicos, como el derecho a criar a sus propios hijos, no pueden ser conculcados por ningún cálculo de costos versus beneficios. Nunca más deberíamos permitir que tales violaciones a los derechos humanos puedan ser justificadas o disculpadas en función a un supuesto mayor bienestar común”. El libro explica exactamente cómo el movimiento de control natal bajo nuevos eufemismos continúa violando esos derechos básicos siempre arguyendo la búsqueda de un “bienestar” conseguido mientras menos niños existan. Como Mosher apunta, la herencia que nos ha dejado son millones de vidas perdidas o arruinadas y decenas de millones más de sus derechos humanos básicos. Haciendo un juego de palabras en inglés, el capítulo titulado “Human Rights and Reproductive Wrongs” contiene una lista detallada de todos los derechos humanos conculcados en el nombre del control natal.
Mosher describe con minuciosidad varios casos concretos que sustentan elocuentemente sus afirmaciones. Siendo el mayor conocedor del modelo de control natal aplicado en China y su política de sólo un hijo explica cómo todos los programas de control natal alrededor del mundo echan mano de las principales tácticas chinas. Una similar descripción de lo que pasa en Nigeria le ofrece un caso ideal para analizar de qué modo los promotores del control natal con una mentalidad occidental coaccionan a los países pobres a aceptar políticas públicas abusivas que luego aplican con mano dura, violando o socavando los derechos humanos y la libertad de su gente.
El control natal no paga, al final te pasa la factura… literalmente
Si bien los promotores del control natal pisotean los derechos humanos buscando el “bien mayor” de la disminución de la población, no es el único mal que acarrean. Ellos también le quitan importantes recursos a los programas de atención primaria de salud desatendiendo las necesidades reales en material de salud pública. Por citar un ejemplo, gracias al tiempo y recursos mal utilizados en anticonceptivos y abortivos indeseados e innecesarios, la malaria se esparce libremente por África. Muchos países pobres han convertido muchas instalaciones de salud en centros de distribución casi exclusiva de anticonceptivos mientras que su población muere de enfermedades evitables con un mínimo de prevención o cuidados oportunos.
El control natal no ofrece beneficios reales. Sus “beneficios” son meras ilusiones diseñadas para embaucar a los países pobres e imponerles una agenda occidental elitista. El control natal, escribe Mosher, es precisamente eso: control. Organizaciones como el Fondo de Naciones Unidas para Actividades en Población – UNFPA, lejos de prestar un servicio real, han sido literalmente embajadores de la muerte para los países menos desarrollados.
“Population Control” no se limita solamente a definir los problemas. También propone soluciones. Mosher dedica el capítulo final de su obra a analizar los caminos de solución posibles para que las naciones en desarrollo eviten el desastre demográfico que ahora las amenazan (y que ya está presente en casi todas las naciones desarrolladas). Pequeñas disminuciones en el pago de impuestos o minúsculos subsidios por tener hijos no son para nada suficientes. Las parejas jóvenes, sostiene, necesitan ser exoneradas totalmente de impuestos en función a que dedican su dinero y esfuerzo personal en los ciudadanos (y contribuyentes) del futuro. Asimismo, los programas de control natal deberían detenerse tan pronto como sea posible. Mosher concluye citando a Julian Simon: “los seres humanos son el recurso primordial, el más importante”.

Colin Mason, Director para la Producción de Comunicaciones del PRI.
Si desea adquirir una copia del libro puede dirigirse a www.pop.org.

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