80 años de Normandía. ¿Dónde estamos?

Juan Pablo Zúñiga Hertz | Sección: Historia, Sociedad

El 6 de junio recién pasado se conmemoraron los 80 años del Desembarco de Normandía.

El día 5 de junio en la tarde me encontraba en el trolley de la ciudad de San Diego, California, misma hora a la cual, pero en su equivalente francés, hace 80 años comenzaban a caer más de 20.000 unidades del mítico batallón “101st Airborne” del ejército norteamericano. Curiosamente el trolley estaba pasando cerca del “United States Marine Corps Recruit Depot, San Diego”. Al mismo tiempo, miraba a los pasajeros del vagón en que me encontraba: no había un solo joven que, por su apariencia, manera de hablar y de expresarse, no estuviese totalmente corrompido por la ideología de las identidades de género. Lo digo así, por ser suave y evitar problemas.

Miraba a esos jóvenes de no más de 25 años en mi vagón y veía fotos en mi celular de los muchachos americanos –de entre 18 y 25 años en su gran mayoría– que hace 80 años lo arriesgaron todo en la playa Utah y Omaha armados con sus rifles M1 Garand, subametralladoras M3, la bazuca M9 y una Colt .45 al cinto. Miraba y pensaba, ¿qué pasó?, ¿dónde estamos?

No soy antropólogo ni sociólogo como para explicar cómo es que los muchachones de la Easy Company de hace 80 años, que se lanzaban en paracaídas con armamento y municiones que superaban fácilmente los 30 kilos, se transformaran en enjutos y delicados jóvenes vestidos de rosa y múltiples colores, cuya única carga es el peso del celular y tal vez el de un libro de bolsillo con panfletaria identitaria.

Sí me atrevo a decir que lo que pasó entre 1944 y 2024 fue la revolución cultural de los años 1960. En su tiempo fueron barbudos hediondos y mujeres hirsutas que querían cambiarlo todo. Esa era la imagen visible de los años 1960, pero la composición ideológica de carácter neomarxista que había por detrás tenía muy claro que los frutos de dicha revolución cultural habrían de verse a 50-60 años plazo. La en apariencia inocente píldora anticonceptiva no sólo destruyó las estructuras de crecimiento demográfico, sino que cambió la estructura neuroquímica del cerebro de cientos de millones de mujeres en Occidente y, de paso, destruyó la sacralidad de la unión conyugal.

Con todo esto, ¿qué podía salir mal? Todo. Y aquí estamos, con buena parte de las sociedades occidentales envejecidas, emasculadas, empobrecidas espiritualmente, sin rumbo y, lo que es peor, sin Dios. Estamos en un mundo de ególatras, cuyo ídolo –sea la belleza, la salud física, el deseo imbécil de no querer envejecer, el placer desenfrenado, y un de cuanto hay– los ciega al punto de ni siquiera entender de que lo sucedido hace 80 años en el norte de Francia, fue el comienzo de la liberación de Europa y de habernos dado la libertad que tenemos hoy.

Como la historia no está exenta de datos curiosos, se dice que el General George Patton –al igual que Sir Winston Churchill–, en su lecho de muerte, lamentase que los aliados habían cometido el error garrafal de combatir el enemigo equivocado: la Alemania Nazi en vez de la Unión Soviética de Stalin. Si el General Patton dijo o no la mentada frase de que se combatió el enemigo equivocado, no hay cómo saberlo. Lo que sí podemos es especular. Si se hubiese derrotado el comunismo y en seguida el régimen Nazi, tal vez se hubiese evitado el surgimiento neomarxista de los años 1960 y con ello la revolución cultural que hoy tiene a Occidente rumbo a su fin.

Pienso que estamos en los estertores de nuestra civilización. Hace 80 años las fuerzas aliadas bañaron de sangre las costas de Francia con decenas de miles de muertos que dieron su vida por nuestra libertad. Su sacrificio nos regaló 80 años más. Con las ideologías de género, la destrucción de la familia y del vínculo sagrado del matrimonio, y con el islam radical arreciando, ¿quién viene a nuestro rescate? La clave está en las palabras de Cristo al apóstol Pedro, al fundar la Iglesia, señalando que “los poderes de la muerte jamás la podrán vencer”. El cristianismo es la única salvación.