Otro desacierto diplomático

Juan Pablo Zúñiga Hertz | Sección: Política

“Seguimos”, nos dicen constantemente los señoritos del ejecutivo, con la intención de manifestar que las cosas se hacen. Lo que no entienden es que en el hacer las cosas, pueden ser hechas bien, más o menos, o mal. Lamentablemente, en el caso de la actual administración, ellos efectivamente “siguen” –en eso tiene razón–, pero haciéndolo todo mal.

El tema diplomático, lamentablemente, no ha estado ajeno a la labor de nuestros malhechores gobernantes. No podemos negar que desde siempre ciertas embajadas y consulados han sido utilizadas para pagar favores políticos y darle trabajo a uno u otro cercano al presidente, sin embargo, ciertas embajadas clave como la mal ponderada ONU, EEUU, Argentina, Reino Unido, España e Israel, eran siempre mantenidas con embajadores de peso. Desde el día 1 del gobierno ya no es el caso. Vimos el caso fundaciones extenderse hasta la exembajadora en Inglaterra; un amigo personal del presidente –un verdadero pinganilla– en la Embajada en España, y cómo olvidar la exembajadora Figueroa en Argentina, iniciando sus funciones en una reunión del más alto protocolo vestida de ¡zapatillas y Pecos Bill miércale!

Todo eso es parte de la anécdota, pero el mundo diplomático es sumamente sensible y cada paso, cada palabra, cada epístola, cada nota diplomática, tiene un significado que impacta directamente en las relaciones bilaterales y en los intereses de la nación. En los pasillos del mundo diplomático se tejen acuerdos, se mantienen, y se forjan inclusive canales de comunicación alternativos que son de vital importancia en situaciones extremas como lo son los conflictos bélicos.

Con los vientos de guerra que soplan en el planeta, hoy más que nunca es importante tener una cancillería y un poder diplomático de primer nivel, el cual requiere también de un presidente que esté en línea con los términos en los cuales se maneja la diplomacia. Es ahí donde tenemos una falla terrible que se suma al anecdotario de las figuras folclóricas que han pasado por las embajadas. En tiempos de guerras los blandos y los charlatanes no sirven. El Sr. Boric no solamente es un charlatán profesional –única profesión que consiguió, a través de la Universidad de la vida– sino que es una persona débil y lleno de flaquezas, muy propio de una generación de jóvenes igualmente débiles.

En sus charlatanerías, el Sr. Boric se ha dado el gusto de darle rienda suelta a su antisemitismo que ha deteriorado las relaciones con Israel. No solamente le cerró la puerta al embajador de Israel durante la entrega de las credenciales, lo llamó de criminal, ha llamado a Israel de genocida, en cuanto diputado se reunió ni más ni menos que con líderes de Hamás, y ahora ha decidido tomar el lado de Sudáfrica y de una lista de países mediocres en una demanda en la Haya contra Israel por el supuesto “genocidio palestino”.

No podemos olvidar que, en 1978, cuando nuestro país estaba bajo la Enmienda Kennedy, frente al tremendo desafío que se nos venía encima como lo era la guerra contra Argentina, y que escalaría a un enfrentamiento también con Perú y Bolivia, la ayuda militar vino justamente desde el gobierno israelí de Menachem Begin. Por ello, en tiempos de inestabilidades como los actuales, es inadmisible tener un presidente que se dé su gran gustazo de destruir las relaciones diplomáticas con quienes han sido firmes aliados militares y comerciales.

Durante el conflicto de 1978 nuestro país se preparaba para la guerra entrenando y fogueando una armada y una infantería como nunca habíamos tenido. El plano diplomático fue entregado al Canciller Cubillos quien realizó una labor impecable, en la cual utilizó y agotó cada uno de los recursos, conversas diplomáticas, canales alternativos y las herramientas necesarias para negociar la paz hasta el último minuto –2 horas antes de la invasión argentina– y prepararnos para la guerra. Cómo olvidar sus palabras: “Yo nunca negocié pensando que si tenía que ir a una guerra la perdía. Yo tenía claramente la visión de que yendo a una guerra iba a ser un desastre. Pero que, si nos hubieran llevado a una guerra, la hubiéramos ganado y el Ejército chileno habría invadido Buenos Aires. Bajo esa seguridad uno negocia muy tranquilo”.

Póngase en el siguiente escenario: ante la eventualidad de un conflicto en gran escala, ¿le da confianza tener un presidente que se da el lujo de –perdóneme– de hociconear contra históricos aliados de Chile? ¿Cree usted que el Sr. Boric tiene la fortaleza mental –y física– como para sentarse en una mesa con líderes mundiales? ¿Se imagina que la guerra llegue a tocar nuestra puerta, teniendo en La Moneda a una banda que desprecia profundamente las FFAA? ¿Se imagina el decreto de movilización nacional y de estado de guerra que esta gente firmaría, con palabrerías como los derechos humanos, que los pueblos, que los hermanos y esa sarta de sandeces? Ni Dios lo quiera.