Odiar a cualquier costo

Juan Pablo Zúñiga Hertz | Sección: Educación, Política, Religión, Sociedad

Si usted se identifica de derecha, sin importar cual, sea derecha social, conservador, da lo mismo cual, de seguro alguna vez en más de una discusión con algún oponente, usted fue llamado de fascista o de nazi. Si la conversa subió de tono, seguramente su contraparte lo llamó a usted de asesino, de intolerante, de genocida, de encubridor de asesinos, etc. ¿Me equivoco?

Pues bien, la inversión de los principios en el progresismo mundial y su búsqueda para agudizar las contradicciones ha llegado a tal punto que se están contradiciendo a sí mismos, transformándose en lo que ellos acusan y hasta defendiendo lo que satanizaban.

En el desatar de las furias de millones de progresistas mundiales después del inicio de las operaciones militares de Israel para terminar de una vez con las fuerzas diabólicas de Hamás, ha surgido con toda fuerza el antisemitismo y también la incongruencia. Los mismos que antes nos acusaban de nazi, pues ahora dicen –explícitamente– que Hitler tenía razón. Aquí en EE.UU. han tenido la osadía de celebrar al führer y hasta decir que se quedó corto en sus planes de exterminio. Es decir, pasaron de condenar al nazismo y de llamar de nazi a todo quien pensase diferente que ellos, a ser nazistas ellos mismos.

Estos mismos energúmenos que lo llamaban a usted de encubridor de asesinos y de genocida por manifestar su apoyo al gobierno militar o a la hegemonía norteamericana, ahora están muy campantes celebrando las barbaridades de Hamás y, nuevamente aquí en los EE.UU., incitando y llamando a un nuevo genocidio judío. Es decir, se transformaron también en genocidas y en cómplices y encubridores de los asesinatos más sórdidos, violentos y repugnantes de los que se tenga memoria. Hace días atrás una agitadora llamada Tara Tarawaneh manifestaba públicamente el “regocijo y la enorme alegría que le produjeron las potentes imágenes” de las masacres del 7 de octubre. Obviamente una muchedumbre de energúmenos compartía su alegría.

El antisemitismo siempre ha estado presente, pero ahora se le suman nuevos bríos provenientes de millones de jóvenes progresistas cuyas mentes y almas fueron trabajadas durante años para destruirles los códigos morales, eliminar de sus vidas la fe cristiana, vaciar de sus mentes los contenidos y tradiciones enseñadas durante milenios y sustituirlos por perversiones a todo nivel. ¿El resultado? Jóvenes con odios en estado de ebullición, pero maquillados de esa inmundicia injusta que llaman de justicia social. Estas pobres almas tal vez nunca fueron antisemitas, pero ahora lo son, pues tal como en los pogromos o en tiempos del nacional socialismo –su nueva ideología favorita– la cuestión es descargar el odio contra el blanco perfecto: los judíos.

Ese es el meollo del asunto: darle rienda suelta al odio. Como estas generaciones han sido adoctrinadas de esta manera, lo que usted y yo vemos como un odio francamente asustador, es para ellos sinónimo de lucha, de justicia; sienten que los hace mejores y más empáticos y –utilizando esa palabrita ridícula que me enerva– los empodera. El progresismo vive una falsa ilusión, un espejismo, de manera que creen en algo que es falso y que los llevará finalmente a la condenación. Esto es precisamente lo que nos advertía el Papa Benedicto XVI: la dictadura del relativismo. Esta no reconoce nada como definitivo, transformando en algo positivo hasta las más deleznables conductas del ser humano, como las masacres del 7 de octubre.

El antisemitismo es maligno. Ahora, el antisemitismo que se manifiesta en este matrimonio entre progresismo e islamismo radical es diabólico. ¿Qué ser humano en su sano juicio puede decir que se deleita y regocija al saber que unas bestias –perdonando lo gráfico– colocaron un bebé en un horno mientras sus padres eran psíquica y físicamente torturados al tiempo que eran obligados a ver su hijo en tal estado? Solo quien es inspirado por Satanás mismo puede alegrarse con ello.

Sí, son tiempos oscuros. No necesita ser creyente para comprender que estamos frente al desatar de fuerzas malignas cuyo objetivo es el aniquilamiento de cada judío de la faz de la tierra, seguido por la eliminación de cada cristiano y, finalmente, la islamización mundial. Por lo tanto, no sea iluso pensando que este es un problema entre israelíes y palestinos. Es un problema global, pues después de Israel, vienen por usted.