Elecciones en Argentina: Cambalache problemático y febril

Vicente José Hargous Fuentes | Sección: Familia, Política, Religión, Sociedad, Vida

“El mundo fue y será una porquería, ya lo sé,
En el 506 y en el 2000 también.
Que siempre ha habido chorros,
Maquiavelos y estafaos’,
Contentos y amargaos,
valores y dublé […]”.

Tango Cambalache

Con dolor, el resto del continente puede ver que la Argentina de los últimos años ya no es la gloriosa de Gardel, de Borges, del París sudamericano… ¿Qué pasó? “¡Cambalache, problemático y febril!”, como dice el tango. Corrupción por todas partes. Un país que, siendo rico en recursos naturales ―no digamos ya en cultura―, cae y cae como si no hubiera fondo… un país ejemplar en tantas cosas, que se consume irremediablemente en la corrupción, la política como mafia, la economía orientada a cualquier cosa menos a la producción efectiva de riqueza. Un argentino me contó que llegó a trabajar a una oficina pública en la que “trabajaban” cinco personas haciendo algo que era perfectamente reemplazable por un funcionario con una planilla de Excel bien hecha. “El que no llora no mama, y el que no afana es un gil”, sigue diciendo la canción compuesta por Enrique Santos Discépolo.

Frente a ese Estado elefantiásico, a ese clientelismo nocivo, a esa maldita política depravada de la que no se salva nadie (“en el mismo lodo todos manosea’os”, sigue la canción)… Frente a la lamentable situación del país de la plata, tenía que surgir un personaje como “el peluca”. Alguien que golpee la mesa, que con su discurso contra “la casta” y sus insultos manifieste la indignación de un pueblo que ya superó el 40% de pobreza. Pero hay que ser cautos, que no todo lo que brilla es oro: este personaje que propone cambiarlo todo difícilmente logre lo que se propone y, además, su “ateísmo de derecha” y su “marxismo de derecha” no son para nada opciones razonables, mucho menos para un cristiano. ¿Qué alternativas hay? Macri y la centroderecha ya se vio que fueron un fracaso ¿No sería mejor elegir el cambio? La verdad, no lo sé. Puede que sea así, pero idolatrar a Milei como si fuera el nuevo mesías ciertamente es caer en la misma ceguera de siempre. “Da muchísima pena que realmente crean que el futuro de todos se juega en una elección” ―ha señalado Lupe Batallán―, “es la misma dialéctica cada cuatro años y las cosas nunca mejoran pero tampoco cambian. Depositan la esperanza en hombres y así les va. La Fe va en lo Alto, no acá”.

Algo tiene que estar mal ―en el modelo de partidos, de elecciones, o simplemente en la cultura política de nuestro tiempo― si el sistema en el que vivimos tristemente deriva en esto: que pretendiendo que el pueblo ejerza el poder por vía del sufragio, en realidad lo termina obligando a ser un malmenorero, como dijera Juan Manuel de Prada, y “el malmenorero se convierte gozosamente y sin remordimiento alguno en utilitarista (y tonto útil)”. Es posible que Milei sea lo menos malo frente al cáncer de la corrupción, pero seguirá siendo un mal candidato. Un político que “tiene cosas muy buenas, [… pero] tiene otros puntos que son bastante preocupantes […], cosas que son incompatibles con un pensamiento cristiano” (P. Javier Olivera Ravasi).

Es verdad que Milei se dice provida… pero Lupe Batallán también ha cuestionado la sinceridad de esa postura: “¿dónde estaba Milei en 2018 y 2020 cuando debatíamos el aborto? ¿Fue al Congreso? ¿Estuvo en las marchas, haciendo lobby, poniendo la cara?”. Y bueno, aun así es mejor que Massa. Puede ser. Pero no deja de ser llamativo que haya católicos diciendo que es un deber moral votar por un sionista extremo, autoproclamado profesor de “sexo tántrico”, que sostiene que es aceptable la venta de los propios órganos e incluso de niños (!). Un personaje absolutamente alineado con el “silencio de esclavitud” apoyado por las voces de quienes quieren ser “sonido de libertad”. “¡Los inmorales nos han igualado!”, sigue diciendo el tango:

“Es lo mismo el que labura
Noche y día como un buey
Que el que vive de los otros
Que el que mata o el que cura
O está fuera de la ley”.

Lo peor es la inevitabilidad de optar entre lo malo y lo pésimo. Massa significaría mantener el estilo de siempre: corrupción, clientelismo y, probablemente, el socialismo del siglo XXI al más puro estilo de Néstor y Cristina. No sé si Milei finalmente salga Presidente, no sé si sea la opción menos mala. El padre Javier Olivera Ravasi ha sostenido algo parecido: “si uno me apura, hoy por hoy, [Javier Milei] sea quizás de los potables candidatos a la presidencia, y quizás el menos malo”. Tal vez para un católico una eventual restricción del aborto justifique su votación, o quizás incluso sus posturas económicas lo justifiquen ―de eso sabrán más los argentinos que yo―, pero votando por él no porque sea liberal, sino a pesar de serlo. No por ser un auténtico provida, sino por ser la única alternativa posible de alcanzar algún cambio positivo. No por ser el líder que necesita Argentina para salir adelante, sino por ser un modo de evitar seguir cayendo en el pozo sin fondo.

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Suroeste el viernes 10 de noviembre de 2023. La ilustración fue realizada por José Ignacio Aguirre para Revista Suroeste.