- VivaChile.org - https://viva-chile.cl -

El verdadero significado del plebiscito

Ya no se puede decir mucho más sobre lo que estamos viviendo o, mejor dicho, sufriendo.  No obstante, hay una idea revoloteando hace décadas, desde el origen de un proceso político que tuvo su presentación en sociedad el 18 de octubre de 2019, bajo el nombre de “estallido social”, pero que, en realidad, no era más que un estallido insurreccional. Esta idea es la utilización de Chile como conejillo de Indias de los experimentos izquierdistas a nivel mundial. Hemos sido usados por las corrientes del viejo cuño hasta las más elaboradas, tales como el neomarxismo y la deconstrucción. En el pasado fueron el Frente Popular y la vía chilena hacia el socialismo. Hoy, por su parte, se trata de ser el “país piloto” del programa de “desarrollo sustentable de la ONU”. Ser un modelo de “rediseño nacional”, que sirva de ejemplo al mundo entero y que es la refundación del país en palabras simples y claras. La zurdería no termina de pasar la cuenta por el duro revés que sufrió el 73.

Podemos entender mejor lo que estamos sufriendo gracias a los medios de comunicación, que nos permiten saber con facilidad lo que pasa en todo el mundo, aunque sea sesgadamente. Esto es un duro golpe para quienes defienden la tesis del estallido social.  Las noticias que llegan desde el exterior nos hablan de “estallidos sociales” iguales al nuestro, o sea, estallidos que de sociales no tienen nada, salvo su inicio en demandas muy entendibles, pero solo en algunas ocasiones ocurre esto. Una especie de “temporada de estallidos”, muy curiosos éstos, todos tienen la misma característica: el deconstructivismo de la sociedad en que ocurren y, por ende, de la civilización occidental. Las diferencias corresponden a meras adaptaciones a la realidad local. 

Un reclamo habitual es el abuso de la policía, pero cierto tipo de abuso. El abuso a quienes sirven de mártires de la causa, quienes no son necesariamente ejemplo de buena conducta. En Chile, un manifestante con piedras o molotov herido, vale más que un trabajador asesinado.  En Estados Unidos, una víctima de la violencia policial vale según su raza, no por el motivo de la violencia o sus antecedentes. George Floyd, ciudadano negro que murió por fuerza policial desmedida, tenía antecedentes penales y estaba cometiendo un delito, pero recibió honores del más alto nivel en su funeral y su muerte originó un estallido de descontento. Nunca la muerte de un ciudadano blanco genera tal nivel de rechazo, aunque se trate de un crimen abusivo en contra de una persona ejemplar.

Este tipo de diferencias podrían entenderse desde la perspectiva de los sentimientos, pero no se trata solo de sentimiento, sino de acciones manipuladas desde arriba. Las personas comunes y corrientes creen que se trata de un movimiento de reivindicación que solo yerra en sus métodos.  Craso error. Los más perjudicados son los más vulnerables, los supuestos defendidos y representados. Así como, en La Araucanía, la CAM ha aumentado la pobreza y los crímenes contra los mapuches, y la primera línea tiene sin sustento a numerosos pequeños empresarios y a sus empleados, en muchas ciudades estadounidenses, son los pequeños locatarios negros e hispanos los más afectados con la destrucción de la propiedad privada.

Todo esto va acompañado de la lucha constante contra la policía.  Idealmente debería reformarse para que sea servil a los proyectos de la deconstrucción social. Destruir el sentimiento de autoridad es fundamental, así como los conceptos de orden, familia, patria, religión, etc.

La lucha es contra los opresores en favor de los oprimidos, pero se ataca a quienes realmente los han defendido. El meollo es que quienes realmente los han defendido, representan ciertos valores básicos de la sociedad. Los manifestantes estadounidenses han botado estatuas de generales confederados por ser esclavistas, pero también han atentado contra monumentos del presidente Lincoln, quien no era esclavista, pero representa valores básicos. En Chile, han atentado contra templos cristianos de varias confesiones, como si las iglesias cristianas no dieran refugio y consuelo a los oprimidos y débiles de la sociedad. Lo mismo nuevamente, son instituciones básicas.  Simplemente, rechazan todo lo que da algún sustento valórico a la sociedad. 

Lo más curioso es que estos grupos se dan cuenta de estos abusos cuando hay gobiernos de derecha (Trump) o supuestamente de derecha (Piñera). Siempre han reclamado, pero ahora se trata de un movimiento organizado, que aborda problemas que van mucho más allá de meras demandas por mejores condiciones de vida. Además de la violencia extrema y el odio irracional, se hacen presentes las intenciones de refundar la sociedad a cualquier precio y por cual método.  Se cambia el Himno Nacional, se ofende el Pabellón Nacional, se destruyen monumentos, etc. Todo en concordancia con los planes de la ONU.  Las autoridades izquierdistas se suman con una oposición desleal o con una inoperancia cómplice al momento de poner orden, tanto en Chile como en otros países, ejemplo de esto último son los Estados con gobernadores demócratas en Estados Unidos.

En Latinoamérica, el derecho de propiedad pierde terreno frente a los ataques del parlamentarismo de facto en Chile y frente al kirchnerismo en Argentina, solo por mencionar dos ejemplos.

Verdaderamente, esto es lo que se juega en el plebiscito constituyente del próximo 25 de octubre. Un plebiscito para nada democrático. Se trata de una mezcla entre faltar al compromiso de que no habría una nueva Constitución y aceptar las presiones insanas de una muchedumbre enardecida y manipulada, o sea, una especie de oclocracia. 

Satisfacer las demandas sociales no necesita una nueva Constitución, solo cambios legales.  Lo que sí la necesita es el “rediseño de Chile”, concordante con la ONU.  Un rediseño que incluye multiculturalismo, plurinacionalidad, fronteras abiertas, sometimiento de nuestras leyes a los tratados internacionales y cuanta medida deconstructivista pueda haber. Es cuestión de buscar en la red declaraciones de Silvia Rucks, la “coordinadora residente” de la ONU en Chile.

Este proyecto necesita una nueva Constitución. Decida usted si vota por un “Chile de verdad”, leal a su tradición libertaria, o por uno subyugado. Sea consecuente, si no confía en la clase política ni quiere su proyecto de país, no le entregue a ésta el poder de redactar una Constitución a su medida.