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A cada problema su solución

Al retomar esta columna después de seis meses sin escribir en este querido espacio,  se pregunta uno si los temas que habrá que volver a abordar semana a semana serán los mismos que tenían importancia hasta septiembre pasado, o si, más bien, estamos viviendo en otro país.

Malas noticias: los temas son los mismos porque el país es el mismo, sólo que está un poco peor.

Por supuesto, no tiene ningún sentido detallar el contenido del elenco que expresa nuestras deficiencias nacionales, algunas de ellas dramáticas. Cualquier lector, si toma el teclado, comienza a escribir la lista y se va deprimiendo a medida que avanzan los tópicos: corrupción, delincuencia, violencia, secularización, deformación histórica, ideologismos, drogadicción, etc., etc. Y cada una de esas palabras encierra, por desgracia, a un universo entero de personas que se debaten capturadas por esas redes. Y para qué hablar de los que manejan esas mismas mallas del mal.

Listo. Entonces se van escogiendo por orden uno a uno esos temas, se los desarrolla cada semana y vamos contribuyendo así a la depresión nacional.

No.

Para cada problema, su solución; para cada lamento, su bálsamo; para cada enfermedad, su remedio.

Por eso, cada semana nos enfocaremos en un aspecto bien concreto de nuestro acontecer nacional, describiendo sus contornos negativos y ofreciendo alguna solución positiva. Algunas veces acertaremos; otras el teniente Bello será nuestro compañero de aventuras, pero no dejaremos de arriesgarnos en la oferta de algún camino de solución.

Por ejemplo.

La semana pasada caminé durante 50 minutos por veredas de la comuna de Las Condes, en dos oportunidades distintas, en días sucesivos y por trayectos diferentes. ¿Sabe usted cuántos scooters me cruzaron durante esos trayectos? 27 y 23. ¿Y cuántas bicicletas? 41 y 29. Y agréguele, por favor, un skater, el primer día. Es decir, en ambos casos, más de un riesgo severo por minuto para cualquier bípedo, en esas vías exclusivas para peatones que antes se llamaban veredas. Y eso, en la comuna con la más alta tasa de educación de la república (seguramente se cruzaron en mi camino numerosos Ph.D, masters y licenciados de las más prestigiosas universidades del universo mundo).

¿Alguna solución?

Por supuesto. Patente barata para todas las bicicletas y scooters, de propiedad privada o de empresas, de modo de poder sacar la foto, hacer la denuncia y que se curse la multa. Porque usted no pretenderá que alguno de estos depredadores urbanos se va detener cuando un inspector o carabinero le indique que lo haga. Ni hablar: se da media vuelta y sale raudo en dirección contraria. Por supuesto, habrá particulares que  jamás sacarán la patente, pero el número se irá reduciendo a medida que puedan requisarse esas bicicletas o scooters en los estacionamientos públicos A su vez, las empresas proveedoras se encargarían de cobrarle a los usuarios -perfectamente identificables gracias a la tecnologías- las multas que aquéllas reciban por sus infracciones. ¿No pagas? Te bloqueo.

Parto por este mínimo problema. ¿Sabe porqué? Por la sencilla razón de que quiero seguir escribiendo las próximas semanas y no morir atropellado en… una vereda.