No encontramos frente a una realidad que es tan difícil de aceptar que buscamos evitarla a toda costa pero que, en los tiempos que corren, es imposible ignorarla: la decadencia de las repúblicas occidentales.
Uno de los hechos más evidentes del desastre que vivimos es, sin lugar a dudas, el genocidio del aborto, que, mientras cobra cada año la vida a millones de personas, lo hace frente a la total indiferencia del hombre posmoderno -hijo bastardo del hombre ilustrado que intentó fundar una sociedad política desde la base de un individuo “autónomo”, desarraigado de todo vínculo trascendente-.
Por esto, frente a una autonomía del individuo llevada al extremo, donde todo pareciese simple y pura voluntad de poder, que aparezcan movimientos o políticos, como los de “extrema derecha” o “derecha populistas” -léase aquí: Frente Nacional, en Francia; Vox, en España; Bolsonaro, en Brasil; Trump, en EEUU; Acción Republicana, en Chile; etc…- que buscan limitar de alguna forma al individualismo con una “agenda valórica” pro-vida, es sin lugar a duda algo que hay que celebrar.
Por supuesto que cada uno de esos movimientos políticos son muy distintos unos de otros, cada uno tiene propias virtudes y defectos, pero, al menos, todos ellos han sido capaces de cuestionar el discurso políticamente correcto del establishment sobre el aborto, lo que nos da una pequeña esperanza en un mundo de sombras.