Confianza en Spaemann

Nicolás Ibieta | Sección: Sociedad

El filósofo Robert Spaemann (1927-2018) falleció hace algunos días. Su obra y pensamiento sobre moral, política y otros temas de filosofía práctica han sido fuente de discusiones y debates en la esfera pública a nivel mundial. Con Chile le unían la Universidad de los Andes y la Universidad Católica, cada una de las cuales permitieron sus dos únicas visitas al país. De hecho, en la Pontificia le otorgaron el Doctorado Scientiae et Honoris Causa en 1998. Además, uno de sus más cercanos amigos y discípulos es el profesor Alejandro Navas, figura permanente de distintas cátedras, seminarios, charlas y opiniones en nuestro país.

Spaemann, quien sucedió a Hans-Georg Gadamer en su cátedra de la Universidad de Heidelberg -el que a su vez había sucedido a Karl Jaspers- y cuya obra es admirada incluso por Benedicto XVI, es considerado por muchos como uno de los pensadores más relevantes de nuestro tiempo. Una de las mejores formas de recordarlo y homenajearlo es revisar su obra, en particular la que se relaciona con la confianza, que es, a su vez, uno de los temas que más preocupa en la política y el debate público en el último tiempo; la merma de la misma es el mayor síntoma de la debilidad en que se encuentran la mayoría -si no todas- las instituciones de la sociedad y la democracia modernas. Por lo mismo, recomendamos la lectura de un breve texto titulado “Confianza”, que transcribe una conferencia del filósofo dictada en mayo de 2005 en Madrid.

Spaemann afirma que la confianza es inevitable. “Al que rehúye por principio confiar en los demás, no le queda más que un remedio: suicidarse”, diría para ilustrar el punto. Nuestra naturaleza nos hace co-dependientes unos de otros y la cooperación es condición incluso para la autodeterminación y autoafirmación del hombre. A su vez, la cooperación se puede organizar jerárquicamente, afirma Spaemann, pero el control de unos sobre otros nunca es absoluto y, por tanto, la cooperación exige la confianza. Ahora bien, que alguien sea digno de confianza es una cuestión de medida y que depende de las personas involucradas. “Probablemente no haya ningún hombre que no merezca cierta confianza (…) Y hay, probablemente, muy pocos hombres absolutamente dignos de confianza desde cualquier punto de vista”, explica Spaemann.

Aquí la reflexión de Spaemann entra en colisión con como habitualmente abordamos el tema de la confianza en el debate público, donde ya es un dato hablar de “la confianza en las instituciones”. Como la confianza es un fenómeno fundamentalmente personal, no puede asignarse confianza a las cosas. Afirma Spaemann que “incluso si la confianza es un vivero de gran importancia social, económica y política, la multiplicación de ese vivero es un asunto puramente personal, y políticamente es tan poco producible y planificable como lo puedan ser la procreación y la fe religiosa”. Más adelante añade: “La confianza es un acto humano que referimos a personas, por tanto, a sujetos libres”. Es decir, no podemos depositar nuestra confianza en cosas ni en instituciones, sino en personas. El objeto de la confianza siempre es una persona y, por tanto, lo que entendemos por confianza en las instituciones sólo podrá recuperarse en la medida en que las personas que las dirigen y/o representan, sean merecedoras de nuestra confianza. Esta es la tarea principal que debieran asumir nuestros líderes, si realmente desean resguardar la institucionalidad de nuestra democracia.

En un tiempo en que la confianza en las instituciones está tan lesionada, en particular las de las autoridades, sean las políticas, de gobierno, de orden o religiosas, vale la pena homenajear al recientemente fallecido filósofo recordando su reflexión sobre la confianza y sugerir a las autoridades su lectura. Dado su peso intelectual, las autoridades podrán sin problemas tener confianza en Spaemann.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero, www.ellibero.cl