Los viejos primero en la fila

Andrés Berg | Sección: Política, Sociedad

La autonomía del hombre es, en la práctica, una voluntariosa idea a la que acudimos pensando que no tiene fin. La vejez, sin embargo, para la mayoría de los chilenos, es aquella etapa del final de nuestras vidas en la que volvemos a depender del otro, de nuestras familias y círculos sociales.

La tercera edad, por lo general, no está en las prioridades de gobiernos y políticas públicas. Los viejos son los menos rentables y no salen a la calle a exigir sus derechos. Esto no quiere decir que no sean objeto de interés político; por el contrario, en las semanas distritales abundan las fotos en redes sociales de diputados en hogares y clubes locales a los que suelen acudir, probablemente porque son los que más votan. Pero la sofisticación de políticas sociales, no supera de los viajes de la tercera edad ofrecidos por los municipios.

Las grandes políticas sociales comúnmente se diseñan bajo el precepto de la autonomía individual. Tal es el caso de la cobertura en educación y salud, el mercado laboral, las pensiones, como la amplia gama de derechos civiles. La expansión progresiva de derechos individuales, sin embargo, condiciona cada vez más el presupuesto público para atender los problemas específicos de los grupos más vulnerables. Y la realidad de la vejez se hace cada vez más dramática en la medida que nuestra población se hace más vieja y donde los adultos mayores viven cada vez más solos.

La soledad es, en efecto, uno de los problemas que avanza a pasos agigantados en las sociedades de bienestar que creían tenerlo todo solucionado. En el documental “La teoría sueca del amor”, por ejemplo, se muestra el drama del proceso de individuación en Suecia, donde muchos adultos mayores mueren entre la comodidad material y soledad humana. Aun cuando la realidad de la vejez en Chile parezca distinta, tanto la configuración de políticas sociales desde perspectivas puramente individuales como la evidencia empírica, dan señales de ir avanzando hacia realidades parecidas, pero sin el presupuesto del gobierno sueco, por supuesto.

En el día internacional de las personas de edad, es necesario hacer un llamado a modificar la matriz de pensamiento de las políticas sociales. La vejez no puede ser objeto ideológico del individualismo; por el contrario, se requiere de un entendimiento institucional amplio, donde el gobierno, organizaciones de la sociedad civil y las familias cumplan un rol vital para su inclusión, aprovechando todo el aporte humano, cultural y espiritual que históricamente han cumplido en la sociedad.

La prioridad de la tercera edad en la agenda política de la primera dama es, sin lugar a dudas, una buena noticia. No son sólo los niños, ojalá ver también a los viejos primero en la fila.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera