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VAR

Dificulto haya un oficio más ingrato que el de un árbitro de fútbol (lo fui una sola vez, con alumnos míos del Seminario: durante semanas me negaron el saludo por anular un gol offside). La panorámica del árbitro no es la más adecuada para apreciar si la pelota traspuso la línea de sentencia, o si la jugada que él sancionó con penalty fue dentro del área. Y puesto que las decisiones de gol o penalty, una vez tomadas, son definitivas, su único recurso para salir de duda es escuchar lo observado por sus jueces de línea.

La introducción del VAR (Video Assistant Referee) ayudará eficazmente a vencer el dilema de quien enfrenta dos caminos contradictorios, sin saber cuál le conduce a destino. Por ley natural, por ética y por derecho universal está prohibido decidir mientras permanezca la duda. Quien desafía esta prohibición está aceptando la no descartada probabilidad de cometer un pecado o condonar un delito. Su deber es agotar el esfuerzo por superar la duda (palabra que en idiomas latinos, anglosajones y teutónicos implica dos vías en conjunción disyuntiva).

Dada la inexcusable urgencia de adoptar una decisión, como le ocurre al árbitro de fútbol y al juez que se avocó legalmente una causa, la ética y el derecho han elaborado principios prácticos de acción, universalmente admitidos. El más invocado es el «pro reo«, vale decir, en favor del acusado, inculpado, demandado, privado de libertad o restringido en sus derechos. Por su misma lógica engendra el «pro libertate«: si no supero la duda entre encarcelado o liberarlo, condenarlo o absolverlo, debo dejarlo en libertad y abstenerme de castigarlo. El paso siguiente será «pro caritate«: no tengo certeza de si corresponde dar o perdonar (las dos acciones típicas del amor). Entonces debo dar y perdonar. Y culminando este itinerario de coherente superación de la duda, impera el principio «pro vita«: la incerteza sobre si un alimento, un medicamento, un artefacto, una conducta atentan o no contra el primordial derecho a la vida me obliga a preferir la opción más favorable a su segura protección. Tal es el principio conductor de las innumerables regulaciones que adopta el Estado en materia de salud, alimentación y tránsito vehicular. Fue basal en la sentencia del Tribunal Constitucional, prohibiendo en 2008 la comercialización y distribución de la píldora del día después.

Santo Tomás de Aquino argumentó: preferible es equivocarse muchas veces absolviendo a un culpable, que equivocarse una vez condenando a un inocente. En tiempos de livianas imputaciones y condenas mediáticas, la introducción del VAR será potente reafirmación de este principio de ley natural, ética y jurídica: en la duda, abstente. Y si urge decidir, opta por la Vida, sin la cual no hay derechos; por el Amor, que da y perdona; y por el Reo privado de libertad: VAR.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Diario Financiero.