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Legitimados por la violencia

Por iniciativa del Señor Rector de la Universidad Nacional de Cuyo, se acaba de crear una comisión para trabajar el tratamiento de los símbolos religiosos en esa casa de altos estudios.

Lo que suscitó dicha comisión fueron los hechos de vandalismo contra las imágenes de la Virgen María acaecidos días atrás en el predio de la UNCuyo. Los cuales, además de causar un profundo dolor entre los católicos de la comunidad mendocina y de todo el país, produjeron en muchas personas indignación por la endeblez y por el tinte oportunista de los motivos aducidos tanto por los “estudiantes” que cometieron los ilícitos como por los que los justificaron.

Digo oportunista pues aprovechando el justo reclamo docente por mejores salarios, estos personajes muchos con rostros tapados por pañuelos verdes desviaron el foco de la discusión para colocarlo en una engañosa dicotomía (o falacia del tercero excluido, como gustan decir los lógicos); pues la consigna que gritaban mientras extraían la estatua de la Virgen era “Iglesia y Estado, asunto separado”.

Entonces la conclusión a la que nos quieren hacer arribar con este lema agitador y con la quita de la imagen sería la siguiente: como la UNCuyo es una institución estatal debería borrar parte de los rasgos de su historia y ethos cultural; en este caso puntual y presiento que esto es solo el inicio toda imagen que refiera o simbolice a la religión católica.

Pero si a la historia nos referimos, a veces hace falta recordar, aunque sea muy brevemente, algunas cuestiones que estos personajes ignoran o, peor aún, que omiten intencionalmente.

Empecemos diciendo que la Universidad, en cuanto tal, es una institución que surge en la Edad Media y que hoy se mantiene incluso con una estructura y organización muy similar a la que se gestó hace ocho siglos atrás. Lo que animó la invención de la universidad medieval, entre otras cosas, fue el espontáneo deseo de conocer. Éste permanece y es la esencia de toda institución universitaria que se precie de tal. Basta leer el ideario de cualquier Universidad para corroborar dicho.

Sobre esto hay que agregar que en 1538 se funda en República Dominicana la Universidad de Santo Tomás de Aquino, pionera en estas tierras, tras la autorización de la bula papal Apostolatus Culmine. Y específicamente en nuestro país, la primera casa de altos estudios fue fundada por la Compañía de Jesús en 1623 bajo el nombre de Universidad de Córdoba del Tucumán. Luego, tras la expulsión de los Jesuitas en 1767, la orden de los Franciscanos asume la dirección de dicha Universidad.

Si bien por esos años llegan con más fuerza a América las ideas de la Ilustración, la Iglesia continuó teniendo una importante gravitación en lo cultural y educativo. Tan es así que en 1821 se funda en una antigua propiedad de los Jesuitas la Universidad de Buenos Aires, y el principal propulsor de su creación fue el sacerdote Antonio Sáenz, por lo que se lo nombra primer rector de esa casa de estudios superiores.

En Mendoza hubo que esperar hasta el siglo XX para ver la primera universidad. Sin embargo, los jesuitas desde su llegada venían ejerciendo un papel destacado en la educación primaria y secundaria de nuestra provincia, e hicieron el intento de fundar una universidad en Mendoza. Aunque no pudieron lograrlo esto no menguó su intensa labor en diversos centros educativos. Incluso los primeros profesores de filosofía de nuestra provincia fueron los jesuitas Esteban Fuentes y Francisco Funes.

Si hasta el lema que acompaña el escudo de la UNCuyo fue creado por otro sacerdote ignaciano, el padre Delfín Grenón: “In spiritus remigio vita” (En el aleteo del espíritu está la vida).

Motivos históricos y culturales sobran para evidenciar los rasgos y rastros cristianos que conforman el carácter y la identidad de la institución universitaria. Además, sería ocasión de otras páginas hablar de la idiosincrasia cristiana del mismo pueblo mendocino. En palabras de Cervantes, la historia es madre de la verdad.

Ahora bien, se invocará inmediatamente la Reforma del 18 y se dirá a renglón seguido que la universidad es laica y que por ello en la misma no deben haber expresiones religiosas.

Aquí hay que hacer un distingo de peso.

Siguiendo a Manuel Trueba, profesor de Derecho Constitucional de la UBA, una cosa es lo “laico” y otra muy distinta lo “laicista”. Que vivamos en un Estado separado de lo religioso (eso es laicidad) no quiere decir que ese Estado y sus instituciones deban negar y mucho menos destruir lo religioso (eso es laicismo).

De hecho, el mismo significado de la palabra “laico” confirma lo anterior. Laico deriva de “lego” y éste del latín “laicus”, que significa aquello que no es clérigo; no lo opuesto a clérigo. Por eso a los fieles católicos que no pertenecen al clero se les dice laicos, y a nadie se le ocurriría pensar que los laicos son lo contrario al clero o que la presencia de uno excluye automáticamente la del otro.

Eso sería plantear una falso dilema, un sofisma o engaño en el razonamiento, tal como el que han planteado aquéllos que retiraron la imagen de la Virgen en la UNCuyo, a saber: si la Universidad es laica, luego no pueden haber expresiones religiosas. Es como si yo dijese: si la universidad es gratuita entonces no deberían cobrarme las fotocopias, ni el colectivo, ni el café que me tomo en el buffet. Algo que no resiste el menor análisis.

Desde una perspectiva más pragmática, pero con igual convicción, Jürgen Habermas (“¿Qué significa una sociedad ‘postsecular’?”, en: ¡Ay, Europa!, Madrid, Trotta, 2009) ha sostenido que la actitud laicista cuyos orígenes, dice el filósofo alemán, datan de la Ilustración no solamente es impracticable en sociedades no autoritarias, sino hasta nociva en términos sociológicos, pues la religión es uno de los pocos recursos actuales que ofrecen flujos de sentido e identidad a sociedades en crisis culturales y axiológicas.

Esta gente que arrancó la imagen de la Virgen y que reivindica la violencia como forma de acción política, lo que quiere no es una educación “laica” sino “laicista”, es decir hostil a lo religioso y por ende en discordia con los valores que conforman la idiosincrasia de la misma institución universitaria y de muchos de sus miembros.

En China, en Cuba, y en su momento en la ex Unión Soviética y Europa del Este, el Estado era laicista. Es decir, buscaba aniquilar lo religioso. El laicismo es propio de los regímenes tiránicos.

Lo decíamos al inicio del artículo, el Rector propuso, y ya fue aceptado por el Consejo Superior, la creación de una comisión especial para ver qué se hará con los símbolos religiosos.

Lo que resulta particularmente simbólico de todo esto es el meta mensaje que nos acaba de enviar el Ingeniero Pizzi: para lograr las cosas o para habilitar o legitimar debates hay que recurrir a la fuerza. Extraño mensaje viniendo de la máxima autoridad de una Universidad, donde lo que debería imperar es la racionalidad.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Los Andes, https://losandes.com.ar