La lógica perversa del aborto y de la blasfemia

Guillermo Juan Morado | Sección: Política, Sociedad, Vida

Pienso que solo hay una manera coherente de estar a favor del aborto: defenderlo hasta el último minuto antes del parto y, si hace falta, hasta después del mismo. Si la premisa esencial – y no veo otra – es “nosotras parimos, nosotras decidimos”, se podrá decidir en cualquier momento y por cualquier motivo.

Y si se puede decidir antes, ¿por qué no también después? Un hilo de coherencia – en el mal – une el aborto y el infanticidio. Al fin y al cabo, un bebé no deseado – y esa parece ser la causa de su eliminación física – puede no ser deseado mientras está dentro de la madre o cuando ya está fuera de ella, pero necesitado todavía de sus cuidados.

Me da hasta un poco de miedo expresar esta convicción. Aunque, obviamente, son muchos los que la expresan y hasta la defienden. Yo no defiendo ni una cosa ni la otra: ni el aborto ni el infanticidio. Pero cada día estoy más seguro de que la diferencia entre una y otra acción es accidental, no sustancial. Y también de que, si no se hace algo, todo podría ir a peor.

Las leyes son bastante hipócritas. Nadie, y los legisladores menos, desea retratarse ante la historia como un asesino en serie o como un tirano despiadado. Los legisladores pretenden justificar su tarea como un servicio a los ciudadanos. Un servicio que consiste en regular lo que ya existe. Sin entrar demasiado en si lo que existe es bueno o malo. Al final, no se cree que nada sea bueno o malo. Si nada es bueno, nada es malo. Y viceversa.

Nada es bueno y nada es malo – se supone – , pero algunas cosas “suenan” bien y otras muy mal. Hoy suena muy mal que se discrimine a una mujer por ser mujer. Si se pretendiese ir más allá de las apariencias, se encontrarían razones que justificarían a fondo que esto suena mal porque realmente está mal. Pero se esquiva llegar al fondo.

Solo en este marco de la mera apariencia, de la ética sin fundamento, se puede entender el escándalo (falso) del Partido Laborista del Reino Unido que, según “Infocatólica”, “quiere prohibir que se informe del sexo de los no nacidos para evitar que sean abortados por ser niñas”.

Si el aborto no es un mal, si es hasta un derecho, si “nosotras parimos, nosotras decidimos”, ¿a qué viene que el Partido Laborista trace una línea de demarcación entre lo que una debe decidir o no? Esa pretensión sería absurda e infundada.

Esa pretensión solo se puede basar sobre un prejuicio: Una característica genética como el sexo femenino no es razón para abortar; sin embargo, una característica genética como el síndrome de Down sí lo sería. Si la niña en cuestión puede tener ese síndrome, se le puede abortar. Si no viene con ese síndrome, el aborto sería una discriminación intolerable.

¿Por qué el aborto en algunos casos sería intolerable? En el fondo, por la misma razón por la cual el aborto es intolerable en todos los casos: Porque la aprobación legal del aborto supone aceptar que se puede justificar la eliminación de un ser humano inocente. Ya que el motivo aparente de esa eliminación radique en ser niño o niña, sano o enfermo, Down o no Down, blanco o negro, judío o cristiano… es, pienso, un motivo caprichoso.

Así que menos sentimentalismo y más coherencia. O se aborta y se practica el infanticidio libremente – en plan Esparta – o se elimina totalmente la legitimación social del recurso al aborto. Lo demás, cosas de políticos que juegan con sus conveniencias, prescindiendo de la verdad.

Obviamente, si el voto se decanta por el diseño de una nueva Esparta, habría que huir. Si nos dejan.

¿Ante qué instancias, en el futuro, se reivindicará la memoria de los eliminados por el aborto? ¿Cuál será su “Cementerio de Arlington”? ¿Alguien aprobará, pensando en ellos, algo así como una “Ley de la justicia histórica”?

Con esto del aborto sucede algo parecido a lo de la reivindicación del derecho a la blasfemia. Si se puede matar a un ser humano inocente y si nada – ni lo más sagrado que pueda pensarse – merece respeto, ¿qué tipo de sociedad se construye? Una tan opresiva de la que no quedaría más remedio que huir.

Como huyen muchos, si pueden, de tantos falsos paraísos basados en la negación de Dios y en el desprecio de los inocentes.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por InfoCatólica, www.infocatolica.com