Jaime Eyzaguirre: fidelidad y esperanza

Alejandro San Francisco | Sección: Educación, Historia, Sociedad

El 17 de septiembre de 1968 murió Jaime Eyzaguirre Gutiérrez, producto de un accidente automovilístico. Estaba por cumplir los sesenta años -nació en diciembre de 1908-, había sido precoz y prolífico en el plano intelectual, en la formación de jóvenes y en la difusión cultural. Como suele ocurrir con figuras de su talla, fue sujeto de discusión, tanto en su vida como posteriormente, contó con numerosos seguidores y también con otros que se distanciaban de su forma de ver la vida: medio siglo después de su muerte, es necesario volver a Eyzaguirre, quien marcó uno de los momentos culminantes de la cultura chilena en el siglo XX, y cuya obra historiográfica y ensayística tienen elementos que conservan vigencia y aspectos valiosos para la reflexión y el compromiso de vida.

El mundo de entreguerras

Jaime Eyzaguirre fue un hombre de su tiempo, y su vida estuvo marcada por las circunstancias históricas del mundo entre las dos guerras mundiales. Eran años caracterizados por la crisis del liberalismo y la irrupción de nuevas corrientes políticas e intelectuales que emergieron como alternativas y que, incluso, llegaron al poder en Europa, como fueron el comunismo y el fascismo.

Eyzaguirre, como otros jóvenes de la década de 1930, asumió el catolicismo como fe y como bandera. Diego González Cañete, en su excelente libro «Una revolución del espíritu» (2017), ha analizado al joven intelectual y novel historiador junto a otras figuras de entonces, como Mario Góngora y Eduardo Frei Montalva, que siguieron caminos distintos, pero unidos en el motor intelectual de la esperanza. En el caso de Eyzaguirre, comenzó a escribir en 1930 en la Revista Estudiantil Católica (REC), que pasó a dirigir al año siguiente. Ahí publicó sobre temas variados, entre los que destaca la caída de la monarquía en España y su evolución política: «el pueblo español, que deja a sus espaldas un pretérito lleno de glorias y tiene frente a sí un porvenir extraordinario, carece por desgracia de presente, tránsito ciego por el momento histórico del mundo«. Es una reflexión que ampliaría con el paso de los años. También formó parte de la Liga Social, animado por el padre Fernando Vives, para difundir la doctrina social de la Iglesia y ayudar a los sectores más pobres de la sociedad.

Más trascendente todavía, en 1934 comenzó la publicación de revista Estudios, que se extendería por dos décadas, y donde participó un grupo importante de la intelectualidad católica de entonces. Ahí apareció desarrollado su pensamiento corporativo católico, que sumaba la dimensión social, bien destacado, en un estudio de Gonzalo Vial. Paralelamente, desde entonces desarrolló una postura lejana a la política práctica, para desarrollar su mayor servicio al país a través de la historia y la formación de jóvenes.

Cultura, revistas, historia

Pese a haber estudiado Derecho en la Universidad Católica, desde muy joven se dedicó a su vocación de historiador, que le permitió publicar más de 150 obras, entre artículos y libros. Se interesó en temas biográficos y políticos, con figuras como Pedro de Valdivia, Bernardo O’Higgins o Federico Erráruziz Echaurren; en los límites de Chile; la historia de las instituciones y del Derecho, y la Independencia, entre otros.

Además, fue un gran creador y promotor de revistas históricas. A lo hecho en los años 30, sumó después la fundación y dirección de Finis Terrae en la UC, por casi tres lustros. Además lideró el Boletín de la Academia Chilena de la Historia, fue el fundador de Historia (de la Universidad Católica de Chile), y en sus últimos años de Estudios de Historia de las Instituciones Políticas y Sociales en la Universidad de Chile, donde además contribuía con sus propias investigaciones.

Según recuerda Fernando Silva Vargas en revista Portada (N° 32, 1972), Eyzaguirre en sus últimos años «veía en la imposibilidad de comunicar ideas, de criticar, de disentir, la sanción a todos los que no quisieran inclinarse ante regímenes cada vez más sutilmente totalitarios de convivencia«. Una vez más, pensó en algún medio de difusión, pero entre las reuniones y sin recursos para el proyecto, lo sorprendió la muerte. En octubre de 1968 se reunieron algunos de sus discípulos y tomaron la decisión: «así, a la ventura, y apoyados en la misma fe inconmovible del Maestro, nació revista Portada«.

El dolor de Hispanoamérica

Se puede analizar a Jaime Eyzaguirre desde distintas perspectivas. Renato Cristi y Carlos Ruiz, lo señalan como una de las figuras principales del pensamiento conservador en el país; Cristián Gazmuri lo menciona como uno de los representantes de la historiografía conservadora; Sergio Villalobos lo sitúa en el revisionismo aristocrático, y Julio Pinto lo ve más cercano «al integrismo católico y al hispanismo«. El libro «Jaime Eyzaguirre. Historia y pensamiento» (1995) aborda diversas dimensiones de su obra historiográfica; la biografía de Álvaro Góngora, Alexandrine de La Taille y Gonzalo Vial destacan las facetas múltiples de quien fuera profesor, comunicador e historiador. Además, debemos mencionar que fue un precursor de la vida universitaria como es conocida hoy, con docencia, investigación, seminarios, revisión de textos, publicaciones y ciertamente a través del diálogo.

Sin embargo, quizá donde hay un aspecto especialmente original y permanente en la obra de Eyzaguirre fue en su faceta de ensayista -tradición en la que se inscribe el propio Góngora y más recientemente Pedro Morandé-, de pensador de lo hispano, lo hispanoamericano y lo chileno, desde su perspectiva católica y su adhesión a una concepción de la sociedad y del ser humano que sabía venida a menos y minoritaria, pero que procuraba transmitir con pasión y poesía. Así queda reflejado en dos ensayos fundamentales para entender su visión histórica y presente: «Hispanoamérica del dolor» y «Por la fidelidad a la esperanza», donde desarrolla temas que conservan vigencia.

Preocupado por el materialismo ambiental y de una espiritualidad que se difuminaba ante la tentación tiránica de los bienes y la expansión de la lucha de clases, Eyzaguirre reclamaba la necesidad de rescatar a los ricos y los pobres, de las dictaduras de su riqueza y su pobreza. ¿La razón? Ambos habían nacido para héroes y para entrar al reino de los cielos: «Hay que salvar al rico y al pobre. Hay que matar al rico y al pobre para que nazca el hombre«, decía recordando a León Felipe.

También sentía un dolor especial por la pérdida de sentido y originalidad en la creación cultural del país, la pérdida de lo genuino: «Salvar nuestra individualidad para tener así algo auténtico y original que decir; defenderla de las mixtificaciones y de los venenos sutiles que a pretexto de justicia o de progreso se quieren introducir desde fuera, es tarea de hoy y de mañana. Hay que activar en el chileno la conciencia del vivir histórico para que se conserve puro y alerta en medio de las asechanzas destructoras. Hay que defender la herencia recibida, pero no guardarla como reliquia sino esgrimirla como arma de combate en la lucha por nuevas creaciones«.Y concluía con una fuerza que no necesariamente tenía correlación en la realidad: «No es posible dar el salto firme sino apoyándonos en la hondura de nuestro ser. Porque solo en la fidelidad se cuaja la esperanza«.

Algunos dijeron que la mirada de Eyzaguirre estaba dirigida al pasado que añoraba y no al futuro que debía contribuir a configurar, pero su visión del mundo, y de la historia, entendía una relación integrada del pasado, el presente y el futuro. Para ello sí era necesario recurrir a la tradición, que comprendía de manera viva: «Tradición es transmisión y solo se transmite lo perdurable, lo que supera a la fugaz circunstancia, lo que no es epidermis sino entraña, lo que no es detención sino dinamismo. Porque la tradición no es una nostalgia sino una esperanza«.

La muerte y la vida

Los últimos años de Jaime Eyzaguirre fueron especialmente difíciles, con sufrimientos personales, como su alejamiento de la Universidad Católica, tras críticas de algunos estudiantes a su labor de extensión a través de Finis Terrae. Pero además sufría por la situación de la Iglesia Católica, por algunas interpretaciones del posconcilio, el temporalismo, el aprovechamiento de la institución para fines políticos, y algunos hechos graves como la toma de la Catedral. ¿Cómo lo sentiría en estos días?

Además, como recuerda Cristián Zegers en «Retrato hablado de Jaime Eyzaguirre» (1969), en sus dos últimos años hablaba de la muerte y su sentido, e incluso, días antes de su accidente recordó unos versos de Jorge Manrique: «y consiento en mi morir/ con voluntad placentera/ clara y pura,/que querer hombre vivir/ cuando Dios quiera que muera/ es locura«.

Quizá tenía en mente esa máxima que había recordado en alguno de sus libros: «La muerte menos temida da más vida«. Así lo sorprendió el accidente en las vísperas de las Fiestas Patrias. Sus restos fueron trasladados a Santiago, para ser despedido en una misa celebrada por Carlos Oviedo. En sus funerales estuvieron presentes el Presidente Eduardo Frei y su ministro de Educación Máximo Pacheco. Los presentes recordaron su valor intelectual y humano, su profundidad religiosa y su generosidad. En esa ocasión había tristeza, pero quizá algunos recordaban el final de «Hispanoamérica del dolor», y con ello recobraban la esperanza: «Para nosotros se ha escrito un porvenir abierto: ‘se nos debe en justicia la luz por el dolor. Y el dolor se hará estrella…’«.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio