¿Se sumará Chile a la legalización de los sacrificios humanos?

Mauricio Riesco V. | Sección: Política, Sociedad, Vida

Esta vez sin causales, bastaría, por ejemplo, el fastidio…

No hace tantos días, nueve diputados del Partido Demócrata Cristiano, justo es nombrarlos: Miguel Ángel Calisto, Jorge Sabag, Matías Walker, Joanna Pérez, Manuel Antonio Matta, Daniel Verdessi, Iván Flores, Raúl Soto y Mario Venegas, haciendo honor a la declaración de principios de su partido político (que, aunque suene extraño, no todos sus miembros parecen conocer o, al menos, respetar), explicitaron en una carta pública su posición contraria a la despenalización del aborto libre, proyecto de ley que actualmente se discute en el Parlamento. Entre otros párrafos del documento, precisaban que “el aborto es un atentado al derecho a la vida de cada ser humano y por ello defenderemos el derecho constitucional de quien está por nacer (…) Reconocemos la naturaleza espiritual y trascendente del ser humano; concebimos la vida como una identidad continua desde la fecundación hasta la muerte natural”, agregaban.

Esa valiente declaración de los diputados, poniendo sus principios por encima de los apetecidos votos, fue a raíz del señalado proyecto de ley con que el presidente de la Comisión de Salud del Senado, señor Girardi (médico, aunque con una desenfrenada incontinencia abortiva), busca junto con otros parlamentarios del Frente Amplio, la aprobación legal de los sacrificios humanos de seres que están por nacer. Ya la careta la dejaron caer por completo; ahora el proyecto no tiene coartadas o justificaciones sibilinas para soslayar la gravedad de matar a un indefenso, como ocurrió con “las tres causales”; dicha ley fue solo el comienzo, ahora viene el afanado último paso: dar muerte sin ninguna causal. A la presentación del proyecto, Girardi precisó que “los abortistas no somos nosotros que hemos luchado contra el aborto, porque siempre hemos luchado contra el aborto que es un mal social (sic). Lo que pensamos (es) que una mujer que interrumpa su embarazo no puede ir a la cárcel. Los abortistas son los mismos que dicen estar contra” aseguró aquel, evidenciando una incongruencia inexcusable en un senador. “No puede darse el mismo estatus de valor a una persona completa, un ser humano, a una mujer, que tiene una conciencia, una historia de vida, con un germen de vida, que no es una persona, que es la unión de un óvulo con un espermio, que no tiene conciencia, cerebro, sentimientos ni historia de vida”, trató de explicar el señor Girardi, en un comentario sorprendentemente cerebral.

Los diputados demócratacristianos pro-vida antes nombrados, dieron una buena lección a los que desprecian aquellos indeseados “montones de células”, como aquel mismo congresista se ha referido antes a los niños nonatos, sin reparar que él fue uno de aquellos montones y, por serlo, su madre le permitió nacer. Él y otros cientos de Herodes modernos, se escudan en pretextos tan rebuscados como la libertad de la mujer para disponer de “su” cuerpo, así como en la defensa de la “salud sexual y reproductiva”. Si hace un año pudieron sacar adelante la despenalización del aborto en tres causales bajo el gobierno y con el patrocinio de Michelle Bachelet, la misma señora que en pocos días más estará a cargo de los derechos humanos en la ONU, su flamante empleador, ahora la idea es correr el cerco más allá porque, aseguran los abortistas, “la sociedad está preparada para una discusión que se ha apoderado de la agenda a nivel internacional y que intenta restituir a la mujer el derecho a decidir libremente”; pareciera que hace pocos meses no estábamos preparados, por eso se resolvió partir de a poco con apenas tres causales para dar muerte. Recurren, asimismo, a ciertas escalofriantes declaraciones de las Naciones Unidas, por años empecinada en promover el aborto y que dicta normas ejerciendo presión para que se cumplan. Vale la pena precisar que la llamada “salud sexual y reproductiva” es para la Organización Mundial de la Salud (OMS), “un estado de bienestar físico, emocional, mental y social relacionado con la sexualidad; la cual no es la ausencia de enfermedad, disfunción o incapacidad. Para que la salud sexual se logre y se mantenga, los derechos sexuales de todas las personas deben ser respetados, protegidos y ejercidos a plenitud”. Y para ese propósito, “se requiere un enfoque positivo y respetuoso de la sexualidad y de las relaciones sexuales, así como la posibilidad de tener experiencias sexuales placenteras y seguras, libres de toda coacción, discriminación y violencia”. Queda claro, pues, qué es la “salud reproductiva” para esa entidad de la ONU. Y, entonces, para tener ese bienestar físico y aquellas experiencias sexuales placenteras y seguras, es necesario legalizar el exterminio de seres por nacer que pareciera que las impiden. Ahí está la causa, pues, del “índice de baja natalidad” del que nos advierte con extraña preocupación la Organización de Naciones Unidas; es que así suena mucho mejor para el adormecimiento de conciencias instintivas o irreflexivas. La misma entidad instruye a su personal para influir en la reforma de sistemas legales en todo el mundo, imponiendo a los países “despenalizar formas de comportamiento que afectan solo a las mujeres, como el aborto” (Manual sobre el Acceso a la Justicia). Y pide “que los estados garanticen que la atención de la salud sexual y reproductiva e incluya servicios de aborto seguro como una medida de ‘instituciones de justicia efectivas, responsables, y que tengan en cuenta las cuestiones de género’ para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible”. Más patética es la extensión del “delito de tortura” que hace la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), otro tentáculo de la ONU; éste consistiría, como nos asegura esa entidad, en “negar a la mujer el acceso al aborto libre y seguro”; no es tortura, pues, destrozar en el útero de la mujer a un ser humano en gestación. “Aborto libre y seguro” es la consigna, derecho a la vida, no. No cabe ninguna duda de que nuestras Naciones están Unidas para distorsionar los hechos y hacer bueno lo que es malo por su propia naturaleza.

Por eso, la reciente declaración contra el aborto de aquellos diputados democratacristianos es reconfortante; se trata de personas capaces de manifestar abierta y valerosamente sus principios a pesar de ejercer cargos públicos y expuestos, por tanto, al virulento ataque de quienes defienden las “experiencias sexuales placenteras y seguras”. Han sido consecuentes y no se han arredrado. En esto, es bueno recordar que San Agustín de Hipona en su obra “La Ciudad de Dios”, capítulo IX del libro primero, nos advertía que hay quienes “se abstienen ordinariamente de reprender la conducta de los malvados, temiendo que sus disimuladas venganzas o sus ataques pongan en peligro su fama o seguridad personal”. Con esa prevención, debieran sentirse aludidos muchos parlamentarios de nuestro Congreso autodeclarados cristianos y pro-vida, al igual que demasiadas personas incluidos clérigos y autoridades de la Iglesia, que callan o disimulan su oposición y repudio a los abortistas “sea porque nos cuesta, sea porque nos da vergüenza echárselo en cara, o porque queremos evitar enemistades”, nos enseñaba San Agustín en su obra sin referirse explícitamente a los defensores del aborto, aunque en su tiempo también los debe haber habido aunque no por tres causales sino por una sola: la infidelidad.

Chile, nuevamente se juega en el Congreso la posibilidad de salvar vidas inocentes o, bien, de legalizar su eliminación por cualquier motivo, incluido el fastidio. Hablemos fuerte, claro y oportunamente quienes debemos hacerlo, en defensa de la primera opción. No seamos “cómplices pasivos” de más crímenes en nuestro país, donde ya sobran.