Importante

P. Raúl Hasbún Z. | Sección: Política, Religión, Sociedad, Vida

Pocos términos tienen tantos y tan ambiguos significados como el adjetivo «importante«. Su grado de subjetivismo es alto: una moneda de $500, el resultado de un partido de fútbol, el horario y rating de una teleserie de moda, la citación de un imputado o la publicación de una condena son muy diversamente importantes para pordioseros o millonarios, para un hincha o para su señora, para la misma señora o el gerente del canal, para el condenado y su familia o para el apresurado consumidor de novedades y sensaciones.

Importante significa que tiene peso, gravedad, entidad, trascendencia. No conlleva de por sí una apreciación positiva de su trascendencia. Hitler fue importante. Millones murieron como consecuencia directa de sus delirios mesiánicos. Los dos Herodes fueron importantes en la vida del niño Jesús (masacre de Belén) y de Jesús adulto (decapitación de su primo Juan el Bautista). Nadie duda de la importancia de Judas, el traidor y, en especial, de Pilato, el prevaricador. Dada la repugnante tendencia a adjudicar importancia a los grandes criminales, se comprende que sus biografías marquen huella en la historia de una humanidad siempre propensa a extasiarse en lo malo y tan refractaria a creer que exista algo bueno. Un noticiero de TV orientado a prevalecer en el rating destinará sus primeros 20 minutos a exhibir rostros de delincuentes y rastros de víctimas y catástrofes.

La vanidad, el adictivo deseo de figurar y parecer personaje de influencia en los demás (ya se internalizó en los medios el anglicismo «influencer«) tiene como efecto perverso el buscar permanente notoriedad, protagonizando acontecimientos espectaculares (shows) en que el impacto emocional deja en la penumbra el sustantivo valor ético. La eterna sabiduría y discreción enseñadas por Cristo: «que tu mano izquierda no sepa el bien, la limosna que hace tu derecha«, van quedando superadas por el imperativo «no hagas ni digas nada antes de que lleguen los micrófonos y las cámaras de televisión«. Y por cierto: «no hagas ni digas nada que vaya a contracorriente de lo que marca la última encuesta de opinión ciudadana«.

Los discípulos de Jesús discutían con frecuencia y ambición sobre cuál de ellos era el más importante. Jesús los reprendía: «ustedes no pueden ser ni más ni menos que yo, que soy su Maestro y Señor. Pues bien, yo he venido a servir y no a ser servido. No vengo a tomar el dinero o la vida de nadie, sino a dar todo lo que tengo y soy para que otros vivan«. Y queriendo mostrar un signo llamó a un niño y les dijo: «el que reciba a un pequeño como éste y se haga pequeño como él, ése será el más importante para Dios«.

El concepto cristiano de importancia comienza por resguardar la inviolabilidad de las vidas mínimas e inocentes.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Diario Financiero, www.df.cl