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Identidad de género: ¿una ley fantástica?

Ha pasado mucho tiempo desde el inicio de la tramitación de la ley de identidad de género en nuestro país y en pocas semanas será votada definitivamente en el Senado y en la Cámara de Diputados. ¿Qué primará en la votación? ¿El sentido común o la fantasía de la ideología de algunos?

Primará el sentido común cuando los parlamentarios, sin importar su partido político, abandonen los dogmas de la ideología de género y se den cuenta que su labor parlamentaria tiene límites: una ley no puede cambiar el sexo, la identidad biológica de las personas, ni puede obligar por la fuerza a que el resto de los chilenos asuman una ficción biológica.

Por el contrario, primará la fantasía si se impone la ideología de pretender hacer materia de ley un criterio perteneciente o relativo a la ficción, a saber, la posibilidad de cambiar de sexo por resolución o decreto. Porque, científicamente hablando, ningún tratamiento hormonal o quirúrgico es capaz de despojar a una persona de su sexo o identidad biológica para que se asigne el contrario por medio de otra intervención.

En la identidad de una persona, hay criterios modificables y otros que no. Un criterio modificable es el nombre, el cual puede ser cambiado en nuestro país mediante un procedimiento judicial gracias a la ley N° 17.344. Sin embargo, es imposible modificar otros criterios como nuestro lugar o fecha de nacimiento, así como tampoco nuestro sexo, el cual es determinado genéticamente. Aún así, bajo esta ley fantástica, lo que se propone es que la modificación del sexo registral pueda realizarse por vía administrativa. Por esto resulta tristemente curioso observar que, de aprobarse esta ley, el cambio de sexo registral será más fácil de lo que es el cambio de nombre en la actualidad.

Muchos absurdos más podríamos desvelar de esta ley. Pero no podemos dejar de denunciar la aberración que se pretende hacer con nuestros niños y adolescentes. Lo diré sin rodeos: pretender un cambio de sexo a tan temprana edad no es más que interrumpir el proceso madurativo de un menor, generando un daño irreversible en los niños. Esto último lo demuestra la ciencia con las altas tasas de remisión en los casos de disforia de género.

Si le parece razonable lo que estamos diciendo, le pido dos cosas: seamos realistas y seamos proactivos. Seamos realistas para ver que en la votación de esta ley lo más probable es que no primará el sentido común. Lamentablemente, lo único que sostiene esta ley fantástica es el discurso de lo políticamente correcto adornado con ideología de género, y esta mezcla es transversal desde el Frente Amplio hasta algunos sectores de Chile Vamos.

Seamos proactivos, en la obligación que tenemos de manifestarle a nuestras autoridades que no estamos de acuerdo con esta mala ley. Debemos ser ciudadanos desde ya y no esperar a que nos afecte directamente a nosotros, porque generalmente cuando eso pasa es demasiado tarde.

Tenemos que dejar la comodidad de lado y empezar a involucrarnos más en las decisiones que se están tomando en el país. No podemos permanecer indiferentes a estos cambios que van generando, poco a poco, una renuncia grave a nuestras convicciones y principios básicos y desconfigurando la verdadera naturaleza de las cosas. Oponerse a la ideología de género no es un llamado a aislarse de la realidad y no reconocer que hay personas que viven y tienen desafíos enormes en sus vidas. Al contrario, es asumir esa realidad de manera correcta y contribuir a apoyarlas y considerarlas, sin soluciones facilistas que están dictadas por la ideología y no buscando el mejor interés de esas personas.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero, www.ellibero.cl