Atanasia

P. Raúl Hasbún Z. | Sección: Política, Religión, Sociedad, Vida

No parecer ser un nombre hoy comúnmente apetecido. Para algunos evoca decrépitas solteronas. Para los griegos era y es un distintivo de honor. Significa inmortal. Inmortal no sólo en el recuerdo de sus hazañas, sino en la perennidad o continuidad incesable de su espíritu. Se asemeja mucho a Anastasia: resucitada, vencedora de la muerte. Jennifer Aniston luce con Orgullo su apellido de helénica estirpe y procura extraer de él la fuerza para vencer el paso del tiempo y sus desengaños en el amor. Entre nosotros Ismenia Anastassiou defiende el valor de las vidas mínimas y profesa su fe en la vida eterna.

Pero el nombre que hoy pretende prevalecer en Chile no es Atanasia, sino su contrario absoluto: Eutanasia. Significa muerte. Claro que muerte dulce, muerte regocijante, muerte que calma para siempre insufribles dolores. Nombre de fantasía fríamente calculado para maquillar un suicidio asistido o una pena de muerte. Inexplicada paradoja: este Chile que se enorgullece de haber abolido la pena de muerte la está ya aplicando legalmente contra bebés inocentes de todo delito, y pretende ahora extender su pretensión e imposición punitiva al otro extremo del arco de la vida, los ancianos y enfermos terminales. Se dirá: no es un castigo, sino un beneficio de alivio para quienes lo soliciten, en ejercicio de su autonomía individual. Pero el vigoroso adulto joven que desde su escritorio aboga por legalizar la muerte inducida de personas desgastadas por la edad y descartables por el excesivo costo de cuidar sus vidas, jamás invoca su autonomía individual frente a un Estado que invade, controla y restringe su intimidad, y lo abruma con obligaciones y prohibiciones en todos los ámbitos de su existencia. La autonomía individual sólo vale argumentalmente como respaldo al derecho de matar vidas inocentes.

Tras esta sangrienta contradicción se esconde una antropología impuesta por minorías mediáticas y volubles mayorías parlamentarias: el hombre es libertad sin límites. Posa de progresismo y es el más antiguo de los anacronismos: la añeja historia del hombre que pretende ser Dios. Si yo soy por esencia Libertad, reclamo el derecho de eliminar cuanto se oponga a mis expectativas de poder, poseer, placer y parecer. El anciano y el enfermo irrecuperable conforman, junto con el bebé por nacer, la primera línea obstructiva de mis expectativas. Son, digámoslo sin eufemismos, vidas inútiles, desechables, enemigas de mi omnímoda Libertad.

La ciencia, la fe y el derecho coinciden desde hace décadas en oponerse al encarnizamiento terapéutico, permitir la libre renuncia a tratamientos inútiles y acentuar la urgencia de cuidados paliativos. Cuando el enfermo se siente así cuidado y amado, como en la Fundación Las Rosas, el porcentaje de quienes reclaman se ponga fin a sus vidas es igual a cero. Este Chile que abolió la pena de muerte no necesita Eutanasia, sino Atanasia y Anastasia.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Diario Financiero, www.df.cl