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Alberto López-Hermida R. | Sección: Política, Sociedad, Vida

Cada aborto en el país es una señal de que como sociedad hemos llegado tarde”. Con esas palabras, la entonces Presidenta Michelle Bachelet introdujo oficial y definitivamente el asunto en Chile hace cuatro años. Una de las pocas victorias de su segundo gobierno. Hoy, ya como ley, el aborto avanza sin mucha resistencia en nuestro país, desenmascarando a aquellos que se comprometieron a que el otrora proyecto de ley, sujeto a tres causales, no era el primer paso hacia su legalización total; la última avalancha feminista ya pide sin tapujos una legislación que lo haga universal, libre y gratuito.

Cumplidos sus primeros 10 meses, la ley del aborto se ha saldado con la friolera de 718 víctimas. La mitad de ellas, mortales. Y es que 394 mujeres invocaron la nueva normativa, de las cuales 35 decidieron continuar con su embarazo y las restantes 359 continuaron con el procedimiento.

La realidad es dura y recuerda a las peores épocas de la Humanidad y de nuestro país. Han sido 359 los compatriotas que fueron privados de su derecho a nacer, discriminados algunos por los pronósticos y otros por su origen. Y han sido 359 las madres a las que nadie fue capaz de mostrar un camino menos oscuro que el de acabar con la vida de sus hijos. Porque nadie quiere abortar. Nuevamente en Chile unos pocos iluminados por la ideología deciden por los más frágiles y presionan a otros a cometer las peores atrocidades bajo la promesa de algo mejor.

Ni medios, ni políticos y ni hablar de la nueva encargada de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, se han referido especialmente a estas 359 veces en que hemos llegado tarde como sociedad. Seguimos fallando y a muy pocos parece importarle. Total, para eso está el aborto.

Y hay más. Ninguna nota periodística ni ningún parlamentario hablan de esas 61 mujeres que abrazaron la idea de abortar porque habían sido víctimas de una violación. ¿Existe la certeza de que hay 61 investigaciones para perseguir, encontrar y castigar con todo el peso de la ley a esos 61 criminales que forzaron a nuestras compatriotas? ¿Hay seguimiento de esas investigaciones? Seguramente esta arista del negocio no es tan rentable para Aprofa, Miles y todas esas hoy poderosas entidades que viven en buena parte del negocio del aborto en nuestro país. Esta idea probablemente tampoco encienda las suficientes cámaras de televisión para que Girardi o alguno de sus colegas “progresistas” dé una pomposa declaración. La estadística es, lamentablemente, bastante favorable para pensar que más de alguna de esas chilenas violentadas, una vez conseguido el aborto, fue devuelta a un ambiente de crimen, produciéndose así un espiral del que el único favorecido es el violador.

Como sociedad no podemos acostumbrarnos a este nuevo índice que se nos va a ir entregando periódicamente. Cada cifra de aborto oculta al menos dos víctimas por las que son realmente pocos los chilenos que están haciendo algo, porque, sincerémonos, a la ex presidenta Bachelet y a su gobierno poco le importó fortalecer a esas instituciones que por años se han encargado de acoger y acompañar a las embarazadas.

Hemos llegado tarde para 718 chilenos. Y a nadie parece importarle.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero, www.ellibero.cl