Pregúntese, ¿quién está detrás de los encapuchados?

Jaime Jankelevich | Sección: Educación, Política, Sociedad

No te queremos aquí; has firmado tu sentencia con tus actos. Nuestro puñal apunta a ti. El canario no es sumiso, firme en la lucha”. Estas palabras fueron las que leyó el director del Liceo de Aplicación, Humberto Garrido, en los panfletos que estudiantes de su establecimiento arrojaron al interior del mismo, el día que por sexta vez intentaban cortar el tráfico con barricadas en las afueras del colegio. Ese mismo día vio cómo alumnos encapuchados destruyeron su lugar de trabajo y lanzaron bombas molotov contra Carabineros desde el tercer piso. Y el mismo encapuchado que abrió la puerta de su oficina lo encaró y le dijo: “No se meta, esto es político”.

Es en esto último que me quiero detener, pues, a confesión de partes, relevo de pruebas. Si las violentas acciones que un grupo de encapuchados estaban ejerciendo obedecían a motivaciones políticas, quiere decir que existe una organización política que los dirige, protege y sostiene, que hubo una planificación previa, que tienen apoyo logístico e ideológico y que estas acciones tienen determinados fines que cumplir. Las preguntas que surgen entonces son: ¿Quién está detrás de los encapuchados? ¿Quiénes los organizan, dirigen, protegen y apoyan? ¿Cuáles son sus objetivos y qué pretenden lograr con esto?

Algunos dicen que son grupos de desadaptados; otros, una minoría; y algunos, que son anarquistas. Puede ser como puede no serlo, porque mientras el propio Presidente Piñera asumió una posición clara y definida de irrestricto apoyo al director Garrido y al principio de autoridad, llama profundamente la atención que desde la izquierda se guardó un silencio absoluto. Me pregunto, ¿por qué no expresaron rechazo ni condenaron estos hechos desde el PS, el PC, o el FA? ¿Será que creen que esto le genera algún grado de problema al gobierno, al Ministro de Educación, y por ende vale la pena guardar un silencio cómplice? ¿O es que los encapuchados pertenecen o son apoyados por alguno de estos partidos?

Es lícito hacerse estas preguntas, porque los responsables de los hechos que están ocurriendo en los colegios obedecen a intereses políticos. La presencia de bombas molotov en el Liceo de Aplicación, en el Instituto Nacional, en el incendio del Amunátegui y las tomas de estos dos últimos colegios no son hechos aislados que surgen por generación espontánea; son hechos planificados, dirigidos y organizados políticamente.

Los encapuchados actúan cobardemente escondiendo su identidad. Pero igualmente cobarde es la actitud de quienes tras bambalinas y sin dar la cara, planifican, organizan y apoyan estas acciones, utilizando para su ejecución a estos personajes violentos que están dispuestos a todo. Entonces, si bien existe una alta posibilidad de expulsar del Liceo de Aplicación a quienes resulten responsables de las amenazas al director y de los daños causados en el establecimiento, eso no basta. Es necesario identificar y desenmascarar a quienes están detrás dirigiendo a estos grupos violentistas.

Pero este problema tiene otra cara de la moneda. Esta es la indiferencia con que la sociedad reacciona frente a estos hechos, como si fueran algo de normal ocurrencia en la vida diaria. Porque si bien es cierto la noticia de los destrozos y de la amenaza contra el director del Liceo de Aplicación se publicó y comentó, la misma ya se olvidó. Checked y a otra cosa, como si nada hubiese pasado. Lo mismo ocurrió con el incendio del Liceo Amunátegui.

El problema es que cuando ya nada nos asombra, y nos comportamos indiferentes frente a este tipo de violencia, cualquier cosa puede pasar. Es por esto que me pregunto, ¿qué viene después de las amenazas? ¿Que atenten contra la vida de un director de escuela o de un profesor, porque no les gusta a los violentistas que tomen medidas disciplinarias? Ha pasado demasiado tiempo en que la impunidad ha sido la norma para enfrentar la violencia de los encapuchados y demasiadas las licencias que se han otorgado a quienes están detrás de los mismos para que permanezcan en el anonimato. ¿Qué más tiene que pasar para desenmascararlos junto a quienes los organizan, dirigen, amparan y protegen? ¿Tendremos que lamentar la muerte de algún profesor, un director o de un estudiante para reaccionar con decisión ante estos grupos y poner término a su impunidad?

Si la izquierda, desde el Frente Amplio hasta el PS y pasando por el PC, no tiene nada que ver con estos elementos y están en contra de sus acciones, entonces que los condenen y rechacen públicamente. Pero no puede ser que ante hechos tan graves como los ocurridos estas últimas semanas, permanezcan en silencio y no asuman una posición clara y definida que permita aislar e identificar a los encapuchados y poner fin a estos verdaderos actos de matonaje político, que impiden el normal desenvolvimiento de las actividades académicas. Si no lo hacen, estarán avalando la violencia que estamos presenciando estos días y difícil será pensar que no están involucrados.

Las bombas molotov no solucionan nada. Pero la indiferencia producto de la pérdida del asombro ciudadano frente a estos hechos tampoco lo hace; por el contrario, sólo ayuda a alimentar esta vorágine, porque ante la total impunidad y la falta de clamor social, los violentistas se envalentonan y la espiral sigue en ascenso. De no actuar ahora, no lloremos mañana sobre la leche derramada.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero, www.ellibero.cl