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Autoridad = Abuso

La parada en seco de Macron a un bobo que se las diera de gracioso, lo tratara de “Manu” (por Emmanuel), y entonara “La Internacional” en su cara, al menos sirvió para volver patente en qué mundo nos movemos. Por un lado, los subidos por el chorro que se creen empoderados -un imberbe en este caso- porque la informalidad e igualitarismo reinantes los eximiría de recriminaciones; por el otro, autoridades que olvidan que lo son y se dejan pasar a llevar (obviamente no Macron). ¿Cuál de estos dos tipos será más bobo?

Miremos el asunto desde otro ángulo. ¿Quién es abusivo, la autoridad -un Macron cualquiera- que se las da de tal, o los “pobres angelitos” que promueven causas que deben remecer nuestras malas conciencias (argumentos no les falta)? ¿El que incendia su despreciable liceo, o el que manda a desalojar, antes de que semejante práctica se convierta en una rutina más para alertar sobre el deplorable estado de nuestra educación?

Unos incendian, otros paralizan universidades enteras porque, de repente (desde hace unos meses) se ha llegado al convencimiento de que al patriarcado milenario hay que erradicarlo, ahora ya. ¿Desde la universidad? En los años 60 y 70 los males endémicos por corregir, según el evangelismo entonces de turno, eran sociológicos; ahora son antropológicos, el derecho y la lingüística debiendo aceptar su papel de comparsas.

Al tacho las reglas del juego: debidos procesos y presunción de inocencia en el caso del derecho; usos gramaticales convencionales para, de este otro modo lexicográfico, concretar el nuevo mundo feliz orwelliano con que se quiere “construir realidad”, no sólo reproducir la heredada. Al tacho, pues, con la historia, también. Huele a rancia, a autoridad y abuso.

Ante tales demandas, rectores y decanos se cuadran solícitamente. Aceptan el 80% o 90% de los petitorios. Entre cuyas condiciones estaría la obligación de todos los académicos a ser “reeducados” conforme al nuevo doctrinarismo de “género” inclusivo, es decir, a ser aleccionados y vigilados por guardianas catones a cargo del buen decir y actuar políticamente correcto. Ni la UP con la ENU aspiró a imponer un régimen tan totalitario.

En el fondo, se pretende que la autoridad se vuelva dócil, aterrada de que le pase lo de Harasic: se la “obligue a renunciar” por tomas que nadie se compromete a erradicar. Con lo cual no cabrá más alternativa que comportarse como es debido. Predicar la “amistad y paz cívica”, ser autoridad mujer (víctima) preferentemente, doblar la página, y al bajar las tomas y paros, sin reconocer la pérdida de otro semestre o año completo, hacer como que “aquí no ha pasado nada”. De lo contrario, rodarán cabezas.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera.