Sename, los niños al final

Daniel Rodríguez | Sección: Educación, Familia, Política, Sociedad

Las estadísticas educacionales chilenas son excepcionales en el contexto latinoamericano, y reflejan en gran parte el éxito de la combinación de políticas educativas de los últimos 30 años. Nuestras cifras de cobertura, inversión, infraestructura y deserción nos tranquilizan y nos dejan, con algo de buena voluntad, en la cola de león de los países desarrollados.

En término de logros de aprendizaje, sistemáticamente lideramos el continente en todas las mediciones existentes. Si bien se trata de resultados menos que mediocres, a nivel latinoamericano nos posicionan a una cierta distancia de nuestros vecinos. Diagnósticos basados en estos números indican que Chile requiere políticas educativas 2.0, dado que los problemas propios de sistema precarios ya se han superado.

Pero las cifras de una auditoría del Sename son un balde de agua fría a las estadísticas basadas en promedios. Para los interesados en educación, lo que demuestran es que los grandes números del sistema chileno esconden problemas que alguien podría creer que ya no nos competen. Cerca de 34% de los estudiantes en el Sename no asiste a la educación formal, un dato al menos 17 veces mayor al promedio nacional en básica (menos del 2%, según la CEPAL) e incluso mayor a los índices de Honduras y Guatemala. En la misma línea, 44% de los niños y niñas del Sename tiene algún retraso escolar, cuando la cifra de repitencia promedio nacional en primaria es menor al 3% y el promedio latinoamericano es de algo más de 4,8% (y 5,4% en secundaria).

En otras palabras, y sólo refiriéndonos a la dimensión educacional, los niños del Sename no viven en Chile, o por lo menos no en el Chile estadístico. El Estado, sus colaboradores y en último término, todos los ciudadanos, hemos sido incapaces de asegurarles a estos estudiantes condiciones mínimas. Viven en un lugar que, en términos de cifras, ni siquiera podría ubicarse en América Latina o en el Caribe. Es un país invisible.

A raíz de lo anterior, no se puede imaginar una mejor oportunidad para la política pública educacional. Es en esta materia en la que el Ministerio de Educación debe materializar el discurso de “los niños primero” que está llamado a concretar. Ciertos sectores de la elite –por ejemplo, los estudiantes que asisten a universidades del Cruch– seguirán teniendo demandas legítimas, pero urge que el ministerio cuente con respaldo político para mandarlos a “ponerse a la fila”.

Asimismo, debe abandonarse el delirio del gobierno anterior que pretendió reemplazar políticas de focalización por universalidad. Estos números demuestran que esa discusión es un insulto para quienes sufren la peor cara de los fracasos de la política pública y social del país. ¿Cómo no focalizar en ellos? ¿Cómo explicarles la ampliación de la gratuidad para el 40% más rico? Si según algunas estimaciones basadas en la Ley de Educación Superior, Chile alcanzaría la gratuidad universal en 2080, ¿en qué año los niños del Sename podrán ser la prioridad?

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero, http://ellibero.cl.