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La renuncia de Harasic

Las instituciones cuando se vuelven una colección dispareja, desmembrada, de puras personas y facciones persiguiendo sus propios fines, se van al tacho. Devienen en reflejos de miserias, meras pujas de poder e intrigas. Es lo que ha ocurrido con la Escuela de Derecho en Pío IX hace tiempo, infectando desde allí, no sólo a la Chile, también a otras universidades.

La renuncia de Harasic al decanato lo confirma. El jefe del bando golpista que tumbó a Roberto Nahum en la toma del 2009, y que demoró hasta el 2015 en hacerse del poder, no dura sino tres años de los cuatro que disponía y se manda a cambiar, de nuevo en medio de una toma. Además de raro, una vergüenza. Sus equipos siguen ahí, aferrándose, mientras sus contrarios (y los hay de muy distintas pintas) apuestan a sacar ventaja de la “nueva” situación. Por eso en el claustro convocado (tras 48 días de toma) sugerí que se hiciera una auditoría externa del estado financiero de la facultad; debiera pedirse también una fiscalización de Contraloría General. Las renuncias anticipadas suceden a menudo cuando, no habiendo más platas, no se puede afrontar lo que habrá que hacer (¿echar gente y ver quién queda?).

Pero, está además el quebradero de cabeza de la toma, cuestión no sólo de Derecho. En este momento todas las carreras de pregrado de la UCh (salvo dos) están o en paro o tomadas. En paralelo, el rector Vivaldi tiene programado participar en las celebraciones de los 100 años del “Grito de Córdoba” en Argentina que es donde se iniciaron estas movilizaciones y que tienen postradas a las universidades latinoamericanas desde hace un siglo. Esto último -su visita- lo prioritario, al parecer.

Y, por último, está lo medular: la decadencia de la institución. En esa reunión de claustro el profesor Juan Esteban Puga puso el dedo en la llaga. Señaló que deberíamos admitir que somos una facultad mediocre chantajeada por un grupo de “niñitas” voceras de toma. Se indignaron por supuesto las académicas feministas y eso que se usó el término “niñitas” referido, no a su “género” sino a lo infantil de sus demandas (fin del patriarcado, del capitalismo y la guerra de Arauco), como si desde nuestra mediocre universidad tamañas hazañas fuesen posibles. Conste que nadie, sin embargo, se ofendió que se dijera que la institución era mediocre (lo más notable de la reunión y al menos no hipócrita). La “declaración del claustro”, por cierto, estaba redactada de antes de la reunión.

¿Alguna solución? Sí. Se bajarán las tomas, se “recalendarizará” el semestre y seguirán administrando la rutina en que han convertido las tomas. En Derecho de la UCh los alumnos que entraron hace tres años llevan un año calendario entero sin clases o, si se les cuenta en serio, son tres los años perdidos a cuesta, irrecuperables. El resto -el circo- seguirá igual.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera.