Cambios, inmigración y nuevo electorado de izquierda

Joaquín Muñoz López | Sección: Política, Sociedad

Es un lugar común decir que “el país cambió”.  ¿Será así verdaderamente?, ¿qué significa que haya cambiado?  Por obvio que parezca, no está de más decir qué significa la palabra “cambio”: según la RAE, la primera acepción de “cambio” es la “acción y efecto de cambiar”, a su vez, da varias acepciones de “cambiar”, quizás la más apropiada para este artículo sea: “modificarse la apariencia, condición o comportamiento”.  A la luz de esto, está claro que la tesis del cambio experimentado por nuestro país tiene varios talones de Aquiles.

Sin duda, la apariencia del país no es la misma de hace veinte años, ni menos la de hace cuarenta y qué hablar de la de hace sesenta.  El crecimiento económico fruto de la implementación del “ladrillo” ha provocado un positivo cambio material, pero no necesariamente en los ámbitos trascendentes de la persona humana. La vorágine de la vida moderna ha traído muchas consecuencias: las citronetas fueron reemplazadas por las 4×4; han aumentado las profesionales exitosas, pero han disminuido las madres de familia; mejoró el acceso a la educación formal, pero han caído los modales; las familias viven con más bienes de consumo, pero se desintegran a pasos nunca vistos, etc., es decir, el crecimiento económico ha tenido efectos colaterales dañinos, que no tendrían por qué haber sido, pero fueron.  Tal vez por tratarse de un proceso nunca experimentado, nadie pudo prever estos efectos.  Aquí sí tendríamos un cambio.  Quizás sea nuestro crecimiento económico y sus consecuencias positivas y negativas lo único verdaderamente nuevo.

Existe la tendencia marcada de darle a este pregonado cambio una connotación positiva, principalmente desde la perspectiva izquierdista, cuyo fin es cumplir con una agenda política ad hoc, pero, si conviene que ésta sea negativa, así lo será.  De esta forma tenemos que, cuando se trata de desacreditar el modelo de economía liberal, el país cambió para mal, aludiendo a los aspectos negativos antes mencionados e imaginando otros, cuyo fin es endiosar al Chile pre-73, p. e., la educación era mejor y gratuita, pero no mencionan que sólo la completaba el 4% de la población, es decir, la elite, que no necesitaba gratuidad.  Cuando se trata de imponer su agenda en temas de familia, sexualidad, nacionalidad y otros afines, el país cambió para bien, o sea, junto a la bienvenida modernización del sector productivo, se sitúa o debe situarse la modernización de nuestros usos y valores, obviamente, aquí modernización no significa revitalizarlos, sino izquierdizarlos.

Como es natural, el siempre “altruista” progresismo de izquierda, amparándose en estos cambios, promueve la inmigración de países con un nivel de desarrollo inferior al nuestro.  Un Estado moderno debe ser pluralista” es el principio rector.  No cabe duda alguna que las sociedades modernas son pluralistas, unas más, otras menos, quizás más pluralistas de lo que nunca habían sido.  ¿Significa esto abrir las fronteras sin consideraciones de ningún tipo?  No.  Sería imposible mencionar y analizar, en un artículo, los pros y contras de la actual ola migratoria, pero es posible dejar planteada una fórmula inequívoca para saber cuán beneficiosa es ésta para nuestra patria.

El desarrollo no se debe al azar, sino al esfuerzo y sacrificio de las personas, que con estas prácticas van desarrollando su país por añadidura.  Hay un sinfín de condiciones que inciden en todo esto: el respeto por la autoridad, el reconocimiento de las instituciones permanentes del Estado, la educación, el amor al trabajo, el sentido del cumplimiento del deber, la aceptación del concepto de bien común, el patriotismo, la ausencia de vicios, etc.. Surgen aquí algunas preguntas que por obvias y de fácil respuestas pasan inadvertidas: ¿por qué si estos “nuevos chilenos” cumplen con estas condiciones tienen un nivel de desarrollo inferior al nuestro? porque no las cumplen , ¿por qué traerlos si es poco o nada lo que aportarán debido a su bajo nivel de desarrollo? no hay motivo alguno, ¿quién puede asegurar que mayoritariamente no se sumarán al número creciente de nuestros compatriotas que está dejando de cumplir con las condiciones antes mencionadas? nadie, ¿por qué traerlos si están ejerciendo una gran presión en los servicios sociales, mientras éstos no alcanzan para todos nosotros? es un error, ¿quién puede asegurar que quienes llegan no son delincuentes ni traer enfermedades, especialmente tropicales, si vienen principalmente de Haití, un país donde los servicios de salud y de justicia casi no existen? nadie, ¿cómo vamos a enfrentar los conflictos entre los inmigrantes y nuestro connacionales cuando éstos se harten de ser desplazados y molestados en su propia patria por culpa de la Ley Zamudio? ningún partidario de la migración ha dicho cómo hacerlo.

Se supone que el país cambió, pero, al menos, en lo referente a la inmigración no es así.  La falta de control de los antecedentes delictuales de los inmigrantes de hoy y sus consecuencias, tienen su correlato en lo sucedido durante la república parlamentaria.  En 1903, el inspector de Colonización Alfredo Weber publicó su libro “Chiloé”, en éste dice: “Un caballero chileno que en aquella época viajaba en Europa, al pasar por primera vez por cierto pueblecito, fue muy visitado y agasajado por las autoridades. Sorprendido, les preguntó cual era el motivo:-Es el caso, señor, le respondió el alcalde, que hace un par de meses pasó por acá un individuo que nos llevó a buen número de pillos y truhanes del pueblo, en calidad de colonos, para una isla que llaman Chiloé, y como todavía nos quedan algunos y usted es chileno, creemos que”. . .  Estos colonos recibieron ayuda del Estado y se comportaron como lo eran, desplazando y abusando de los chilotes, además, fue un gran negocio para los funcionarios de Estado corruptos que se dedicaban a esta materia (al respecto consultar de Nicolás Palacios “Raza Chilena”, pág. 260, 1904).

Según relata el mismo Palacios, un grupo de inmigrantes italianos avecindados en el sur quería independizarse, algo parecido a los muchos inmigrantes que para no adaptarse a nuestras costumbres invocan la Ley Zamudio.  Éste es otro correlato de los muchos que puede haber, es decir, algo está mal en esta materia.  Antes fue perjudicial, pero no hemos sacado lecciones

Simplemente, los cambios pregonados por la izquierda son sólo un pretexto para promover sus propuestas y, en el caso de los inmigrantes, hacerse de un electorado que reemplace a esos trabajadores que ya no creen en ella y paulatinamente se están identificando con los sectores de centro o de derecha.  Los pobres de siempre son reemplazados por los “nuevos chilenos”, es decir, un terreno fértil para los zurdos.