Para católicos de todos los tipos

Gonzalo Rojas S. | Sección: Religión, Sociedad

Papa es uno en la Iglesia Católica; lo asiste el Espíritu Santo. El obispo titular de cada diócesis es uno solo; lo nombra y lo puede remover el santo Padre. Los restantes fieles  -sacerdotes, religiosos y laicos-  no somos ni Papas ni obispos, aunque algunos -de cuando en vez o permanentemente-  se sientan investidos de las  prerrogativas que tienen aquéllos.

Quien asuma esta triple realidad como punto de partida para todo el análisis de los momentos que se viven en el catolicismo en Chile, parte bien y llegará a buenas conclusiones. Quien pretenda alterar las posiciones relativas de cada uno de los elementos mencionados, es sospechoso de magisterio paralelo, de soberbia de la vida, de ruptura de la comunión eclesial. Y seguramente, terminará mal. Y esa sospecha se irá confirmando o desvaneciendo según cada uno se comporte en el futuro inmediato respecto del problema de la Iglesia en Chile.

Porque, ¿cabe alguna duda de que en los comentarios de ciertos laicos hay una evidente asunción de soberanía eclesiástica? ¿Y de que en los apoyos de ciertos clérigos hay una manifiesta usurpación de funciones papales y episcopales? No; desgraciadamente respecto de ciertas opiniones y respecto de ciertos tonos de la voz, no son posibles dos lecturas: es muy evidente la intención populista y liberadora.

Pero el primer día de su pontificado Francisco nos decía que la Iglesia no es una ONG. No parece aventurado extender su apreciación y afirmar  -con la tradición de veinte siglos-  que la Iglesia tampoco es un partido ni solamente una asamblea. Por eso, para clarificar posiciones, será muy conveniente que en estos días de tensión, en que todos los dardos apuntan a la jerarquía episcopal, haya también claridad por parte de esos laicos y clérigos auto constituidos en voz paralela. ¿Qué quieren de la Iglesia en Chile? ¿Cómo debieran ser sus obispos? ¿En qué doctrina católica creen y cuál rechazan? ¿Cómo debieran comportarse los laicos?

Cada uno sabe porqué y cómo está en la Iglesia. Pero se va haciendo cada día más necesario que se lo comuniquemos a los demás. No basta con que se apunte al que ha sido victimario o cómplice o encubridor o lo que sea. Es necesario que cada uno devele también los propios propósitos.

Es lo que tiene que venir.