Maleza

Alberto López-Hermida R. | Sección: Política, Sociedad

La presencia de Raúl Alarcón en la Cámara de Diputados desde el pasado 11 de marzo es un asunto que más pronto que tarde debería ser abordado con seriedad, lejos de la volatilidad de los trending topics y memes.

No lleva ni un mes en el cargo y, el más conocido como Florcita Motuda, ha hecho noticia de manera lamentable. El camino más sencillo es reírse y quitarle gravedad bajo la excusa de que este “músico experimental” viene a experimentar también con la Cámara Baja. Pero hay que tener cuidado, en las formas y en el fondo.

Desde las formas, el diputado aclaró que quien ganó la elección y, por lo tanto, quien irá semanalmente al hemiciclo no es Raúl Alarcón, sino el personaje que representa, lo cual ha quedado cristalizado en la foto oficial que acompaña su biografía en la página de la Cámara y en la vestimenta que utilizó para jurar en el cargo. No se puede confundir la informalidad y, si se quiere, rebeldía de Gabriel Boric de ir sin corbata, con la desfachatez y descoco de ir disfrazado caracterizando a un personaje. Una cosa es romper esquemas y otra, es hacer como que no existe esquema alguno.

Pero desde el fondo la cosa es aún más grave. Gritar a los cuatro vientos, en medio del litigio entre Chile y Bolivia en la Haya, que “es muy poco lo que piden los hermanos bolivianos. Yo estoy con ellos” es cruzar la línea. Alejandro Guillier y Jorge Pizarro dieron soluciones poco felices para un escenario posterior al del actual pleito, pero Florcita Motuda, con su “yo estoy con ellos” alcanza otro nivel. A tal punto, que podría estar quebrantando el artículo 1º de la Ley de Seguridad del Estado y transgrediendo la Constitución de la República en su artículo 57. El primero, culpa de delito contra la soberanía nacional a quienes “de palabra o por escrito o valiéndose de cualquier otro medio, propiciaren la incorporación de todo o parte del territorio nacional a un Estado extranjero”, mientras que la Carta Magna indica que cesará en sus funciones el diputado “que comprometa gravemente la seguridad o el honor de la Nacion”.

Además, el Honorable Florcita mintió abiertamente en una entrevista concedida a un medio boliviano, indicando que en nuestro país “la gente siente que Bolivia debería tener salida al mar”. Basta un pequeño recorrido por la calle estos días, un breve asomo a las redes sociales y una rápida consulta a la encuesta Cadem, para percatarse de que es una minoría no superior al 10% de los compatriotas que sostienen dicha posición.

Así, de forma y sobre todo de fondo, es válido preguntarse sobre la idoneidad del diputado para seguir ejerciendo su cargo. Esto no puede ser confundido con la rebeldía panfletaria de la diputada Jiles, el traspié lingüístico del senador Navarro o la mala conducta del nuevamente diputado Alinco. Estamos frente a alguien cuya impericia termina perjudicando la imagen de los diputados en su totalidad.

No es el tema más urgente que enfrenta Chile hoy, pero es en la preocupación en los detalles donde se previene que la pradera de la institucionalidad no se llene de este tipo de florcitas que, aunque duela reconocerlo, son maleza.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Pulso, www.pulso.cl