La tajada del frente

Joaquín García-Huidobro | Sección: Política, Sociedad

Todos miran al Poder Ejecutivo, y con razón, porque es muy importante que el gobierno se instale pronto y bien. Pero tanto o más relevante será lo que ocurra en el Legislativo. En cuanto los nuevos parlamentarios llegaron a Valparaíso, hubo que definir cómo se repartirían el trabajo. Y aquí nos encontramos con una sorpresa grande, porque en la Cámara la vieja Concertación se quedó con los cargos honoríficos (la presidencia), mientras que el Frente Amplio y el PC dirigirán casi todas las comisiones relevantes.

Comencemos con la comisión de Constitución, que es muy sensible para el funcionamiento de una democracia. Estará a cargo nada menos que del comunista Hugo Gutiérrez. Tanto el nombre como su filiación parecen una broma de mal gusto. En su historial está el haber instrumentalizado la justicia para tratar de hundir la candidatura de Piñera, aunque con menos éxito que sus habituales filtraciones, la especialidad de la casa.

Para derechos humanos, nuestra izquierda eligió a alguien del PC, el mismo partido que dirige los destinos de Corea del Norte, la peor tiranía del planeta; de Cuba, cuya dictadura cumplirá pronto 60 años; y de China, de sus cárceles no hablamos, pero están bien pobladas de disidentes.

A Pamela Jiles, del Frente Amplio, la oposición le encargó nada menos que presidir la comisión de Familia. También tenemos al Frente en Relaciones Exteriores, Medio Ambiente y Ciencia y Tecnología (con Giorgio Jackson).

Pero no nos preocupemos, porque la DC tendrá la presidencia de la Cámara el año próximo, y el PS roncará en las comisiones de Bomberos y también en la de Deportes.

La distribución de fuerzas en la nueva Cámara de Diputados nos permite anticipar quién tendrá la batuta en el trabajo legislativo de la oposición. Mientras la centroizquierda tradicional aparecerá en las fotos, los que harán la pega y estarán en las instancias decisivas serán los comunistas y el Frente Amplio, a pesar de ser una minoría. Y no cualquiera de sus integrantes, sino varios que se caracterizan por sus posturas muy radicales. De sus otros miembros mejor no hablemos, porque el FA, que venía a renovar la política, tuvo el privilegio de llevar al Parlamento a uno que otro payaso.

Las negociaciones sobre la integración de las comisiones muestran cuán perdida anda la centroizquierda. En ellas ha mostrado frivolidad, al dejar al Frente Amplio una tajada enorme de la torta, y debilidad de carácter, porque se deja avasallar por una minoría de audaces. También quedó claro que, por ahora, es incapaz de organizar una oposición sólida y coherente. ¿O piensa ese sector político que puede rearmarse a partir de aportes como las ideas constitucionales de Gutiérrez o la concepción de sociedad de Pamela Jiles?

Parece que, tal como hace unos años, nuestra oposición espera que la calle (¿o Michelle Bachelet?) venga a esconder la basura bajo la alfombra, y le solucione sus problemas. Puede que así sea, pero en ese caso una cosa es segura: no será la centroizquierda moderada la que se beneficie de una situación semejante.

Es posible que algún derechista ingenuo se alegre de esta situación, pero me temo que muy pronto se defraudará. Una vez que se acabe la tradicional «luna de miel» de la instalación, será difícil para la centroderecha conseguir los grandes acuerdos nacionales: seguridad, infancia, Araucanía, salud y pobreza. En lo que viene, el gobierno tendrá al frente un Parlamento muy numeroso, de calidad inferior al pasado, y con un predominio político inédito de los sectores más radicales. Un panorama poco alentador.

Sin embargo, la ventaja sigue teniéndola el gobierno. Obtuvo una victoria contundente en diciembre pasado, ha logrado armar equipos razonables y parece ser consciente de la necesidad de priorizar. Si cumple su hoja de ruta y, como pidió la ciudadanía, logra articular el crecimiento con protección social; si no se distrae en temas secundarios ni cede a la tentación de asumir agendas ajenas que dividen al sector, de poco le servirán al Frente Amplio sus estridencias, porque el gobierno llegará a buen puerto, lo que en este caso sólo puede significar entregarle la banda presidencial a un representante de la propia coalición.

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio.