Para no equivocarse nuevamente

Joaquín Muñoz López | Sección: Política

Se supone que aprendemos o deberíamos aprender de nuestros errores, por ello, estudiamos historia.  La historia es cíclica, lo que nos permite tomar decisiones correctas porque podemos seguir el camino correcto o evitar el incorrecto, basándonos en las experiencias propias o ajenas.  Es necesario esta pequeña introducción para entender cuál es la encrucijada en que está el país y, muy especialmente, la derecha.

El año 1964 fue un año “bisagra” en la historia reciente de Chile.  Aparentemente, la disyuntiva era simple, pero muy decisiva: Allende o Frei, “revolución o revolución en libertad”.  La verdad era otra muy distinta: cómo dar un golpe de timón para que Chile no cayera en una revolución que buscara imponer un régimen totalitario marxista, o sea, la disyuntiva Allende o Frei sólo era un espejismo, un espejismo que se limitaba a posponer en seis años la llegada de la “revolución” luego de que la “revolución en libertad” le diera un viso de legitimidad a la idea de una revolución.  En palabras simples, la disyuntiva era “revolución u orden establecido”.

Los habituales miopía y miedo de la derecha impidieron ver “entre líneas” lo que estaba pasando, así muchos respiraron tranquilos cuando “se salvaron de Allende” gracias al triunfo de la Democracia Cristiana.  Daba lo mismo que el candidato demócrata cristiano no hubiera estado dispuesto a cambiar una coma de su programa ni siquiera por un millón de votos, lo importante era que el Frente de Acción Popular perdiera.

La Democracia Cristiana, proveniente del seno del Partido Conservador, conocía muy bien cómo pensaba y sentía la derecha, por lo tanto, también cómo actuaba, “no hay peor cuña que la del mismo palo”.  El miedo siempre ha sido el gran motor derechista, tal vez, por no ser la derecha un sector ideologizado depende de este estímulo para sobrevivir como lo hace cualquier ser vivo, a diferencia de sus contendores que se sustentan en el odio, la envidia o el resentimiento de forma explícita o implícita que transforman en ideología.  Una constante de la derecha ha sido la política del mal menor que, aunque acertada, no hay que abusar de ésta ni usarla sin sabiduría.  El miedo no es el aliado de la sabiduría, sino la calma, la templanza, la razón, el valor, entre otros.

Todo lo dicho es historia, no obstante, precisamente por este motivo debemos meditarlo para enfrentar las próximas elecciones.

Los hechos demostraron que “los tragos amargos hay que pasarlos rápidamente”.  Es cierto que después de la guerra todos somos generales, pero serlo antes es fácil cuando la guerra se repite.  Mirada en retrospectiva, la elección de 1964 tuvo como ganador a Allende y los suyos, es decir, “no nos salvamos” de la extrema izquierda.  La DC cada día se fue izquierdizando más, de ésta salieron el MAPU y la Izquierda Cristiana y su discurso hizo lo propio.  Finalmente, Allende ganó de todos modos, pero un Allende distinto, seis años más extremista.

Los años que van de 1964 a 1970 sirvieron de “calentamiento previo” para la izquierda dura.  En 1965 nació el MIR, apoyado desde Cuba, ese año también realizó el PS su Congreso de Linares y dos años después el tristemente célebre Congreso de Chillán; en el primero, insinúa la vía armada para alcanzar el poder y, en el segundo, la expresa.  El MIR tuvo tiempo para perfeccionarse en Cuba y practicar realizando asaltos a bancos.  También hubo tiempo para concientizar a las masas, de manera tal que no se espantaran con los métodos del futuro gobierno.  Los cuadros de toda la izquierda pudieron prepararse mejor en todos los ámbitos necesarios para armar con éxito su revolución o, mejor dicho, guerra civil de ser necesario.

Simplemente, el miedo permitió que la derecha percibiera la amenaza del proceso político en curso, pero, a su vez, le impidió ver un posible golpe de timón.  Apoyar a la DC era más simple, fácil y seguro, al menos, en teoría.  Las elecciones de ese año y el siguiente, presidencial y parlamentaria, respectivamente, demostraron que el cálculo de que Allende y el FRAP podían haber ganado era correcto, pero también demostraron que la derecha podía haber logrado mucho más que una coma del programa demócrata cristiano si se hubiera sacudido el miedo y “puesto en las coloradas”.  Si hubiera traspasado su miedo, sin duda, la DC habría acusado el golpe de una derecha voluntariosa y decidida que podía impedirle que llegara al poder en su mejor momento hasta ese entonces.  Así como “París bien vale una misa”, “La Moneda bien vale una coma de un programa de gobierno”.  Sin embargo, este análisis no podía venir de una derecha paralizada por un miedo que incluso le impidió ver sus reales posibilidades de triunfar, pues, hasta la elección misma nadie tenía seguro el triunfo.  Así lo confirmó su pánico irracional frente al “naranjazo”.

Hoy nos vemos en la misma encrucijada de hace 53 años, pero con la ventaja de que ya sabemos cómo actúa el supuesto “salvador” de la derecha y del orden social, económico e institucional del país.  Sebastián Piñera recibió un país con un auge de las ideas derechistas, pero entregó uno tremendamente izquierdizado (al respecto, Teresa Marinovic da un análisis irrefutable en www.biobiochile.cl ¿Por qué habría que confiar en él nuevamente?

Se equivocan quienes creen que votando por Piñera evitarán la llegada al Gobierno de la izquierda más dura.  Solo la retrasarán, pues, lo poco que sobrevivió de la derecha al gobierno de Piñera no representa ningún escollo para la ultraizquierda.  Piñera ha gritado a los cuatro vientos que no es de derecha; todos lo sabemos, pero lo peor radica en que es ante todo “piñerista”, lo que se opone a cualquier línea de pensamiento o proyecto político, salvo al apoyo irrestricto a Sebastián Piñera y sus caprichos.  Si él ganase las elecciones, terminará por desaparecer la derecha para dar paso a un espectro político dominado por las fuerzas de izquierda.

La única posibilidad de impedir que se repita lo ocurrido entre los años 1964 y 1970 es apoyar a José Antonio Kast.  Él sí representa una real alternativa frente a la izquierda, pues, su proyecto político no es un capricho personal, sino un proyecto de un chileno común y corriente preocupado por su país, un auténtico servidor público.  Cada voto por Kast ayudará a consolidar un proyecto de país fiel a su tradición republicana y a aglutinar a quienes tenemos conciencia de cuán decisivo es el momento político de nuestra querida patria.