La soledad del chileno

Sergio Urzúa | Sección: Familia, Sociedad

En 1990, 220 mil chilenos reportaban vivir solos. Desde entonces el número se ha multiplicado 3,3 veces. Hoy más de 744 mil personas viven en hogares en los que ellos son el único miembro. Nunca antes en el país vivir sin compañía se había vuelto tan común. ¿Cuáles son las implicancias de esta transformación?

Las causas tras el fenómeno son variadas. Desde el individualismo y la búsqueda de libertades juveniles hasta la más madura postergación del compromiso de la vida en pareja y las obligaciones parentales, pasando por la realidad que significa una sociedad que no está preparada para envejecer velozmente. Por eso, los datos confirman que el aumento en el número de hogares de un solo miembro es transversal a la edad del solitario. Entre 1990 y 2015, el número de individuos entre 20-39 años que reportó vivir solo aumentó en casi 200%; entre los 40 y 59, en 240%, y sobre los 60 años, en 250%. En este último grupo, las brechas por género se destacan. En los últimos 25 años el número de mujeres de 60 años o más viviendo solas pasó de 70 mil a 270 mil. Si envejecer en pareja es duro, hacerlo en soledad debe ser aún peor.

Pero, ¿qué tan costosa es la soledad? Depende de qué estemos hablando. Períodos cortos de aislamiento son promovidos por religiones y culturas como canalizadores de la reflexión y el aprendizaje. Pero, claro, no me refiero a un breve y apacible retiro, sino a la pérdida de conexión social analizada en, por ejemplo, «La Ciencia de la Soledad» de John Cacioppo. El libro del profesor de la Universidad de Chicago documenta las dramáticas consecuencias de la soledad crónica: trastornos sicológicos (depresión y estrés), problemas físicos (presión alta y deficiencias inmunológicas) y efectos sobre el comportamiento (adicciones y suicidios). Por el contrario, la evidencia sugiere que la vida en compañía contribuye, entre muchas otras cosas, al desarrollo de resiliencia, capacidad individual para superar circunstancias adversas. Esto es particularmente relevante para las nuevas generaciones. La juventud nunca antes ha encontrado más facilidades para satisfacer su demanda por privacidad, ¿pero estará internalizando los efectos de la soledad?

Hace pocos días el Reino Unido realizó una innovación de marca mayor en el ámbito de las políticas públicas. Por primera vez se nombró un ministro dedicado a combatir exclusivamente las consecuencias derivadas de la soledad. Y es que en sociedades desarrolladas el fenómeno ha sido catalogado como una de las mayores amenazas de la modernidad (500 mil británicos mayores de 60 años declaran tener no más de una conversación a la semana y más del 30% de los hogares están conformados por un individuo). En Chile el problema comienza a manifestarse. Sí, vivir solo no es lo mismo que vivir en soledad, pero no hay que confiarse. Cacioppo lo ilustra con claridad: la soledad es como un iceberg, es más profunda de lo que se ve a primera vista.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio.