Una nueva contradicción vital

Joaquín Muñoz López | Sección: Política

El contexto en que debemos ir a votar en los próximos días nos debe hacer reflexionar. Los costos para el país, que tanto amamos, serían catastróficos si nos equivocamos al emitir nuestro sufragio. Aun cuando las opciones presidenciales y parlamentarias nos dan la posibilidad de elegir entre candidatos que aparentemente no difieren mucho entre sí, esto no quiere decir que no podamos equivocarnos gravemente. De partida, lo más importante es saber cuál es el motivo por el que preferimos tal o cual candidato, es decir, saber votar o votar en conciencia, pero una conciencia “consciente”. En palabras simples, votar por quien realmente represente nuestras ideas y valores, por ejemplo, si nos interesa la defensa del matrimonio entre un hombre y una mujer, no debemos votar por quien no se define al respecto, aunque ofrezca crecimiento económico y haya demostrado que es capaz de hacer crecer al país. Ambos ámbitos son muy importantes, por ello, lo correcto es votar por quien pueda cumplir con los dos.

Los aspectos importantes que tomar en cuenta al momento de votar, aunque ocultos, son fáciles de percibir y aplicar si ponemos en primer lugar los principios trascendentes y no las mezquinas cuentas politiqueras de la hora veinticinco. Además, un poco de conocimiento de historia nos ayuda muchísimo.

Para la derecha y para quienes, sin pertenecer a ésta desean un cambio, está muy fácil la decisión: no votar por nada ni nadie repetido, pues han sido substancialmente lo mismo. Hay seis candidatos que representan lo mismo: un modelo fracasado en todo el mundo. Los seis tienen matices, pero, en realidad, son seis versiones de lo mismo. Guillier, Sánchez, ME-O y Navarro están por continuar decididamente con el “legado” de Bachelet; Goic tiene pequeñas diferencias cosméticas, pero sin el poder para defenderlas, además, no pasará a la segunda vuelta, y Artés rechaza este legado por considerarlo “derechista”. Entonces, quedan Piñera y Kast. Piñera ya fue presidente, por lo tanto, sabemos cómo es. El único verdaderamente nuevo es Kast, o sea, el único que nos puede ofrecer algo distinto a las fórmulas mágicas de los otros candidatos, las que no han sido del todo eficaces o derechamente perjudiciales.

Elegir entre Kast y Piñera parece difícil, pero es sólo apariencia. Se trataría de comparar dos candidatos de sectores muy distintos: uno derechista y el otro “piñerista”. El primero tiene un proyecto político que se enmarca dentro de una cosmovisión determinada, o sea, sabemos bien qué piensa y qué haría bajo ciertas circunstancias; el segundo, no tiene más proyecto que el suyo propio, así lo ha demostrado siempre, especialmente cuando fue gobernante, es decir, con él no hay ninguna certeza de nada, salvo si se puede dilucidar qué es lo que le conviene a su proyecto personal. He aquí una primera gran diferencia entre ambos candidatos.

Las diferencias entre Kast y Piñera son muchas más. Kast, como buen derechista, propone bajar impuestos; Piñera no bajó los que prometió bajar y subió otros. Kast quiere un Estado más eficiente y reducido, no duda en decir cuántos ministerios menos tendrá en su eventual gobierno y en rechazar los pitutos, además, de declarar que quiere bajar el número de parlamentarios; Piñera, en cambio, dice que eliminará programas mal evaluados, pero no los nombra y ahora acaba de decir que no eliminará programas sociales, en circunstancias que son muchos los que están de más. Tampoco se refiere al excesivo número de parlamentarios.

En materia de relaciones exteriores, Kast se compromete a romper con Cuba y Venezuela y a sacar a Chile del Pacto de Bogotá; Piñera no se pronuncia y, cuando fue presidente, no hizo nada al respecto. Si dijera algo, ¿por qué habría que creerle?

Kast se define como cristiano, Piñera, también. Sin embargo, sólo Kast tiene una postura clara y concordante con su condición de cristiano frente a ciertos temas. Él ha sido firme en la defensa de la familia sustentada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, también ha rechazado sin titubeos la ideología de género y la injerencia del Estado en la crianza de los hijos en desmedro del derecho de los padres. Piñera juega a no perder votos, no se pronuncia abiertamente, se limita a decir que “es un tema complicado”, “un tema pendiente”, etc., frases ambiguas para no pelearse con nadie. Sin embargo, los dirigentes del MOVILH se sacan sendas fotos con él y con gente de su comando. ¿Cómo saber qué piensa Piñera sobre estas materias? Sólo basta recordar que el puntapié inicial del matrimonio homosexual en Chile fue el “Acuerdo de Vida en Pareja”, promulgado por Piñera. Tampoco desde su gobierno fortaleció el derecho de los padres.

Frente al gobierno Militar, Karst no reniega de éste y defiende su obra; Piñera dijo, en su primera campaña presidencial, que dicho gobierno fue el peor de los últimos cuarenta años. Kast ha sido claro en decir que indultará a militares presos; Piñera les ofreció el indulto, pero luego fue quien más causas ha levantado contra los uniformados.

En cuanto al terrorismo, Kast se compromete a combatirlo con energía, incluso con ayuda de las FF. AA.; Piñera no dice nada claro, además, cuando fue presidente negoció con terroristas.

Las diferencias entre ambos son muchísimas, sería imposible mencionarlas en un solo artículo. Tal vez la más importante es que Kast está preocupado de sacar a la izquierda de la papeleta, una forma metafórica de decir “derrotar a la izquierda”. Él ha hecho grandes esfuerzos para conseguir dicho objetivo, de partida, se peleó con sus amigos y correligionarios de la UDI -muchos de ellos eran sus amigos de juventud-, también renunció a su sillón parlamentario al no repostularse como diputado u optar a ser senador, ha tenido costos personales y familiares. Simplemente, se embarcó en una aventura incierta que de salir mal mataría su carrera política. En cambio, Piñera no dudó en bloquear el surgimiento de otros líderes que pudieran hacerle sombra, atacó y ofendió a sus colaboradores durante su mandato y, lo que es peor, en plena campaña, de hecho, el principal oponente de Evelyn Matthei a ratos parecía que era el propio Piñera. Él recibió un país con una derecha fuerte y en ascenso, pero entregó uno con una derecha débil y en decadencia, no sólo por su baja electoral, sino por la pérdida de rumbo y renuncia a sus principios. Jugó con fuego todo el tiempo, puesto que, con una izquierda crecientemente radicalizada y con ánimos refundacionales, no cabía otra opción por el bien del país que proyectar al sector a un nuevo gobierno, cosa que no hizo. No tiene nombre destruir la derecha para posibilitar la reelección en cuatro años más. Votar por Piñera es premiar las malas prácticas.

En mayo de 1989, Hernán Büchi dijo que él tenía contradicciones vitales para ser candidato a presidente, luego renunció a ser candidato, pero finalmente aceptó. Hoy toda la derecha está frente a la posibilidad de tener una contradicción vital, ya que votar por Piñera, ser de derecha y entender de procesos políticos es en sí una contradicción vital. Por el contrario, votar por Kast, ser de derecha y entender de procesos políticos es absolutamente coherente. Kast se define a sí mismo como de derecha, Piñera, no.