Nos van a intentar destruir…

Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Política

Tengo grabada esta advertencia de Jaime Guzmán, lúcida premonición formulada con especial fuerza a partir de 1988 y en vísperas de las elecciones del ’89: “Nos van a intentar destruir”.

¿De qué se trataba? ¿Del empeño de la izquierda por borrarnos del mapa electoral y político? No.

Cuando Guzmán hablaba así nos advertía que esa intentona –que ese enorme esfuerzo, en realidad– lo encabezaban nuestros supuestos aliados, esas personas, ese partido, que se había ido distanciando tácticamente del Gobierno Militar desde la firma del Acuerdo Nacional, esos supuestos derechistas devenidos en centroderechistas y hoy simplemente, centristas. Era, una vez más, esa fronda tan conocida.

Resistimos. La elección del ’89 fue una epopeya: tres senadores y apenas 14 diputados para el proyecto de Jaime Guzmán. El mismo Guzmán había hecho una campaña épica y había logrado la elección. No nos habían logrado destruir en esa pasada.

Pero fue asesinado Jaime y los coroneles, sutilmente distanciados ya de su legado, dejaron que tomara cuerpo el lavinismo, ese virus mortal que se extendió por todas las dimensiones de “lo nuestro”. El lavinismo es, por autodefinición, “no pelear con nadie” y “armar alianzas con el bacheletismo”. O sea, transformar nuestro talante de conquistadores en un gen de apocados, entregar nuestras banderas llenas de medallas a cambio de otras nuevecitas, relucientes y de plástico. Falsas.

Desde hace casi 20 años, comenzó a olvidarse “que nos van a intentar destruir”.

El piñerismo, vino a hacerse cargo de esa tarea pendiente, pero esta vez con Chadwick Piñera a la cabeza, con Longueira reconvertido, con Lavín siempre listo. Algunos de los que habían salvado su vida política en el ’89, continuaban ahora, pero desde el otro lado, la misma labor, apoyando a los que antes quisieron barrerlos de la faz de la tierra. Vaya memoria, vaya conciencia.

Y entonces, aparece Kast en escena. Por dos veces trata de ganar la presidencia de su partido. Las dos veces lo bloquean. Continúan así la destrucción de lo propio, el autogol, el harakiri, la venta de los activos a precio de ganga y nada menos que a quien sólo quiere prenderles fuego, arrasar con ellos.

El último episodio los ha puesto en alerta máxima, porque pensaban que ya habían cumplido su objetivo: la campaña presidencial, de nuevo épica, esta vez por parte de Kast. Y entonces, inevitablemente, se han hecho presentes lo que olvidaron por completo que “nos iban a intentar destruir”, para hacerse cargo ahora ellos mismos de un nuevo intento con igual propósito.

De nuestra votación por Kast de este domingo dependerá en buena medida que hayamos salvado este nuevo desafío, que la advertencia de Guzmán no haya sido en vano.