La mentira políticamente correcta de La reina Victoria y Abdul

Jorge Soley | Sección: Historia, Sociedad

Una de las películas que pueblan nuestra cartelera estos días es La reina Victoria y Abdul. Se trata de una película más de las muchas que el cine inglés ha producido en torno al periodo victoriano.

En esta ocasión se nos explica una historia cuyo origen se remonta a la celebración de los 50 años de reinado de la Reina Victoria, protagonizada por una Judi Dench que vuelve a destacar con una soberbia caracterización.

Un joven indio musulmán, Abdul Karim, conocido como “El Munshi” (palabra persa para designar a un secretario), viaja a la corte británica para participar en el Jubileo. La reina Victoria quedará prendada de él y Abdul se convertirá en uno de los personajes más influyentes en su corte.

La película contrapone la amistad que se va forjando entre la anciana reina y el joven indio con los prejuicios y el racismo que supuestamente estarían ampliamente difundidos en la corte.

Como todas las producciones históricas británicas la película está magníficamente ambientada, eso va de suyo, pero el argumento parece especialmente ajustado a lo que la corrección política exige.

La manera de presentar a los miembros del servicio de la Reina, que parecen una colección de malos de tebeo y obsesos racistas, es demasiado forzada y se asemeja a aquellas películas bélicas en las que los enemigos, todos y cada uno de ellos, eran una perfecta combinación de maldad y estupidez. Tanto que no resultaban creíbles.

Si además el bueno de la película es un joven musulmán, delicado, inteligente y comprensivo, enfrentado a un hatajo de blancos racistas y prepotentes, las prevenciones están más que fundadas.

Pensaba esto cuando llegó a mis manos un escrito del nieto de quien fue el doctor de la Reina Victoria, Sir James Reid. Lo que explica este familiar me ha convencido de que la película de Stephen Frears no respeta la historia que relata sino que, al contrario, la manipula para que encaje en lo que hoy en día se considera políticamente correcto.

Richard Ingrams, que así se llama el nieto del Dr. Reid, explica que valiéndose del afecto de la anciana Reina, “Karim se mostró cada vez más arrogante y exigente, insistiendo en tener un cuarto de baño exclusivo, exigiendo que le dieran condecoraciones e incluso quejándose a la Reina porque no se le daba suficiente publicidad en los periódicos. Como resultado de esto acabó siendo visto generalmente con desagrado, especialmente por sus compañeros indios, algunos de los cuales, como uno llamado Mustafá, decidió dimitir tras decirle al Dr. Reid: ‘La Reina quiere que me quede pero es imposible permanecer más tiempo con el Munshi. Es un hombre muy malo. Usted tiene que librarnos de él’”.

Pero la realidad es que el Dr. Reid no estaba en condiciones de enviar al Munshi de vuelta a la India. Al contrario, tuvo que hacer frente como pudo a los crecientes problemas ocasionados por Abdul, incluyendo sus órdenes de enviar una enorme cantidad de morfina, estricnina y otras drogas (suficiente para matar a más de 10.000 hombres) a su padre en Agra con el pretexto de que era un medico del Ejército indio cuando en realidad era el farmacéutico de la cárcel de Agra.

Otro párrafo de Ingrams merece nuestra atención: “Es difícil encontrar cualquier similitud (aparte de su acento escocés) con Sir James Reid en el actor Paul Higgins, que lo interpreta en la película. Como todos los otros miembros de la Casa Real, incluyendo al Príncipe de Gales, es caricaturizado como un racista, consternado por ser eclipsado por un intruso indio inculto”.

Acaba Ingrams con una reflexión que se puede aplicar a un número creciente de películas: “¿Cómo explicar la historia de otro modo a la audiencia de hoy en día? Karim era musulmán y retratarlo fidedignamente como un oportunista astuto y deshonesto provocaría considerables problemas, acusaciones de islamofobia e incluso protestas y manifestaciones. Así que ha sido transformado en un joven indio encantador y su protectora Victoria se convierte en una precoz campeona del multiculturalismo… Burlarse de la élite victoriana encarnada por el Príncipe de Gales y el servicio de la Reina puede darnos un sentido de autosatisfacción. Y es cierto que fueron culpables de esnobismo, también Sir James, pero no eran peores que la élite de nuestra época que incluso han tenido que inventar una nueva palabra, islamofobia (como “agora-” o “claustro-”, implicando una neurosis irracional) para condenar cualquier reflexión adversa sobre cualquier musulmán, llegando incluso a reescribir la historia del Munshi para conformarla a nuestra nueva hipócrita ortodoxia”.

Ya lo saben, debajo de una producción, de una ambientación y de unos actores espléndidos se esconde una mentira. Es bueno desenmascararla.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Actuall.