Izquierdas

Adolfo Ibáñez S.M. | Sección: Política

Las izquierdas, humanista y socialista, insisten contra toda evidencia en que son camino de progreso para la sociedad, cuando han demostrado que solo son de destrucción. El bienestar material alcanzado en Chile se debió a las buenas políticas que la Concertación debió aceptar, a riesgo de perder el poder en 1994. No se debe a los bonos y repartos, que fue siempre su meta, como lo probaron en la segunda vuelta de 1999. La posterior bonanza del cobre fue notoria precisamente por la permanencia de esas políticas, aunque ya un poco oxidadas por el descuido de que habían sido objeto, dado que les iban a contrapelo, como quedó en claro con la pugna entre autoflagelantes y autocomplacientes: los puros y los vendidos al poder. En Bachelet I alcanzaron el máximo debido al cerro de plata que llegó y al socialismo capitalista en que había degenerado el orden social y económico. Con Bachelet II vino la orgía de la pureza ideológica y el desplome de la coalición que ahora es incapaz de ordenarse.

Luego de sus más sonados fracasos en toda la redondez del mundo, se refugian afirmando que las personas ganaron en dignidad. Insisten en su camino de lucha de clases y de considerar el trabajo como una maldición para generar un sustrato que haga creíbles sus mentiras y falsificaciones. No es dignidad su fruto, sino deshumanización: transformar a los hombres en máquinas a su servicio o, de lo contrario, fuera con ellos.

Nunca han sido capaces de organizar la participación de las personas en el orden. La sociedad civil es una realidad y un concepto que les es completamente ajeno porque repudian la potencia y la creatividad humana. No les interesan las agrupaciones de personas que persiguen sus fines comunes, salvo que bajo diferentes fachadas constituyan cuadros disciplinados a las órdenes de los jerarcas. Para ellos la sociedad no es más que un conjunto de “clases” que deben interactuar conforme indican las ideologías. Solo aceptan la sumisión ante los mandones iluminados.

Quienes no participan de esta forma de concebir la sociedad no han sabido entregar un mensaje que vaya más allá del progreso en el orden material. Esta limitación o incapacidad permite que las izquierdas vuelvan a insistir en sus planteamientos añejos y fracasados. Esta campaña presidencial no ha servido para mostrar una senda de esperanzas y de ilusiones que lleguen al alma de nuestro pueblo, que requiere de símbolos llamativos que hagan de sus vidas y sus acciones un camino que los vincule con lo profundo de su ser.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Santiago.