Comer o no comer chocolate

Claudio Sapelli | Sección: Educación

Supongamos que se nos dice que si no comemos un chocolate por 15 minutos, se nos regalará un segundo chocolate. Supongamos ahora que uno es un niño. ¿Qué creen ustedes que pasa? ¿Se lo comerá al tiro? ¿Esperará? ¿Y la habilidad de un niño de posponer la gratificación inmediata en pos de una recompensa mayor señala algo de su conjunto de habilidades para la vida? ¿O es este solo un juego sin más significado? Resulta que es mucho más que un juego y en él radica la clave de una estrategia fundamental faltante en nuestros sistemas educativos.

En la discusión nacional se ha insistido mucho respecto de que la prioridad fundamental en la estrategia educacional debiera estar en la formación de habilidades en los primeros años de vida. Y esto es absolutamente correcto: sin dudas que la prioridad en la estrategia de creación y desarrollo de habilidades para la vida debiera ser aprovechar la primera ventana de oportunidad, que es intervenir en la etapa preescolar. Si dichas intervenciones son de calidad, contribuyen al desarrollo de habilidades tanto cognitivas como no cognitivas.

Sin embargo, en general los sistemas educativos no están diseñados con dicho énfasis. Por ello muchos adolescentes carecen de las habilidades básicas y muchas veces desertan del sistema educacional ante la evidencia de que lo que les están dando no sirve. ¿Qué hacer? En particular, la pregunta es: si no se aprovechó la primera ventana de oportunidad, ¿está presente una segunda ventana? La respuesta es sí.

La segunda ventana consiste en el desarrollo de las habilidades no cognitivas de los adolescentes. Si bien respecto de programas exitosos en esto hay menos evidencia que para la etapa preescolar, se conocen algunos programas efectivos. La clave del éxito de estos programas radica en darse cuenta de que, lamentablemente, en muchos casos los adolescentes enfrentan una cultura anti-buen desempeño en sus liceos y entonces la estrategia debe ser alejarlos de ella.

En general los programas que funcionan son aquellos que ponen a los adolescentes en contacto con el mundo del trabajo y con la disciplina que ese mundo requiere.

Estos programas exitosos son de dos tipos y se llaman programas de mentorship (una persona aconseja y sirve de ejemplo al adolescente) y programas de apprenticeship (una persona moldea la creación de habilidades para el trabajo, en la práctica).

Respecto de las habilidades no cognitivas, hay muchos mitos. Que son algo etéreo, que no pueden medirse, que las personas mutan rápidamente respecto de ellas. Sin embargo, hay mucha evidencia de que estas habilidades sí pueden medirse, son tan o más importantes que las habilidades cognitivas para el éxito en la vida, y son estables.

Un ejemplo muy interesante de esto es el «experimento del malvavisco» o «marshmellow experiment«. Es este experimento el que motiva el título de la columna, y como comer malvaviscos no es común en Chile, he reemplazado dicho dulce por un chocolate. El experimento consiste en que se le deja un malvavisco (o un chocolate) a un niño sobre una mesa, y se le dice que si aguanta 10 minutos (o 15, o 20) a que vuelva el investigador y si todavía está el chocolate, entonces recibirá otro.

Un seguimiento de aquellos que participaron en el experimento original (en los sesenta) muestra que aquellos que pudieron resistir la tentación y recibieron el segundo malvavisco tienen mejor desempeño en la vida. Esto medido por una multiplicidad de desempeños (mayor salario, más empleo, menor obesidad, menor criminalidad, menor consumo de drogas). Esto es una muestra de que estas habilidades son importantes y que son estables, o sea, una vez creadas, permanecen.

¿Cómo hacerlo? Los programas que son exitosos tratan de acercar a los adolescentes al mundo del trabajo y a los valores que determinan el éxito en el mismo: responsabilidad, disciplina, paciencia, deseo de aprender, capacidad de trabajar con otros, etcétera.

Concluyendo, el no seguir estrategias especiales para quienes llegan con déficits de habilidades a la adolescencia no permite remediar dichos déficits, más bien transforma a la educación media en un ejercicio frustrante e inútil y estos alumnos terminan desertando. La forma de ayudarlos es con actividades que se centren en el desarrollo de habilidades no cognitivas. Como, por ejemplo, técnicas de autocontrol, que servirían para tener éxito en situaciones del tipo «experimento del malvavisco«.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Santiago.