Patria

Adolfo Ibáñez Santa María | Sección: Historia, Política, Sociedad

En estas fiestas, que coinciden con la ancestral celebración de la primavera, debemos también recapitular sobre ciertos rasgos culturales que atraviesan los tiempos. Hemos vivido dominados por un afán de «construir» un país modelo, lo que nos ha mantenido presos de las ideologías y repudiando a la tradición mestiza-barroca de nuestros orígenes en beneficio de las utopías civilizadoras-liberadoras-progresistas.

Se comprueba porque el énfasis del siglo XIX en la colonización, fundación de ciudades y división política, con especial preocupación por las comunicaciones, no arraigó debidamente, pues con el estatismo de mediados del siglo XX ese impulso incorporador decayó notoriamente. Han quedado vastos territorios con poca población, mal comunicados y mal servidos por el Estado. Hoy configuran las fronteras interiores: una tarea pendiente.

También el liberalismo del siglo XIX impulsó decididamente una política educacional que trajo como consecuencia la creación de numerosos establecimientos de todos los niveles, privados y estatales. Sin embargo, en vez de alcanzar una sociedad libre, prevaleció la adhesión a postulados utópicos antes que la verdadera libertad de las personas: los liberales no fueron libres frente a sus doctrinas y con ello se asentó una cultura que privilegió la adhesión a las ideologías.

Esto permitió que durante el siglo XX se impusiera el estatismo centralizador como conductor y organizador de la sociedad, en detrimento de la acción de las personas. Y culminó con planteamientos extremos que sometían el Estado al control exclusivo de un partido o combinación de estos. Demostró que la adhesión a las ideologías fue la verdadera herencia del siglo XIX, con el resultado del empequeñecimiento del país.

Con el advenimiento del Gobierno Militar se viró en redondo para rescatar la libertad de las personas. El éxito material de ese cambio se manifestó en toda su magnitud años más tarde bajo los gobiernos de su opositora, la Concertación. Esta última, que nunca pudo liberarse de su pasado, posibilitó el resurgimiento de las ideas y políticas estatistas, lo que ha generado la disputa entre aquellas viejas y fracasadas ideologías y la cultura de la libertad de cada cual para labrar su futuro y, un esfuerzo más otro, el de la nación en su conjunto. Luego de más de dos siglos tratando de modelar un país según las ideologías de turno, aún no logramos afianzar una personalidad firme, con mística y que amplíe los horizontes de la vida.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Santiago.