Derecho al aborto

Julio Alvear Téllez | Sección: Política, Sociedad, Vida

Al promulgar la ley del aborto, la Presidenta Bachelet ha reconocido, al fin, lo que el Gobierno decía en sordina: se trata de una normativa que establece el «derecho a decidir«. Es decir, es la «voluntad«, puramente potestativa, la que, de ahora en adelante, «determina si se sigue o no con el embarazo» (en términos no eufemísticos, si elimina o no una vida humana). Me pregunto qué dirán ahora los parlamentarios, incluso los ministros del TC, que apoyaron la iniciativa en el entendido de que no establecía un derecho al aborto, sino una mera despenalización del embarazo.

Y es que la intervención de la Presidenta no cierra el debate, sino que lo abre. La nueva ley no busca desproteger en casos limitados la vida del nasciturus, como fue presentado en los inicios, sino que otorga activamente instrumentos jurídicos, materiales y humanos para eliminar directamente esas vidas. Su fundamento no se encuentra en la despenalización, sino en la ideología liberacionista, neomarxista, que pretende deconstruir la naturaleza humana (vr. gr., la vida en gestación) y sus exigencias, para quedarse solo con la subjetividad individual, a la que asigna atributos demiúrgicos. De este modo, en la nueva ley, si el titular del derecho al aborto desea eliminar al nasciturus; entonces, él es eyectado de la vida y del mundo del derecho. En cambio, si el titular del derecho al aborto desea proseguir el embarazo, el nasciturus recibe todos los cuidados de la vida y del ordenamiento jurídico. Abandono radical versus protección completa. Infierno o cielo, dependiendo de un solo acto de voluntad.

En las versiones más radicales de esta filosofía, las concreciones de la naturaleza humana –maternidad, fertilidad, sexualidad– son consideradas como una alienación. La maternidad es un castigo, y el hijo, una especie de «okupa» que invade el cuerpo de la mujer.

Es necesario dar a las declaraciones de la Presidenta la máxima importancia, porque reflejan, con bastante transparencia, el trasfondo ideológico que alimenta a su sector político.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Santiago.